52.1 F
Denver
sábado, agosto 23, 2025
InicioConoce tu fePor qué se convierten: conversaciones con nuevos católicos

Por qué se convierten: conversaciones con nuevos católicos

Ni la falta de hogar, ni el divorcio, ni la adicción, ni la soledad, ni la ansiedad, ni las heridas impiden que estos nuevos católicos se acerquen al amor de Dios. 

Hemos visto datos preocupantes sobre la cantidad de personas que abandonan la Iglesia. 

Hemos escuchado mucho sobre la edad apostólica en la que vivimos: una época en la que el cristianismo ya no es lo normal, en la que cada vez más personas no conocen a Cristo. 

Un entorno así plantea una gran pregunta: ¿Por qué ser católico? De verdad, ¿por qué practicar alguna religión, y especialmente esta? 

Sin embargo, año tras año, algunas personas toman la desconcertante decisión de abrazar la fe católica, una elección hacia la que se sienten atraídas de forma inexplicable. Encuestas recientes muestran incluso que ese número podría estar aumentando, especialmente en países donde la Iglesia parecía disminuir, como Francia e Inglaterra. 

Pero ¿por qué? 

Lane, Larry y Jack Robinson tras la Vigilia Pascual, el 19 de abril de 2025, tras ingresar en la Iglesia católica en la parroquia católica Our Lady of the Valley, en Windsor. (Foto proporcionada)

“Sentía que algo me faltaba. Sentía que le faltaba algo a mis hijos”, recuerda Larry Robinson. Aunque fue criado como metodista, nunca se involucró realmente en su comunidad eclesial. Según cuenta, vivía demasiado centrado en sí mismo, haciendo lo que quería. Pero todo eso cambió de repente, muchos años después. 

“De pronto me cayó el veinte, me di cuenta de que familia necesitaba esto, y que les había estado privando al menos de exponerlos a esto”, compartió Larry. “Sentía que les estaba fallando, porque yo sí tuve eso de niño: tenía una idea de Dios, de la Iglesia, del bautismo y todo, pero simplemente decidí no tomarlo en serio. Y ellos nunca habían sido expuestos a nada de esto, y sentí que eso era perjudicial en ese momento”. 

Esa repentina claridad lo llevó, sin saber bien por qué, a asistir a Misa por primera vez en décadas. De niño y durante la universidad, había asistido a Misa con amigos y recordaba experiencias positivas, pero nunca buscó avanzar en su fe. 

“Lo sentí más real. Lo sentí como presencia real, como la presencia de Dios. Simplemente lo sentí más real”, recordó. 

Esta vez, a medida que crecía en la fe, Larry llevó a su familia con él para unirse a los candidatos y catecúmenos en la parroquia Our Lady of the Valley en Windsor, recorriendo juntos el camino de la Orden de Iniciación Cristiana de Adultos (OICA), el proceso mediante el cual los adultos entran a la Iglesia católica. 

Fue una atracción misteriosamente magnética, una que Larry todavía no sabe explicar, pero que se repite en muchos testimonios de nuevos católicos. 

La familia Joslin posa para una foto en la Catedral Basílica de la Inmaculada Concepción tras el rito de elección, en el que el arzobispo local recibe a quienes se preparan para entrar en la Iglesia católica. (Foto proporcionada)

Para Andrew Joslin, jefe de bomberos en Nederland quien creció episcopaliano, una sensación similar de vacío lo llevó a buscar algo más. Con el paso de los años, se había alejado de la fe, en gran parte debido a una relación difícil con su padre. Durante 16 años, Andrew no habló con él; en ese tiempo, se casó y tuvo hijos. Pero un día, sin previo aviso, su padre lo llamó para su cumpleaños, y todo cambió. 

“Por alguna razón, para mí era más importante tener una conversación con él e intentar integrarlo de nuevo en mi vida. Sentía que había tantas cosas que quería que supiera”, recuerda Andrew sobre aquella llamada providencial. “Realmente no me importaba tanto el pasado. Lo sentía muy lejano”. 

