Cuando los habitantes de Denver piensan en el trabajo misionero, quizá imaginen países lejanos y lenguas desconocidas. Pero este verano, uno de los nuestros respondió a ese llamado.
El 14 de agosto, Douglas Hindman III, de Littleton, fue comisionado como Misionero Seglar Salesiano durante una oración de vísperas especial en el Centro de Retiros Don Bosco en Haverstraw, Nueva York. Rodeado de su nueva comunidad y sostenido por las oraciones de familiares y amigos en casa, Douglas recibió su misión: enseñar inglés en el Instituto Don Bosco en Alejandría, Egipto.
“Estoy muy emocionado de vivir en una comunidad religiosa, de tener la oportunidad de orar cada día y de ver a Dios en otras personas, en una cultura y un idioma diferentes —poniendo lo católico en católico— mostrando que la Iglesia es universal”, afirmó.
Un hijo de Denver, enviado al mundo
Douglas, de 30 años, creció en la arquidiócesis de Denver y se graduó de la Universidad Estatal de Colorado con títulos en inglés e historia. Tras graduarse, construyó una carrera como corredor en TIAA. Pero a través de la oración y el discernimiento sintió el llamado a algo más: entregar sus dones al servicio del evangelio.
Ese llamado lo condujo a los salesianos, una familia religiosa fundada por san Juan Bosco y dedicada al servicio de los jóvenes y de los pobres. Antes de su envío, Douglas pasó varias semanas preparándose junto a otros nueve misioneros: aprendiendo sobre culturas, practicando la vida comunitaria, profundizando en la oración y sirviendo en una parroquia en Nueva York.
Arraigado en la fe, listo para servir
La liturgia de envío se celebró justo antes de la solemnidad de la Asunción, y el padre Dominic Tran, SDB, recordó a los misioneros que el plan de amor de Dios llama a cada uno a llevar a Cristo a los demás.
“Ustedes deben ser los instrumentos del plan y del amor de Dios”, les dijo.
Para Douglas, ese plan ahora significa dejar la familiaridad de Colorado y adentrarse en una nueva cultura, idioma y estilo de vida. Es un acto de fe que refleja tanto valentía como confianza.
Un regalo de Denver para la Iglesia
Mientras se prepara para partir, Douglas lleva consigo las oraciones y el apoyo de la comunidad que lo formó. Su misión no es solo suya: es también un don de la Arquidiócesis de Denver para la Iglesia universal.
A través de él, los jóvenes de Alejandría no solo aprenderán inglés, sino que también se encontrarán con el amor de Cristo en la presencia de un misionero que vino desde Colorado.
El camino de Douglas nos recuerda que Dios llama a hombres y mujeres comunes de nuestras propias bancas a un servicio extraordinario. Y para los católicos de Denver en toda la arquidiócesis, es una oportunidad de contemplar la universalidad de la Iglesia hecha visible: un misionero, una vocación, un testimonio a la vez.