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miércoles, abril 16, 2025
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Católicos llamados a dar testimonio: Reflexión de un exlegislador

Por Chuck Weber
Director ejecutivo de la Conferencia Católica de Kansas
Exrepresentante estatal de Kansas

 

Momentos después de recibir el Cuerpo y la Sangre, la alma y la divinidad de Cristo en la Eucaristía, el sacerdote o diácono puede concluir la Misa con este llamado:

“Glorifiquen al Señor con sus vidas”.

Estas desafiantes palabras tarde o temprano nos llevarán a casi todos nosotros desde la seguridad de nuestras bancas en la iglesia hasta la intersección entre la enseñanza católica y la política pública. Este cruce es caótico y confuso, el escenario de constantes colisiones entre la fe y la cultura.

¡Sería más fácil ignorar el aparentemente interminable desastre que es la política! Como católico practicante que una vez ocupó un cargo público, invito a mis hermanos y hermanas en Cristo a resistir la inclinación de retirarse y, en vez de eso, unirse a la batalla.

Hablar de política en el patio con un vecino amigo durante una parrillada es muy distinto a ser llamado a presionar el botón de SÍ o NO sobre una legislación específica que impacta directamente la vida de los ciudadanos.

Necesitamos urgentemente ambas conversaciones: vecinos hablando entre vecinos y buenos católicos activos en la política. Al decir «buenos», me refiero a pecadores quebrantados (como yo) que, no obstante, conocen y buscan seguir la enseñanza católica en relación con la vida personal y la política pública.

No es fácil, pero es posible.

Algunos desestiman la Doctrina Social Católica como un impedimento para leyes y regulaciones útiles. Nada podría estar más lejos de la verdad. Durante mi tiempo en el cargo público, encontré que la enseñanza católica era un mapa invaluable, una brújula moral confiable que siempre apunta hacia esa meta digna y atemporal que nosotros, los católicos, llamamos “el bien común”.

Primero articulado en tiempos modernos por el papa Pablo VI en su documento Gaudium et Spes (“Gozo y Esperanza”), el santo padre describe el bien común como “el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección”.

Si eso suena un poco abstracto, considera el bien común a través de una analogía escolar, adaptada en parte del profesor Joseph E. Capizzi, director ejecutivo del Instituto de Ecología Humana en la Universidad Católica de América.

Las mejores escuelas florecen cuando el estudiante recibe una formación intelectual, cultural y espiritual auténtica. Sin embargo, se necesitan ciertas condiciones para completar el panorama. El edificio o el entorno escolar deben ser seguros y protegidos. Los estudiantes deben estar bien descansados y alimentados.

Los maestros motivados y respetados también son críticos para el éxito. Los padres—los primeros y mejores maestros de sus hijos—deben invitar a los maestros a unirse a ellos para apoyar juntos la misión educativa. Estas condiciones (y otras) cultivan un paisaje de aprendizaje ideal, creando condiciones del “bien común” donde los estudiantes individuales están en una mejor posición para prosperar y florecer.

Mientras servía en la Legislatura del Estado de Kansas, intenté visualizar esta analogía al considerar la legislación de todo tipo.

Proteger a las mujeres y a sus hijos no nacidos de la depredadora industria del aborto—especialmente a los niños no deseados—debería ser el tema preeminente para cada funcionario electo católico. Todos los derechos y responsabilidades comienzan solo si la vida humana está en el centro.

Trágicamente, el asalto contra la vida humana en sí mismo es apoyado y afirmado por los medios de comunicación seculares. Esto me resulta particularmente frustrante como ex-periodista en el Capitolio estatal. Muchos (de hecho, la mayoría) de los reporteros y editores de noticias de hoy en día ya no son árbitros neutrales de la verdad, se encogen de hombros y adoptan sin esfuerzo la actitud, la defensa y el lenguaje de la industria del aborto (y sus ominosos aliados).

La industria del aborto está creciendo en su actitud arrogante y su fría visión de la vida humana. Los católicos en la vida pública deben ser conscientes de esto y armarse con las cualidades cristianas de disciplina, compasión y justicia al confrontar esta catástrofe de derechos humanos que se despliega.

Lo mismo ocurre con otros temas prioritarios para los católicos relacionados con la libertad religiosa y la defensa de la familia. El lobby LGBTQ+ ataca sin piedad la verdad de la sexualidad humana, arraigada en la enseñanza católica y la ley natural.

No obstante, los católicos deben encontrar consuelo en nuestra fe y recurrir a ella no en modo defensivo, sino como la respuesta a los complejos y controvertidos desafíos en la esfera pública.

Al igual que en Colorado, los ciudadanos de Kansas están enfrentando una cultura en declive en múltiples niveles. Se lo debemos a nuestros hijos y nietos involucrarnos en el proceso político. La desesperación no es una estrategia. Desde la posición de base de un presidente o presidenta de un distrito electoral hasta cargos estatales y más allá, los católicos tienen las herramientas que pueden elevar nuestra sociedad para todas las personas—el bien común.

¿Sabes quién te representa en el Capitolio estatal o en el ayuntamiento? Infórmate. Si no estás llamado a un cargo electo, puedes apoyar a quienes están en la primera línea con tus oraciones, tiempo de voluntariado y recursos financieros.

En Kansas, comenzamos la sesión legislativa cada día con un Rosario con los legisladores católicos, concluyendo con la letanía a san José. También hay Misa diaria frente al Capitolio estatal. Estas son las herramientas espirituales a nuestro alcance y al tuyo que necesitamos para participar de manera efectiva en la política y las políticas públicas. ¡Perseveremos!


Chuck Weber acaba de completar su sexto año como director ejecutivo de la Conferencia Católica de Kansas, la rama de políticas públicas de los obispos católicos de Kansas. Antes de su puesto actual, Chuck sirvió tres años en la Legislatura del Estado de Kansas como representante estatal.

Chuck y su esposa, con quien lleva 39 años casado, residen en Wichita, Kansas, con su hijo con necesidades especiales, Billy. Tienen cinco hijos y esperan su decimotercer nieto a principios de 2025.

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