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viernes, abril 18, 2025
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Muchos siguen expresando su cariño al Padre Tomás

Al cabo de algunos días después del fallecimiento del P. Tomás Fraile, quien fuera párroco de St. Cajetan por 41 años en Denver,  muchos siguen expresando su gratitud, por tantos años de servicio, servicio y compromiso.  No en vano,  alrededor de 11,500 personas visitaron la parroquia St. Cajetan entre el 24 y 26 de marzo, parar darle el último adiós a su gran pastor, amigo y maestro.

Cuidando las almas

Multitudes abarrotaron la perroquia, pues a lo largo de todos sus años de servicio, el P. Tomás tocó tocado la vida de muchos. De ahí que el Cardenal Francis Stafford, quien hace años fue Arzobispo de Denver,  señaló en su mensaje de condolencia que fue «un cazador de almas”.

Mons. Samuel Aquila, Arzobispo de Denver, quien presidió la misa de resurrección, dijo que el P. Tomás «buscó incansablemente llevar a cabo la tarea evangelizadora en la parroquia San Cayetano y será recordado por sus hermanos Teatinos, la parroquia y los católicos del norte de Colorado, como un sacerdote que demostró una gran cercanía a la gente. Lo vamos a extrañar”.

Mons. Bernard Schmitz, Vicario para el Clero, afirmó con afecto que “fue un hombre muy gentil, y creo que esa es una de las razones por las que mucha  gente se vio atraída hacia él”. El P. Tomás “tenía un gran amor por la Escritura y la vivía. No era un hombre de prestigio, ni buscaba el honor, sino el servicio”.

Mons. De los Santos, Vicario para el Ministerio Hispano también lo echará de menos.  “Había un aprecio reciproco muy grande entre él y yo. Hay algo que llevaré conmigo toda mi vida y es que la noche anterior a su fallecimiento fui a verlo, le leí unos pasajes del Evangelio y él ya no podía hablar, pero apuntó con su dedo índice hacia mí y luego llevó su mano a su corazón, luego apuntó con su dedo hacia el cielo y cerró su puño en señal que estaba tocando la puerta del cielo”.
Memorias de su familia extendida

“Él ha sido mi mentor”, señaló Mary Ellen Chávez, quien fue bautizada en la primera iglesia de San Cayetano, localizada en el Auraria Campus. “Lo he conocido toda mi vida,  ha sido todo para mí, me ha apoyado mucho”, comparte Chávez.

Para Linda Sosa, el P. Tomás, con quien trabajó de cerca por muchos años fue un gran amigo y maestro. “Siempre buscaba que aprendiéramos a conocer a Jesús”, dijo Linda. Ella lo conoció apenas llegó a Denver en 1984.  “Vine a vivir con mi hermano, que era Testigo de Jehová, y yo andaba en busca de una comunidad católica. El P. Tomás tenía un programa de radio, llamé a la radio, y le conté  de mi situación. Me preguntó dónde estaba y fue por mí, dejó su carro en mi casa y nos vinimos a la Iglesia juntos en el autobús, lo hizo para enseñarme cómo llegar a la parroquia”, cuenta Linda. Ella era catequista en México y el P. la invitó a trabajar en la parroquia: “Me abrió las puertas de la Iglesia y ahí empecé mi aventura como Católica. La amistad iba más allá de la vida espiritual, pues se preocupaba por mi familia, gracias a él mi hermano regreso a la Iglesia Católica”.

María Susana Castor, parroquiana por 40 años, consideraba al P. Tomás como parte de su familia. “Yo estaba recién llegada de México, era joven y tenía muchas preguntas, mucho miedo, y él nos guiaba, nos consolaba. Ha sido para mí un hermano, un amigo, y mi compadre”.

Para Consuelo Fuerte, el padre fue su guía espiritual. “Ha sido parte de mi vida desde que tenía diez años. Él me dio mi primera comunión, también me casó. Bautizó a mis tres hijos y les dio la primera comunión”. El padre era un miembro más de la familia. “Era muy cercano, nos visitaba en la casa todos los miércoles de ceniza, después todos comíamos todos juntos”.

Rafael Vilches tuvo la oportunidad de cuidar al P. Tomás y acompañarlo en su tiempo de enfermedad y comparte que “el padre me enseñó la bondad, el servicio al hermano. Nunca se olvidó de su pueblo, de su comunidad que tanto quiso”.

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