Esa llamada inesperada provocó una reconciliación aún más sorprendente entre Andrew y su padre. Según Andrew, fue la primera ficha de dominó que cayó en su camino de regreso a la fe. 

“Creo que ese fue la primera pequeña ancla de mi fe en Dios que comenzó a crecer otra vez, ese primer paso de sumisión a algo más grande que yo”, dijo. 

Reconciliarse con su padre, convertirse en papá y conocer a un grupo sólido de hombres en la parroquia St. Rita en Nederland —otro encuentro casual, sin duda— abrió los ojos de Andrew a un horizonte mucho más amplio. De pronto, se dio cuenta de que se estaba perdiendo de algo importante. 

“Había una faceta de mi vida que nunca había visto. Y estaba listo para algo”, recordó. “Mi esposa y yo habíamos visitado todas las iglesias en los alrededores de Nederland, y ninguna nos hablaba. Siempre faltaba algo en cada una. Y en cuanto fui a Misa, dije: ‘¡Aquí está! Esto es lo que buscabas’”. 

A partir de ahí, todo cambió. Y la transformación no pasó desapercibida para su esposa e hijos. A media que comenzó a orar, dejó de beber y dejó atrás la ira, la frustración y la ansiedad. El cambio fue tan impactante que su esposa y su hijo decidieron seguirlo a la Iglesia católica, deseando lo que él había encontrado. Su hijo, Billy, incluso empezó a acompañarlo a su hora santa diaria. Meses después, Billy organizó su propia hora santa mientras su papá asiste a las clases de OICA —¡con solo nueve años! 

“En el último año, he reorientado absolutamente todas las prioridades de mi vida para centrarme en Dios: cada mañana, durante el día, por la noche. Todo cobra sentido Durante mucho tiempo sentí que me faltaba”, dijo Andrew. 

«Mi hijo solo quería más», dijo Andrew sobre el camino de fe de Billy junto a su padre. A medida que Andrew aprendía y crecía cada vez más, la curiosidad de Billy se despertó, lo que lo llevó a la Iglesia católica esta Pascua. En esta foto, firma el libro de los elegidos con su padrino, Austin, miembro del grupo de hombres de la iglesia St. Rita en Nederland, el grupo en el que Andrew conoció por primera vez la fe católica. (Foto proporcionada)

Aunque en su momento no supieron describirlo, muchos católicos recién iniciados dicen haber tenido un momento en el que piensan “yo quiero lo que ellos tienen”. 

Para Kathy Conde, ese momento llegó después de mucho sufrimiento. Recién salida de un doloroso divorcio con el padre de su hijo y de una relación fallida con otro hombre, se mudó a las afueras de Boulder para estar sola. Encerrada en una prisión que ella misma creó, Kathy se automedicó con alcohol durante seis años para mitigar el dolor. 

“Estaba bebiendo demasiado y sola, deseando estar sola, pero al mismo tiempo clamaba a Dios constantemente. Siempre había orado desde el corazón directamente a Dios pidiendo ayuda. Mi vida fue difícil por todos los conflictos en mi familia”, recordó. “Le decía a Dios: ‘¿Me amas? Te necesito. ¿Me amas?’ Pero, por supuesto, no podía sentir nada”. 

Desdichada en su aislamiento autoimpuesto, Kathy finalmente buscó ayuda y fue conectada con un grupo de recuperación en línea con sede en California. En ese grupo conoció a una mujer —quien luego sería su madrina en el proceso de recuperación— que cambiaría su vida. 

“Hablaba mucho de la solución espiritual, del aspecto espiritual de su recuperación. Y hablaba con tanta alegría sobre su crianza católica. Ella fue católica toda su vida y le encantaba. Entonces comencé a llamarla y hablábamos sobre la Iglesia”, compartió Kathy, con la voz entrecortada. “Fue como encontrar el tesoro más maravilloso”. 

Kathy no era ajena a la fe. Había tenido experiencias con las tradiciones bautista del sur y episcopaliana antes de decidirse a darle una oportunidad al budismo en la universidad. En realidad, fue más que una simple prueba: practicó esta tradición meditativa durante una década, incluso estudiando escritura en la universidad Naropa, la universidad budista en Boulder. 

