Por Matt Reinhardt, MA, MS, LPC
Fully Alive Counseling
Cuando alguien a quien amamos atraviesa un momento difícil, puede ser un reto saber cómo responder. Como católicos, estamos llamados a reflejar el amor y la misericordia de Cristo, caminando junto a los demás con compasión y humildad, tal como lo hizo Jesús en sus encuentros con quienes lo necesitaban.
Jesús buscó a Zaqueo, un recaudador de impuestos rechazado por la sociedad, y transformó su corazón al sentarse a su mesa (Lucas 19, 1-10). Restauró a Pedro después de su traición, preguntándole con ternura: “¿Me amas?”, para renovar su misión (Juan 21, 15-19). Defendió a la mujer sorprendida en adulterio, ofreciendo misericordia en lugar de juicio (Juan 8, 1-11). Y se apareció a Saulo, perseguidor de cristianos, en el camino de Damasco, convirtiendo su vida hacia la gracia (Hechos 9, 1-19).
Estos ejemplos muestran cómo Jesús se acercó a las personas en sus luchas con amor y esperanza, invitándonos a hacer lo mismo. Reconocer las señales de que un ser querido atraviesa una dificultad y brindarle un apoyo significativo puede transformar su vida. Este artículo ofrece claves para identificar esas señales y pasos prácticos, iluminados por la fe, que pueden guiar tu acompañamiento y ayudarte a ser fuente de esperanza y sanación.
Reconocer las señales de sufrimiento
Detectar cuándo un ser querido está en crisis requiere atención, paciencia y un corazón semejante al de Cristo. Muchas veces las señales son sutiles, escondidas en rutinas, emociones o prácticas espirituales. Mantenerse atento a estos cambios permite brindar apoyo antes de que los problemas se agraven.
Indicadores emocionales y de comportamiento
- Aislamiento social: Se aleja de reuniones familiares, actividades parroquiales o pasatiempos que antes disfrutaba.
- Cambios de ánimo: Tristeza persistente, irritabilidad, enojo o ansiedad fuera de lo común. Por ejemplo, un amigo normalmente amable y platicador que de pronto se retrae o se enoja por cosas pequeñas.
- Cambios en la comunicación: Deja de responder mensajes, evita llamadas o conversa sin entusiasmo. Un hermano que antes contaba chistes puede ahora responder con frases cortas y frías, o incluso desaparecer de las convivencias familiares.
- Expresiones de desesperanza: Frases como “¿Para qué?”, “Ya estoy cansado de todo”, u otros llamados a ser escuchados.
Señales físicas y prácticas
- Descuido en el cuidado personal: Apariencia desaliñada, cambios fuertes de peso o cansancio constante. Por ejemplo, un compañero de trabajo que antes vestía con esmero y ahora luce desarreglado.
- Rutinas interrumpidas: Faltas al trabajo, descuido del hogar o saltarse comidas. Por ejemplo, un vecino cuyo jardín siempre estaba cuidado y ahora está abandonado.
- Conductas de evasión: Refugiarse en el alcohol, la comida, sustancias o consumo excesivo de medios digitales. Por ejemplo, un ser querido que pasa horas pegado al celular, viendo series sin parar o bebiendo en exceso al terminar la jornada.
Señales espirituales
- Alejamiento de la fe: Dejar de asistir a Misa, rezar o participar en prácticas espirituales. Por ejemplo, un papá que antes dirigía el rosario en familia y ahora lo evita.
- Cuestionamientos de fe: Expresiones de enojo o confusión hacia Dios, o pérdida de confianza en su plan, como “¿Por qué Dios permite esto?”.
Notar estas señales con cuidado y discernimiento en oración permite acercarse con sensibilidad, creando un espacio seguro para que la persona comparta. Jesús mismo nos da una lección magistral en su encuentro con la samaritana en el pozo (Juan 4).
Pasos concretos para brindar apoyo
Una vez que identificas que un ser querido está sufriendo, el siguiente paso es acercarte con amor, sentido práctico y fe. Aquí te comparto formas concretas de ayudar, fundamentadas en el llamado católico a la caridad y al acompañamiento.
