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«Estoy emocionado de recibir la Eucaristía»: Un regreso a la fe católica tras 20 años de matrimonio

La fe y oración de su esposa, junto con la guía del Espíritu Santo, fueron clave en su regreso a la Iglesia Católica.

Por Maria O’Malley 

Para Tom Colclazier, de 69 años y residente de Northglenn, se cumple a la perfección el dicho del libro de Eclesiástico: “Dichoso el esposo de una buena esposa; vivirá el doble de años”. 

Después de presenciar durante veinte años la devoción religiosa de su esposa católica de cuna, Irene, Tom se convirtió a la fe católica este año, recibiendo los tres sacramentos de iniciación durante la Vigilia Pascual en la parroquia Immaculate Heart of Mary en Northglenn, el pasado 19 de abril. 

“Se podría decir que el amor de Irene por Dios desbordó tanto que terminó cayendo en el corazón de Tom, y simplemente tuvo que aprender más sobre el catolicismo”, explicó el diácono Paul Louderman, quien dirige el programa de iniciación cristiana para adultos (OCIA, por sus siglas en inglés) en la parroquia. 

Para Tom, el sentimiento de que el Espíritu Santo ha guiado cada paso de su conversión es innegable. 

Protestante de origen, Tom fue introducido a la fe católica por primera vez a mediados de los años ochenta, cuando conoció a su primera esposa. Sin embargo, no fue sino hasta casarse con Irene, su segunda esposa, que sintió el primer impulso de acercarse a la Iglesia. 

Años después, Irene —fiel católica y trabajadora de medio tiempo en la recepción parroquial— recuerda haber entregado los documentos de inscripción para que Tom comenzara las clases de OCIA. Ella misma fue su madrina durante el proceso. 

“Yo quería que Tom entendiera por qué rezo el rosario, por qué voy a adoración y a Misa diaria”, compartió Irene. “Pero también le dije que, si en algún momento quería retirarse, tenía toda la libertad para hacerlo”. 

Tom, sin embargo, descubrió que las clases solo reafirmaban su decisión de abrazar la fe católica. 

“Decidí que si empezaba el programa, no me perdería ni una sesión. Al final, asistí al 100 %”, recordó Tom. 

Aunque Irene lo animó a inscribirse, “fue el Espíritu Santo obrando en nosotros” lo que realmente inspiró la fe de Tom y la sostuvo durante su año de estudio, oración y discernimiento. Esa acción del Espíritu incrementó su curiosidad y lo llevó a un amor más profundo por la Iglesia. 

“Sabía que algo divino estaba pasando. Decía: ‘Ni siquiera sabía lo que me estaba pasando’”, relató. 

Entre varios momentos de gracia, dos experiencias marcaron especialmente su proceso. 

La primera fue un domingo, antes de haber comenzado formalmente las clases de OCIA, cuando Irene y él fueron invitados a llevar las ofrendas al altar durante la Misa. 

“Sentí algo… como un hormigueo. Sentí que estaba cargando algo muy especial”, compartió Tom. 

La segunda sucedió una noche en la que se sintió particularmente ansioso. 

“No podía dormir del estrés, así que pedí al Espíritu Santo que viniera a mí. De pronto, sentí un hormigueo desde la cabeza hasta los pies, y me inundó una paz nueva”, contó a El Pueblo Católico. 

Ambas experiencias —junto con muchas otras bendiciones— confirmaron que estaba en el camino correcto. 

Tener a Irene como madrina fue un gran apoyo para Tom. “Tenía a alguien que podía responder todas mis preguntas”, dijo. Al mismo tiempo, Irene confesó que el proceso la hizo redescubrir aspectos de la doctrina que no había considerado en años. Ambos aún se ríen del momento en que Tom confundió el “Credo de los Apóstoles” con el “Credo de Apolo”. 

Poco a poco, la fe fue creciendo en ellos como pareja, gracias también a la guía de los diáconos encargados del programa. 