Pero cuando llegaron las crisis, Kathy compartió que ni su fe, ni sus prácticas centrantes habían sido suficientes para responder a su desgarrador clamor: “¿Por qué?”. 

“No era algo en lo que pudiera apoyarme en ese momento de verdadera crisis”, dijo. “Di todo lo que tenía, y al final sentí que esto no era algo en lo que pudiera sostenerme en ese tiempo tan terrible”. 

Esa lección difícil coincidió con el testimonio alegre de su madrina de recuperación y la llevó a considerar unirse a la Iglesia católica en la parroquia Sacred Heart of Jesus en Boulder. Ahora, como nueva hija de Dios mediante el bautismo, Kathy asegura con firmeza que la Iglesia católica es “la verdadera”. 

“Sé muy bien que la Iglesia católica es la verdadera, porque busqué tanto y me quedé con las manos vacías tantas veces”, compartió. “Tengo que decir que tengo 66 años —¡y pueden publicar eso! — tengo 66 años y me acabo de convertir al catolicismo, y es lo mejor que me ha pasado en la vida”. 

Kathy Conde recibe su vela bautismal tras ser bautizada durante la Vigilia Pascual en la parroquia Sacred Heart of Jesus en Boulder. (Foto cortesía de la parroquia Sacred Heart of Jesus)

Al igual que Kathy, Laith también vio cómo su espiritualidad se desmoronaba cuando la vida se complicaba. Criado en un hogar musulmán no practicante, este físico teórico, que estudiaba teoría de cuerdas y enseñaba en Colorado School of Mines en Golden se volvió agnóstico en sus veintes. En los años siguientes buscó respuestas, explorando prácticas meditativas orientales, hasta llegar a creer en Dios en sus treintas. 

“Me metí de lleno en la física porque no solo me daba respuestas intelectuales, sino porque practicarla me provocaba una especie de experiencia trascendente. Sentía que estaba conectado con algo más grande”, recordó sobre la experiencia que más tarde describiría como una “experiencia religiosa”. 

“Diría que en mis veintes era bastante agnóstico, en cuanto al interés en Dios o pensamientos sobre él”, continuó. “Para mí se trataba más bien de explorar esas experiencias transformadoras, esas prácticas meditativas transformadoras, y me cautivó todo eso. Curiosamente, fue a través de esas prácticas que llegué a ser teísta [creyente en Dios] en mis treintas”. 

Posteriormente, exploró el misticismo cristiano y católico, incluso visitando iglesias católicas para orar, pero sin comprometerse con la fe. Todo cambió cuando llegaron los tiempos difíciles, y se dio cuenta de que sus prácticas espirituales ya no eran suficientes. 

“Hace un par de años, el trabajo se volvió más exigente. Mis problemas personales con la ansiedad y la depresión se hicieron más notorios y menos manejables con las prácticas que había usado durante años para automedicarme, por decirlo así. Sabía que tenía que profundizar”, recordó. 

“Aunque he trabajado mucho con prácticas meditativas, al final sentí que ya no me llevaban más lejos”, agregó. “Para mí, fue la sensación de que esas prácticas ya no funcionaban en el sentido de tener experiencias profundas o de sentir una conexión con Dios. Y al entrar en una Misa católica, esa sensación de gracia es increíblemente poderosa”. 

Steve ha pasado por muchas dificultades. Veterano del ejército, ha sufrido trastorno de estrés postraumático y otras enfermedades mentales; ha vivido en la calle; ha sufrido adicciones. Sin embargo, aun así, Dios «comenzó a tocar mi corazón», dijo, y lo ha llevado a la Iglesia católica. (Foto proporcionada)

Para Steve Bentley, el sufrimiento y la dificultad que lo condujeron a la fe fueron aún más dramáticos —y, sin embargo, misteriosamente, redescubrió la fe a través de todo ello. En una historia que solo Dios (y quizá Hollywood) podrían haber escrito, Steve se encontró sin hogar tras una serie de circunstancias desafortunadas. Después de divorciarse de su esposa, para que ella pudiera casarse con otra mujer, Steve dejó Idaho y se mudó a Colorado bajo una nube de oscuridad. Para empeorar las cosas, este veterano del ejército sufrió una enfermedad mental severa tras su servicio y pronto terminó viviendo en la calle. 

