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“La meta es la santidad”: el camino de Linda Platt con la Escuela Bíblica Católica de Denver

Cuando la tragedia tocó su vida, la historia de Linda Platt cambió para siempre, no solo por la pérdida, sino por un encuentro más profundo con Cristo.

Criada en México en una familia católica muy unida, Linda Platt siempre soñó con ser misionera. Sin embargo, cuando su madre murió de manera repentina en un accidente automovilístico mientras Linda esperaba a su segundo hijo, comenzó a cuestionar sus creencias.

“Fue un momento muy difícil en mi vida”, compartió Linda. “Aunque había sido católica toda mi vida, llegué a un punto en el que empecé a cuestionar al Señor. No entendía por qué había pasado esto”.

Linda creció en una cultura donde la familia era el centro, por lo que la muerte de su madre la dejó sin rumbo.

“Estaba perdida”, recordó. “Sabía de Dios, pero en realidad no lo conocía”

Un domingo, vio en el boletín parroquial un anuncio sobre un retiro en la parroquia Spirit of Christ, en Arvada.

“No sabía que estaba relacionado con la Escuela Bíblica Católica de Denver”, explicó. “Solo sabía que necesitaba ir. El Señor tocó mi corazón en ese momento. Me di cuenta de que lo que anhelaba no estaba en el mundo, sino en una relación más íntima con él”.

Linda había estudiado ingeniería en México y trabajó en ese campo durante varios años, pero su trabajo no la llenaba plenamente.

“Siempre tuve ese deseo misionero que no estaba viviendo”, dijo. “Quería ayudar a la gente, dar más de mí”.

Después de asistir al retiro, se inscribió en la Escuela Bíblica Católica de Denver y completó los dos primeros años del programa. Esa experiencia la impulsó a ir más allá.

“Sentí que el Señor quería más de mí”, expresó. “Así que decidí dejar mi carrera en ingeniería y dedicarme de lleno al ministerio en el Augustine Institute”.

Eventualmente obtuvo una maestría en teología bíblica en el Augustine Institute y se involucró profundamente en la escuela bíblica de St. John Vianney. Su formación bilingüe le abrió nuevas oportunidades para servir.

“El Señor utilizó los talentos que me dio”, agregó. “Comencé traduciendo el plan de estudios de la Escuela Bíblica al español y ayudé a abrir las primeras clases en nuestro idioma. Fue un reto, pero entendí que era el Señor quien obraba a través de mí”.

Linda impartió los cursos de primer y segundo año en la Escuela Bíblica en español —historia de la salvación, los evangelios sinópticos y las cartas de san Pablo.

“Le digo a mis alumnos que encuentren un versículo que les hable y lo tomen como su llamado”, expresó. Para ella, ese versículo es el Salmo 27, 8: ‘Señor, tu rostro busco: no me ocultes tu rostro’.

A través de la enseñanza, Linda aprendió a ver el éxito desde otra perspectiva.

“El Señor me ayudó a desprenderme de las cosas del mundo”, dijo. “No se trata del éxito ni de los logros. La meta es la santidad: ser imitador de Cristo”.

Sus años como estudiante y docente profundizaron su comprensión del discipulado.

“Antes pensaba que era yo quien hacía el trabajo”, reconoció. “Pero el Señor me mostró que es él. Nosotros solo le damos nuestra libertad, y él hace el resto”.

Linda ha visto innumerables vidas transformadas a través de la Escuela Bíblica.

“Cada estudiante termina el programa siendo una persona diferente”, aseguró. “La Palabra de Dios transforma corazones”.

Recordó el caso de un hombre que llegó al programa enojado con Dios debido a la relación conflictiva con su padre.

“A través de la Escritura, dijo que el Señor sanó su corazón y le ayudó a perdonar”, contó Linda.

Otra mujer, que había perdido a su madre a temprana edad, encontró paz después de años de resentimiento.

“Se dio cuenta de que el Señor nunca la había abandonado”, expresó.

Para Linda, esas historias reflejan su propio camino. Ambos padres han fallecido: su madre antes de iniciar la Escuela Bíblica y su padre poco después de obtener su maestría.

“Entre esos dos sufrimientos, el Señor me acompañó”, afirmó. “Él estuvo ahí en todo momento”.

Aunque alguna vez soñó con ser misionera en África, Linda ha comprendido ahora su llamado misionero de una manera nueva.

“Aquí tenemos otro tipo de pobreza: una pobreza del alma”, explicó. “La gente tiene hambre de sentido. La Palabra de Dios sacia esa hambre”.

Linda animó a otros a decir “sí” a esa misma invitación de encuentro con Cristo a través de la Sagrada Escritura.

“Antes de que nosotros busquemos al Señor, él ya nos está buscando”, dijo. “Muchos piensan que no tienen tiempo, pero es su tiempo. Dale una oportunidad, y transformará tu vida”.

Su mensaje es de esperanza, gratitud y confianza.

“El sufrimiento siempre tiene un sentido”, afirmó. “Si dejamos que el Señor nos guíe, veremos que todo —incluso el dolor— vale la pena”.

¡Felicidades, Linda, por haber sido nombrada Discípula del Mes de la Colecta Anual del Arzobispo!

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