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martes, abril 15, 2025
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Ama a tu prójimo por amor a Dios

En la edición pasada de El Pueblo Católico, enfaticé que nuestro llamado principal es amar a Dios sobre todas las cosas. Este es el primer y mayor mandamiento. Si lo hacemos bien, podremos amar plenamente a los demás. A esto le llamamos amor al prójimo. Si bien amar a Dios primero es lo más importante, amar al prójimo también es necesario para obtener la vida eterna.

Muchos católicos aprenden sobre el amor al prójimo en el contexto de los diez mandamientos. Para presentar los mandamientos, el Catecismo de la Iglesia Católica se basa en las palabras de Jesús en el evangelio: «En respuesta a la pregunta que le hacen sobre cuál es el primero de los mandamientos, Jesús responde: ‘El primero es: «Escucha Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas». El segundo es: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo». No existe otro manda- miento mayor que éstos’” (CIC 2196). Los tres primeros mandamientos se centran en amar a Dios con todo el corazón, alma, mente y fuerzas, y los mandamientos del cuarto al décimo expresan el mandato de amar al prójimo como a nosotros mismos.

Quisiera destacar dos maneras en que la Iglesia nos anima a cumplir el mandamiento de amar al prójimo: las obras de misericordia corporales y espirituales.

Las obras de misericordia corporales son:

  • Dar de comer al hambriento
  • Dar de beber al sediento
  • Dar posada al peregrino
  • Vestir al desnudo
  • Visitar a los enfermos
  • Visitar a los presos
  • Enterrar a los difuntos

Y las obras de misericordia espirituales son:

  • Enseñar al que no sabe
  • Dar buen consejo al que lo necesita
  • Corregir al que se equivoca
  • Perdonar al que nos ofende
  • Consolar al triste
  • Sufrir con paciencia los defectos del prójimo
  • Rezar a Dios por los vivos y por los difuntos

En la arquidiócesis de Denver, tenemos la bendición de contar con Caridades Católicas que trabaja diligentemente para servir a los pobres a través de muchas de las obras de misericordia corporales en el norte de Colorado. Estoy agradecido por las mujeres y los hombres que lideran y sirven en estos ministerios. Si bien Caridades Católicas está logrando tanto bien, no debemos ver ese trabajo como algo de lo que ya “nos estamos ocupando”.

Todos estamos llamados a realizar las obras corporales de misericordia, y Caridades Católicas realiza una labor maravillosa al brindar oportunidades para que los fieles sirvan, como lo hace el ministerio Cristo en la Ciudad en su caminar diario con las personas sin hogar. Los animo encarecidamente a ser voluntarios con Caridades Católicas y con Cristo en la Ciudad. Ambos apostolados extienden el amor de Dios a los pobres y deberían tener más voluntarios que no sepan qué hacer con ellos.

Jesús enseña a sus discípulos, y nos enseña hoy, que las obras de misericordia decidirán, en última instancia, su destino eterno. Dice: “Entonces dirá el Rey a los de su derecha: ‘Vengan, benditos de mi Padre, reciban la herencia del Reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me dieron de comer, tuve sed, y me dieron de beber, era forastero y me acogieron, estaba desnudo, y me vistieron, enfermo y me visitaron, en la cárcel y acudieron a mi’” (Mt 25, 34-36). Y advierte del infierno si fallamos en estas obras. La razón por la que estas obras de misericordia nos ayudan a llegar al cielo es porque están motivadas por el amor a Jesús y se realizan por él.

El amor existe en la acción. No es un mero sentimiento y no madura si se queda solamente en afecto. El amor es un acto de la voluntad, para buscar el bien del otro. Nuestro amor a Dios debe impulsarnos a la acción, que puede expresarse a través de las obras de misericordia corporales.

El papa Francisco ha prestado un gran servicio a la Iglesia, recordándonos con frecuencia que Jesús nos llama a tener una “opción preferencial por los pobres”. Al servir a los pobres, ya sea de manera espiritual o material, debemos recordar que nuestra motivación proviene de las exigencias del evangelio y la caridad, no de la filantropía. El papa Francisco explica: “El pobre, cuando es amado, ‘es estimado como de alto valor’, y esto diferencia la auténtica opción por los pobres de cualquier ideología, de cualquier intento de utilizar a los pobres al servicio de intereses personales o políticos… Únicamente esto hará posible que los pobres, en cada comunidad cristiana, se sientan como en su casa. ¿No sería este estilo la más grande y eficaz presentación de la buena nueva del Reino?”.

De la misma manera que Jesús nos llama a atender las necesidades materiales de los pobres, el evangelio exige que también atendamos sus necesidades espirituales. Vemos a Jesús y a los apóstoles después de él enseñando, predicando, interpelando y acompañando a quienes se encuentran en el camino. Nosotros también estamos llamados a hacer lo mismo. Estamos llamados a predicar el evangelio y a guiar a otros al encuentro con Jesús porque los amamos. ¡Este es el amor al prójimo!

Amamos a nuestro prójimo y servimos a los pobres porque Dios los ama primero, y nosotros amamos a Dios. Los invito a examinar nuestro amor al prójimo, especialmente a los pobres, al concluir la Cuaresma y al celebrar la Pascua. Háganse las siguientes preguntas y oren con ellas:

  • ¿Sirvo a los pobres porque me sentiría culpable si no lo hiciera o porque deseo que experimenten el amor de Dios?
  • ¿Sirvo a los pobres porque me hace sentir bien o porque deseo su verdadero bien?
  • ¿Predico el evangelio por mis propios méritos al convertir a otros o porque sé que Jesús dio su vida por ellos y desea su salvación?
  • ¿Amo a mi prójimo incluso cuando eso significa cargar la cruz?
  • ¿Amo y perdono como Jesús ama y perdona, sin esperar nada a cambio?

Nuestra motivación es importante y siempre debe estar purificada. Es bueno que percibamos la necesidad de ser compasivos y aliviar el sufrimiento ajeno. La culpa por no hacer nada o la satisfacción de actuar con benevolencia deberían impulsarnos a la acción. ¡Pero Jesús quiere dar mucho más a quienes servimos! Los animo a orar antes de realizar las obras de misericordia corporales y espirituales y a preguntarle al Padre cómo quiere amar a las personas a quienes servirán. Abre tu corazón a su plan a través de las obras de misericordia y disfruta de lo que él realiza no solo en esta vida sino en su Reino eterno.

Arzobispo Samuel J. Aquila
Arzobispo Samuel J. Aquila
Mons. Samuel J. Aquila es el octavo obispo de Denver y el quinto arzobispo. Su lema es "Haced lo que él les diga" (Jn 2,5).
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