Durante todo este mes, los obispos están reunidos en Roma para la segunda asamblea del Sínodo de la Sinodalidad. En estos días cruciales, están escuchando la verdad que el Espíritu Santo revelará.
Mientras reflexionamos sobre las palabras de Jesús en el Evangelio de San Juan, recordamos la íntima conversación que Jesús tuvo con sus apóstoles antes de regresar al Padre.
Dijo: “Aún tengo muchas cosas que decirles, pero todavía no las pueden comprender. Pero cuando venga el Espíritu de la verdad, él los irá guiando hasta la verdad plena, porque no hablará por su cuenta, sino que dirá lo que haya oído y les anunciará las cosas que van a suceder. El me glorificará, porque primero recibirá de mí lo que les vaya comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho que tomará de lo mío y se lo comunicará a ustedes”. (Juan 16, 12-15).
Jesús, sabiendo que los apóstoles estaban llenos de dudas, miedos e incertidumbres, les prometió el Espíritu Santo, quien los guiaría hacia la plenitud de la verdad. Los apóstoles quizás se preguntaban cómo podrían cumplir la misión de ir por todo el mundo para compartir la buena nueva, pero Jesús les aseguró que el Espíritu Santo sería su guía.
De alguna manera, los apóstoles recibieron el «GPS» definitivo–el Espíritu Santo–para navegar el camino de la Iglesia a través de los siglos, hasta el momento del regreso de Cristo. Así como un GPS conoce el camino por delante, el Espíritu Santo conoce la senda que nos llevará seguros al Padre. Desde el principio, la Iglesia de Cristo, a través de los apóstoles y sus sucesores, ha caminado con la certeza de que es el Espíritu Santo quien la guía y la conduce a través de las diferentes épocas de la historia. Cada periodo ha sido único, marcado por sus propias crisis, pero el Espíritu Santo, plenamente consciente del plan de Dios, ha revelado continuamente las respuestas y los caminos que permiten que la Iglesia avance y supere estos desafíos.
La historia nos muestra que esta guía nos ha llevado hasta donde estamos hoy, guiados por el Espíritu de Cristo, el Espíritu de verdad. Hoy, los obispos, sucesores de los apóstoles, junto con el sucesor de san Pedro, se han reunido para discernir lo que el Espíritu Santo está diciendo a la Iglesia en este momento apóstolico. En este sínodo, buscan escuchar la guía del Espíritu ante la crisis actual que enfrenta la humanidad.
La Iglesia de Jesucristo no camina sola, ni está a la deriva. No se deja llevar por los cambios modernos del mundo de hoy. No, la Iglesia de Cristo tiene su «GPS» espiritual, uno que nunca ha fracasado y nunca fracasará. Esta guía es fiel porque no actúa por cuenta propia, sino que recibe todo del Padre y del Hijo. Dios está al timón de la Iglesia, no el hombre.
El arzobispo Samuel J. Aquila nos invita a todos a orar con él y los obispos de la Iglesia universal por una sincera apertura a la plenitud de la verdad, para que la comunión y la armonía en el Espíritu Santo se manifiesten en cada participante del sínodo. Que los miedos, las ideas personales o las agendas individuales no se impongan ni resistan la acción tierna del Espíritu Santo, para que la Iglesia de Jesucristo continúe caminando sobre las aguas tormentosas de nuestro tiempo, con la luz y la guía segura del Espíritu Santo hacia Jesucristo, quien es el camino, la verdad y la vida.