Presión. Esa es la sensación que muchas madres primerizas experimentan durante los meses (y años) posteriores al nacimiento de un bebé.
Un día, te preocupas por las contracciones, la presión arterial y asegurarte de que la habitación del bebé esté lista. Al día siguiente, tu mente da vueltas con la cantidad de pañales, las horas de alimentación y la presión de mantener vivo a tu bebé, mientras te preguntas si volverás a dormir.
En medio del torbellino de pensamientos y cosas que recordar, las mujeres a menudo se sienten aisladas en sus hogares después del nacimiento de un bebé. Les preocupa si lo están haciendo bien, posiblemente extrañando su antigua forma de vida y preguntándose si otras madres también están pasando por dificultades.
Por ejemplo, cuando tuve a mi primer bebé, leí todos los libros sobre bebés, sabía el tamaño de mi bebé en términos de fruta, pero no tenía ni idea de que sangraría durante seis semanas después de su nacimiento, incluso después de una cesárea. Me estaba recuperando de una cirugía mayor e inesperada, no podía levantar mucho peso, y, aun así, tenía que cuidar a este nuevo bebé las 24 horas del día.
Muchas mujeres viven lejos de sus familias y no han pasado mucho tiempo cerca de otros bebés, por lo que el proceso de aprendizaje es extremadamente difícil. Puede haber presión para volver al trabajo poco después. Si deciden quedarse en casa, adaptarse a una nueva forma de vida y hacer nuevas amistades no es fácil. De cualquier manera, el cambio puede ser impactante y estar lleno de dificultades inesperadas.
Ser madre es hermoso y glorioso, y la Iglesia tiene mucho que decir sobre la dignidad de la vocación a la maternidad. Después de todo, ¡María fue madre! Pero la vocación también está llena de luchas y sufrimiento, y existe una tensión entre lo hermoso y lo difícil. Las madres necesitan ser vistas en sus luchas para encontrar maneras de aliviar esa presión.
A continuación, te muestro algunas ideas de cómo familiares, amigos, feligreses y vecinos pueden ayudar a una nueva mamá:
Amigos y vecinos
Lo primero que pueden hacer es llevar comida o regalar una tarjeta de regalo. No tener que pensar en la cena, hace ligera la carga. También pueden ofrecerse a cuidar al bebé o simplemente pasar tiempo con la madre; si ella está de acuerdo, por supuesto. En mi caso, necesitaba alguien que me escuchara durante las semanas posteriores al parto, simplemente para aliviar los cambios hormonales durante todos los ajustes. Por eso, estar disponible incluso para una llamada telefónica puede ser útil.
Feligreses
Recórranse en las bancas y denles a las nuevas mamás, bebés y familias un poco más de espacio en los extremos. En mi caso, ¡varios de mis bebés tuvieron vómitos explosivos después de lactar! ¡Ninguna quiere quedarse atrapada en una banca cuando eso está a punto de suceder! Los padres de familia también necesitan una salida rápida para cuando los niños lloran y cambiar pañales.
Además, tengan un poco de paciencia con los nuevos padres. Asuman que están haciendo lo mejor que pueden. Casi todas las mamás que conozco han tenido la experiencia de ser silenciadas en la iglesia o de recibir un sermón de otro feligrés sobre el comportamiento de sus hijos. No ayuda; de hecho, es perjudicial porque desalienta a los padres a asistir a Misa. Incluso Jesús dijo: “Dejad que los niños vengan a mí”.
Familia
Ofrézcanse a preparar la comida, limpiar la casa o cuidar a los niños. Además, reconozcan las diferencias generacionales. Ahora tenemos que luchar contra la omnipresencia de las pantallas, la depresión posparto y el miedo a ser denunciadas a los Servicios de Protección Infantil por cualquier error, todo ello mientras vivimos en una cultura abortista que no valora tener hijos. Es difícil encontrar comunidad, y cada obstáculo se siente como una cuesta arriba. Así que, por favor, tengan paciencia con los cambios repentinos de las hormonas, ofreciendo ayuda sencilla y ánimo.
Esposos
Estén atentos a las necesidades de su esposa. Ayúdenla con las comidas, laven los platos, limpien la casa. Involúcrense con su bebé para que su esposa pueda sentirse libre de tomar una siesta, ducharse o salir con amigos. Estén dispuestos a conversar sobre las expectativas y las tareas del hogar. Acepten la falta de cercanía física que conlleva un nuevo hijo. Recuerden que el posparto es una etapa, así que no durará, pero las virtudes que cultiven durante este tiempo sí.
Y finalmente…
A las madres:
No existe la madre perfecta. Todas necesitamos ayuda. Todas cometemos errores y aprendemos de ellos. El mejor lugar para pedir consejo es a amigos que te lleven unos años, no a través de esas publicaciones en redes sociales. Puede que no seas de las que duermen la siesta, y no pasa nada, pero te dejo unas palabras finales de mi libro, “Baby and Beyond: Overcoming Those Post-Childbirth Woes” (Bebé y más allá: Superando los problemas postparto).
Si pudiera volver atrás y vivir el posparto desde cero, sería más comprensiva conmigo misma. Anunciaría mi modo de supervivencia, bajaría mis expectativas, no intentaría ser una ‘supermamá’, pediría ayuda y tomaría siestas. Tampoco me preocuparía por cada decisión que tomé, preguntándome si esa única acción podría arruinar a mi hijo para siempre (porque ahora sé que no suele ser así).
Ojalá hubiera una fórmula secreta para hacerlo bien a la primera. Sin embargo, en el fondo, sé que la lucha, el fracaso y el resurgir son exactamente lo que Dios está usando para moldearme en la persona que Él creó para ser (página 136).
Dios te ha llamado a la hermosa vocación de la maternidad, ¡y qué aventura tan salvaje! Él nos da gracia en cada momento; solo necesitamos abrirnos a recibirla y dejar que nos transforme a través del agotamiento y la desesperación. Descubriremos que hay muchos momentos preciosos para saborear en el camino.
Al celebrar este Día de las Madres, honramos a todas las madres que se han entregado a la santidad y el deber de la vida familiar, especialmente a las nuevas mamás que se están familiarizando con ella por primera vez.
¡Mamá María, ruega por nosotros!