“Al principio, me sentía indiferente sobre las clases”, admitió Tom. “Pero el diácono Paul y el diácono Jerome eran tan sabios, y su pasión por Cristo fue despertando mi propia pasión. Cuanto más aprendía, más quería aprender”. 

Durante la Misa, ver a las personas acercarse a comulgar solo aumentaba su anhelo. 

“Yo pensaba: ‘Ya quiero recibir la Eucaristía también’”, confesó. 

La emoción fue creciendo conforme se acercaba la Vigilia Pascual. En medio de una rutina de ejercicio, Tom incluso sintió la necesidad de escribir un poema —algo que no hacía desde la escuela. Titulado “Mi primera Pascua como católico”, el poema expresaba su alegría por entrar a la Iglesia. “Fue el Espíritu Santo”, aseguró Tom. 

Su entusiasmo se desbordó también en la vida cotidiana: empezó a compartir su experiencia con amigos y conocidos, incluso durante sus partidos de pickleball. 

“Les contaba a mis compañeros: ‘¡Voy a ser católico!’”, recordó. 

Incluso compartió la noticia con una ministra extraordinaria de la Sagrada Comunión que suele sentarse detrás de ellos cada domingo. Una semana antes de Pascua, ella se le acercó y le regaló un crucifijo que había pertenecido a su difunta hermana. “Me conmovió muchísimo”, dijo Tom. 

A pesar de tanta alegría, confiesa que se sentía nervioso antes de la Vigilia, especialmente porque a veces sufre de problemas de sinusitis. 

“Temía no aguantar las cuatro horas. Me daba pavor, en realidad. Pero recé, y esa noche no tuve ningún problema”, dijo. “Fue la Misa más hermosa que he vivido”. 

Y lo fue… al menos hasta un mes después, cuando Irene y él convalidaron su matrimonio de 20 años —es decir, lo celebraron sacramentalmente ante Dios— en una Misa con el padre Ernest Bayer, párroco de Immaculate Heart of Mary. 

La idea surgió durante unas vacaciones en diciembre en Key West, cuando vieron a un marinero casarse en medio de una Misa regular. “Nos gustó la sencillez”, contó Tom. Así que contactaron a la coordinadora de bodas de la parroquia y decidieron hacerlo también durante una Misa del sábado en la tarde, rodeados de su comunidad. 

“Queríamos evitar que todo girara en torno a nosotros”, explicó Irene. “[La misa] fue sobre convertirnos en una pareja con Cristo, no solo sobre nosotros”. 

Aun así, muchas personas se acercaron a felicitarlos. 

“Sentimos un verdadero espíritu de comunidad”, compartió Irene. 

Desde entonces, algo ha cambiado. 

“Recibir el sacramento del matrimonio transformó nuestra relación y cómo nos sentimos el uno por el otro”, dijo Irene. “Fue muy emotivo. Me sentí como en una nube del Espíritu Santo”. 

Tan profundo fue el momento que ambos empezaron a usar sus anillos de boda todos los días —algo que antes no hacían por temor a perderlos durante sus caminatas o ejercicios. 

“Ahora, como están bendecidos, no salimos sin ellos”, afirmaron. 

Hoy, ya plenamente católico y adentrándose en el Tiempo Ordinario de la Iglesia, Tom sigue con hambre de aprender más sobre la fe. Planea seguir viendo videos en Formed, estudiar la Biblia con más profundidad, y hasta auditar las clases de OCIA del próximo año. 

“Todavía estoy absorbiendo todo”, confesó. “Y no quiero perder esta emoción”. 

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Mi primera Pascua como católico
Por Tom Colclazier 

Hoy me presento ante la Iglesia católica
con la esperanza de encontrar un lugar donde posarme.

He elegido la religión católica,
a la que ningún hombre podrá dividir.

Hoy seré bautizado,
y no seré reprendido por ello. 

Hoy recibiré mi primera comunión,
porque el catolicismo es mi elección.

Hoy confirmo mi devoción a Dios,
y lo hago con gozo y aplausos.

Estaré eternamente agradecido,
al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo 

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