1. Acércate con empatía y oración
Ora primero. Pide al Espíritu Santo sabiduría y compasión para guiar tus palabras y gestos. Una oración sencilla como “Señor, ayúdame a ser tus manos y tu corazón para esta persona” puede alinear tus intenciones con la gracia de Dios.
- Empieza con sencillez: Un acercamiento suave, como “Te he notado apagado últimamente. Aquí estoy si quieres platicar”, abre la puerta sin presionar.
- Escucha sin juzgar: Si se abre contigo, pon atención plena: mira a los ojos, asiente y no interrumpas. Refleja sus sentimientos: “Me parece que te sientes muy abrumado en este momento”.
- Evita los clichés: Frases como “Todo pasa por algo” o “Échale ganas” pueden sonar hirientes. Es mejor validar su dolor: “Lamento mucho que estés pasando por esto; debe ser muy difícil”.
2. Ofrece ayuda práctica
Los actos concretos de servicio pueden aligerar la carga y hacer tangible tu cariño.
- Comparte un alimento: Cocina algo sencillo y reconfortante o envíale una tarjeta de regalo de su restaurante favorito.
- Apoya en tareas: Hazle un mandado, cuida a sus hijos o ayúdalo con quehaceres. Un simple “Voy al súper, ¿te traigo algo?” puede marcar la diferencia.
3. Fomenta la conexión espiritual
La fe puede ser fuente de esperanza en tiempos difíciles. Acércate con delicadeza y respeto a su proceso espiritual.
- Invita a la oración o a Misa: Proponle asistir juntos a Misa o rezar una novena por sus intenciones. Un rosario, un diario espiritual o un libro de oración pueden animar su vida de fe.
- Comparte la Palabra o la vida de un santo: Por ejemplo, el Salmo 23 (“El Señor es mi pastor”) o la historia de santa Dimpna, patrona de la salud mental. También puedes encomendarlo a su santo patrono o al de su confirmación.
- Respeta su tiempo: Si no está listo, no lo presiones. Un sencillo “Estoy orando por ti” y tu apoyo constante pueden sembrar esperanza.
4. Conéctalo con recursos
En algunos casos, el apoyo profesional o comunitario es necesario. Guíalo hacia recursos útiles.
- Sugiere consejería: Si ves que la situación lo rebasa, recomiéndale con delicadeza acudir a un terapeuta católico. “¿Has pensado en hablar con alguien? Te puedo ayudar a encontrar un consejero que comparta nuestra fe”.
- Menciona recursos parroquiales: Muchas parroquias ofrecen grupos de apoyo, consejería pastoral o ministerios de acompañamiento. Proporciónale los contactos para que le sea más fácil acercarse.
- Invítalo a la comunidad: Un grupo de Biblia, una cena parroquial o un evento comunitario pueden ayudarlo a sentirse acompañado.
5. Dale seguimiento constante
El apoyo no es un solo gesto, sino un camino compartido. Muéstrale a tu ser querido que estarás presente durante todo el proceso.
- Dale seguimiento: Mándale un mensaje o hazle una llamada ocasionalmente: “Pensé en ti, ¿cómo vas hoy?”.
- Celebra los pequeños logros: Reconoce avances, por mínimos que parezcan. “Me alegra que hayas podido ir al grupo de oración, es un gran paso”.
- Ten paciencia: La sanación toma tiempo. Ofrece tu presencia constante, confiando en el tiempo de Dios.
Acompañamiento desde la fe
Como católicos, estamos llamados a caminar con nuestro prójimo como lo hizo Cristo: encontrándolos donde están, con amor, humildad y misericordia. Al reconocer las señales de sufrimiento y responder con apoyo práctico y compasivo, podemos ayudar a que nuestros seres queridos se sientan vistos, valorados y amados.
Enraíza tus esfuerzos en la oración, confiando en que Dios actúa a través de ti para llevar esperanza y sanación. Como nos recuerda Mateo 25, 40: “En verdad les digo que cuanto hicieron a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicieron”. Tus actos de bondad, por pequeños que sean, pueden ser un faro de la luz de Cristo en medio de la oscuridad.