“Durante ese tiempo, me alejé totalmente de la fe. Estaba muy enojado. Culpé a Dios por muchas de las cosas que me pasaron”, recordó. Aunque fue criado como protestante y en algún momento se sintió conectado con la fe, a Steve le costó creer. 

Años después, un rayo de luz apareció cuando conoció a alguien de Asuntos de Veteranos (VA, por sus siglas en inglés), quien lo conectó con recursos, vivienda y atención médica. Comenzó su proceso de recuperación, recibiendo tratamiento para la salud mental y dejando atrás el alcohol y la marihuana, que había usado como una forma de automedicarse. 

“Como parte de mi recuperación, Dios empezó a tocar mi corazón de nuevo y a acercarme a él”, dijo Steve. “Y eso se manifestó principalmente al intentar comunicarme con Dios a través de la oración y al volver a leer la Biblia”. 

Steve “retomó lo que había dejado”, leyendo las escrituras e incluso inscribiéndose en una universidad bíblica gracias a los beneficios del VA. Mientras estudiaba, descubrió la perspectiva católica sobre la Eucaristía: que el cuerpo, la sangre, el alma y la divinidad de Jesucristo están misteriosamente presentes en el altar; no un simple símbolo, sino una realidad tangible. Aun así, a pesar de sus mejores esfuerzos por reconectarse y profundizar en su fe a través del estudio, Steve dijo que no era suficiente mientras navegaba su reinserción social. Necesitaba comunidad. 

“Ser indigente es una experiencia muy aislante. Incluso cuando me reconecté y obtuve vivienda aquí en Boulder, no es como que uno empieza a tener relaciones inmediatamente sin alguna forma de conexión”, dijo sobre el deseo que lo llevó a explorar varias iglesias protestantes en el área para “reconectarse con el cuerpo de Cristo”. 

Pero también sentía que algo faltaba, hasta que pasó frente a la parroquia Sacred Heart of Jesus en Boulder un día, durante su rutina de caminata diaria, y se sintió inexplicablemente atraído por las majestuosas puertas de bronce de la iglesia. Durante meses, se detenía frente a la parroquia, contemplando las puertas. En ocasiones, cuando el clima lo permitía, se sentaba a rezar en un pequeño patio junto a la iglesia, que tiene un gran crucifijo. 

«El Espíritu Santo iluminaba esa puerta de una manera muy significativa, diciendo: ‘Esta es mi puerta. Venid a mí y encontraréis descanso'», compartió Steve sobre las puertas de bronce de la parroquia Sacred Heart of Jesus en Boulder. (Foto proporcionada)

“Ese lugar físico, la iglesia, se volvió tan acogedor para mí. Era un lugar de consuelo donde realmente sentía que me conectaba con Dios de una manera muy real y profunda mientras rezaba frente al crucifijo”, recordó. “Así que decidí que tenía que atravesar el proceso que fuera necesario para convertirme en miembro de ese lugar donde ya me sentía tan cómodo”. 

Aunque se sentía bien en las cercanías de la iglesia, no se sentía digno de cruzar esas puertas resplandecientes. “Pasaba junto a la puerta, pero nunca la atravesaba. Simplemente no podía, porque no me sentía digno. No sentía que fuera lo suficientemente bueno para Cristo”, compartió Steve. 

Pero cuando la parroquia reinstaló una estatua del Sagrado Corazón de Jesús sobre esas puertas —una que él nunca había visto antes— no pudo evitar sentirse como Moisés frente a la zarza ardiente (ver Éxodo 3). Para él fue una señal de Cristo, con los brazos abiertos y el corazón encendido, llamándolo a acercarse. Poco después, Steve asistió a una Misa dominical con la comunidad parroquial e inició su proceso de entrada a la Iglesia católica a través de la OICA. 

