“El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del altísimo te cubrirá con su sombra”. Lucas 1, 35
Al iniciar el Adviento, la Iglesia entra una vez más en un tiempo lleno de silenciosa expectativa y de profundo misterio. Contemplamos la primera venida de Cristo en Belén, mientras miramos también hacia su retorno glorioso.
Pero antes del pesebre y de los ángeles, antes de los pastores y de la estrella, hubo un momento oculto al mundo: la presencia del Espíritu Santo que cubrió con su sombra a María. En ese instante sagrado, el Hijo eterno tomó carne. La Palabra se hizo niño en el seno materno. Y la salvación comenzó con un sencillo “sí”.
Las palabras del ángel a María revelan cómo actúa Dios: con discreción, ternura y poder. El mismo Espíritu que la cubrió con su sombra desea también cubrirnos a nosotros, formar nuestros pensamientos, deseos y acciones para que reflejemos a Jesús con mayor claridad en un mundo sediento de luz.
Más que una simple cuenta regresiva hacia la Navidad, el Adviento es un tiempo de preparación interior, una invitación para permitir que Dios entre en los lugares más escondidos de nuestro corazón.
En cada época, en cada Adviento, la Iglesia depende de la guía del Espíritu. Pero en nuestro tiempo, marcado por la confusión, el cansancio espiritual y la dispersión, necesitamos más que nunca que el Espíritu nos cubra con su sombra. Solo el Espíritu puede despertar el deseo de santidad, fortalecer a las familias en la fe, reavivar la esperanza en los corazones desanimados y conformarnos al corazón de Cristo.
María nos muestra la actitud que requiere el Adviento: apertura, humildad y confianza. Su “sí” permitió que Dios habitara entre nosotros. Nuestro propio “sí”, sostenido por el Espíritu, permite que Cristo brille en el mundo a través de nosotros.
Este Adviento, y a lo largo del mes de diciembre, el arzobispo Samuel J. Aquila invita a los fieles a unirse en oración para que el Espíritu Santo ilumine con su presencia a todos los fieles del mundo para que nuestros corazones y mentes se conformen a los de Jesús.
A medida que avanzamos hacia la Navidad, que el Espíritu vuelva a cubrirnos con su presencia, fortalezca nuestra fe, avive nuestra esperanza y conforme nuestro corazón a Jesús, tal como pide el arzobispo.
¡Ven, Espíritu Santo! Cubre con tu sombra a tu pueblo en este Adviento y haznos semejantes a tu Hijo.
