Se podía escuchar el crujido del pasto seco de Denver bajo los pies; así de serena estaba la zona noreste del Metro la mañana de este sábado.
Guiados por el arzobispo Samuel J. Aquila y el obispo Jorge Rodríguez, y convocados por el Comité de Atención Pastoral a los Migrantes, cientos de fieles de más de 36 parroquias locales se reunieron en una oración ferviente y una procesión pacífica alrededor del centro de detención GEO de ICE en Aurora, contemplando el camino de la cruz de Jesús, su camino hacia la crucifixión para salvar a cada uno de los hijos de Dios.
Para los presentes, el paralelismo era evidente y un motivo poderoso para la reflexión silenciosa: las estaciones del viacrucis que se rezaban en voz alta son compartidas hoy por innumerables migrantes.
“Estamos frente al Centro de Detención de GEO, que de alguna manera simboliza el calvario de muchos de nuestros hermanos y hermanas, inmigrantes que vinieron con el sueño de un futuro mejor para sus familias, trabajaron duro para hacerlo realidad y despertaron enfrentando la deportación y la separación de sus seres queridos”, dijo el obispo Jorge al iniciar el viacrucis.
La crisis migratoria, que lleva años en curso, llegó recientemente a un nuevo punto de inflexión para los católicos cuando el papa León XIV expresó su profunda preocupación por el trato hacia los migrantes en Estados Unidos. Poco después, la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos (USCCB, por sus siglas en inglés), la voz unida de los obispos del país publicó en su asamblea plenaria de otoño un “mensaje especial”, el primero en doce años, aprobado por una votación casi unánime y recibido con una ovación de pie.
En este contexto, la Iglesia se unió para elevar en oración a sus hijos que sufren y dar testimonio de la dignidad de toda persona humana, una dignidad demasiado vulnerada en nuestros días.
“Cada día en mi trabajo escuchamos historias devastadoras de trabajadores intimidados, explotados por robo de salario debido a su estatus migratorio, que reciben amenazas de deportación por parte de empleadores sin escrúpulos, y algunos ya deportados sin el debido proceso”, explicó Mayra Juarez-Denis, integrante del comité y directora ejecutiva de Centro de los Trabajadores, una organización local que apoya a trabajadores inmigrantes. “Muchas de nuestras familias tienen miedo, preguntándose si podrán regresar del trabajo para recoger a sus hijos de la escuela”.
A pesar del panorama sombrío, lleno de miedo e incertidumbre, la comunidad ha sentido el apoyo de la Iglesia católica en Denver, dijo Mayra, a través de los esfuerzos parroquiales para “brindar apoyo legal, educación y planes de emergencia a sus feligreses, transformando su indignación ante la injusticia en acciones compasivas y comunitarias”.
“Me enorgullece estar hoy aquí entre esta comunidad fuerte de fe, luchando juntos por un trato más digno para nuestras familias inmigrantes”, añadió.
“Estamos en este lugar con un espíritu de oración. Siguiendo los pasos de Jesús en su camino al calvario, recorremos espiritualmente el largo viaje de sufrimiento de tantos hermanos y hermanas que migraron a Estados Unidos. Nos duele la violación de la dignidad humana que muchos de ellos han padecido. Oramos por ellos.”
En este tiempo de desafíos, mediante acciones concretas y la intercesión continua del día, la Iglesia católica en Denver se unió al pie de la cruz de Jesús.
Aunque avanzaban y rezaban en silencio, como si compartieran algo del peso de la cruz del mismo Jesús, una cruz compartida hoy por innumerables inmigrantes, los presentes se unieron entre sí y con Jesús en una solidaridad casi santa, una unión que trascendía las palabras.
“A ustedes, hermanos y hermanas migrantes, les decimos: la Iglesia está con ustedes”, afirmó monseñor Jorge De los Santos, párroco de Our Lady Mother of the Church en Commerce City. “Estamos con quienes sufren en silencio, con los padres que temen ser separados de sus hijos, con los jóvenes que crecieron en este país y ahora ven su futuro amenazado, y con quienes han contribuido por años a la vida económica, cultural y espiritual de Estados Unidos. Sus lágrimas, esfuerzos y esperanzas no nos pasan desapercibidos”.
“Queremos expresar nuestra solidaridad con todos los detenidos en este centro de detención y con la comunidad inmigrante de Colorado en general”, añadió el obispo Jorge, “y queremos que sepan que nos preocupan, que estamos con ellos y que oramos por ellos. Que no están solos”.
Y en efecto, la mañana del sábado esos hermanos y hermanas migrantes no estaban solos. Estuvieron acompañados por hombres, mujeres y niños de distintas edades, culturas, lenguas, estados de vida, denominaciones y posturas políticas, que se unieron para dar testimonio público de una verdad sencilla: toda vida humana importa.
“El viacrucis nos recuerda el amor de Dios por todas las personas y por el inmigrante, por el forastero, por quienes están enfermos y sufriendo, y por todos los que necesitan nuestra oración”, dijo con énfasis el arzobispo Samuel al concluir el tiempo de oración. “Debemos recordar la dignidad de cada ser humano, y esa dignidad no la otorga ningún gobierno. Esa dignidad viene de Dios y solo de Dios.”
El arzobispo señaló que ambos partidos políticos “han fallado terriblemente en el tema de la inmigración”, especialmente al reconocer la dignidad inherente y dada por Dios a los migrantes.
“Han tratado a los inmigrantes como piezas de juego para sus campañas, para sus propios intereses, y han fallado a cada inmigrante”, continuó. “No han servido bien a la gente.”
En un ambiente así, dijo el arzobispo Samuel, la Iglesia y sus hijos están llamados a cubrir ese vacío y dar un testimonio valiente de esa verdad fundamental, defendiendo la dignidad de toda vida humana.
“Es importante para nosotros, como católicos, como cristianos y como personas de buena voluntad, dar testimonio de la dignidad de la persona humana”, afirmó, “que todo ser humano, crea o no crea, sea ateo o agnóstico, sea hindú o musulmán, sea judío o cristiano, todo ser humano ha sido creado a imagen y semejanza de Dios. Es importante comprender siempre esto”.
“Dios nunca deja de amar a un ser humano. No importa quién sea esa persona, no importa quién sea ese presidente, no importa quién sea ese miembro del congreso o ese líder mundial, Dios es amor, y es imposible para Dios no amar”, continuó. “Hemos recorrido este viacrucis y hemos visto cuánto nos ama Dios, que él ha muerto por ti y por tus pecados. Lo creas o no, él lo ha hecho. Lo recibas o no, él te lo sigue ofreciendo”.
De esa dignidad fundamental y de esa solidaridad orante brotó un llamado a más: una exhortación a un cambio significativo y a una reforma auténtica.
“Oramos también por una reforma integral del sistema migratorio de nuestro país”, dijo el obispo Jorge, señalando su enorme complejidad e injusticia.
“Invitamos a todas las comunidades católicas a fortalecer una cultura de acogida, solidaridad y defensa de los derechos humanos”, añadió monseñor Jorge De los Santos. “Urgimos también a los líderes civiles en todos los niveles a promover reformas migratorias humanas, prudentes y compasivas que respeten la unidad familiar, protejan a los más vulnerables y reconozcan la riqueza que la comunidad inmigrante aporta a esta nación”.
“Lo que vemos en la ruptura de nuestro sistema migratorio es horrendo, especialmente cuando se trata de la trata de personas, de la explotación sexual, de la trata de niños y del tráfico de drogas. Todo eso socava la dignidad de la persona humana”, señaló el arzobispo Samuel, mencionando recientes informes de un nuevo intento bipartidista en el congreso para enfrentar las fallas del sistema migratorio.
Por ahora, continuó el arzobispo, parece que este proyecto de ley busca “atender a los inmigrantes que han llegado a este país. Puede que hayan venido sin documentos, pero han vivido aquí pacíficamente por 10, 20, 30 años. Muchos de nosotros sabemos esto. Y necesitan un camino hacia la ciudadanía… Nuestro sistema está roto, y es porque hemos puesto a los partidos políticos por encima de la dignidad del ser humano”.
Al acercarse la Iglesia al inicio del Adviento, un tiempo santo de esperanza vigilante ante la venida de Jesús en Navidad y al final de los tiempos, los presentes se dirigieron a la Virgen María, quien encarnó esa espera santa a la perfección, incluso en la tensión marcada por la ruptura del mundo en su tiempo.
“Encomendamos a todos los afectados a la intercesión de Nuestra Señora de Guadalupe, Madre de las Américas y consuelo de los migrantes”, concluyó monseñor Jorge De los Santos. “Que ella acompañe a quienes viven en la incertidumbre, inspire a quienes tienen autoridad y llene de esperanza a todos los que siguen caminando hacia un futuro más justo y seguro”.