“Finalmente crucé esas puertas, y sentí: ‘Por fin estoy en casa’”, recordó. “Y ese sentimiento no se ha ido. Ahora, cada vez que entro a Misa, pienso: ‘Por fin estoy en casa’”. 

La familia Lawson tras la Vigilia Pascual, el 19 de abril de 2025, en la parroquia católica Our Lady of the Valley, en Windsor. (Foto proporcionada)

Para David y Kelsey Lawson, ex pastor de jóvenes no denominacional y esposa de pastor con formación en tradiciones adventista del séptimo día y bautista, fue un sentido similar de comunidad lo que los atrajo hacia la Iglesia católica, incluso en medio de grandes dificultades y fuertes prejuicios previos sobre ella. A pesar de su compromiso con la iglesia que David ayudaba a pastorear, con el tiempo experimentaron un agotamiento espiritual severo que los llevó no solo a dejar esa comunidad, sino también a alejarse del cristianismo por completo. 

“No sentirme culpable; no quiero criar a nuestros hijos con eso”, recuerda Kelsey haber pensado en ese momento. 

Comenzaron a explorar prácticas espirituales alternativas como el yoga y las cartas del tarot mientras buscaron de significado en esta nueva etapa de vida. 

Pero cuando llegó la pandemia de COVID y la madre de David fue hospitalizada e intubada, todo cambió. 

«Recuerdo ese momento en que la incertidumbre, toda esa energía positiva y todo lo relacionado con la nueva era se esfumaron», explicó David. Mi fe en Cristo regresó en ese momento. Comencé a orar en el nombre de Jesús. Comencé a orar por sanidad en el nombre de Jesús. 

“Fue la enfermedad de la madre de David lo que lo impulsó, cuando se dio cuenta de que dependía de eso. Creo que ambos nos dimos cuenta de que no le estábamos dando a nuestros hijos esa misma oportunidad”, añadió Kelsey. “Así que, cuando ellos enfrentaran tiempos difíciles en el futuro, no tendrían esa esperanza a la que recurrir. Así que ahí fue donde empezamos a retomar el tema”. 

Así comenzó el reencuentro de la familia Lawson con la Iglesia. En su búsqueda de conexión y comunidad significativas, exploraron varias iglesias en el norte de Colorado, pero siempre encontraron que algo faltaba, de una forma casi inexplicable. 

Hasta que un día, Kelsey conoció a una familia con siete hijos en una alberca local y sintió una conexión inmediata. En algún momento de la nueva amistad, le preguntó a la mamá de la familia a qué iglesia asistían. 

“Me dijo, ‘Our Lady of the Valley’”, recordó Kelsey. “Enseguida supe que era católica, y de inmediato pensé: ‘Bueno, a esa no vamos a ir, obviamente es una secta’”. 

Pero a través del testimonio alegre de esos nuevos amigos y de otros, además de invitaciones constantes a grupos de estudio bíblico, charlas teológicas, grupos pequeños y eventos parroquiales, la familia Lawson comenzó a cuestionar sus prejuicios sobre el catolicismo. 

“Muchas de las ideas preconcebidas que teníamos sobre la Iglesia católica fueron desapareciendo”, dijo David. “Así que, al desaparecer eso, pensé: ‘Bueno, no es que me vaya a hacer católico, pero al menos puedo bajar la guardia con otras ideas preconcebidas que he tenido durante tanto tiempo’”. 

A medida que las nubes de prejuicio se disipaban y la calidez de la comunidad brillaba sobre sus vidas, David y Kelsey empezaron a sentirse atraídos hacia la parroquia de Windsor. 

“Creo que una gran parte de lo que nos atrajo no fue solo conocer a Andrew y Rebecca y a su familia, sino que, a través de su grupo bíblico, Kelsey ha conocido a muchas mujeres maravillosas, y yo he conocido a varios de sus esposos”, añadió David. “Ese llamado comunitario tuvo un impacto enorme. Es un ambiente muy acogedor. Unos hombres que apenas conozco han sido increíbles, con conexiones muy auténticas”. 

Kelsey se unió a la Iglesia en agosto del 2023, y esta Pascua, David y sus dos hijos mayores fueron bautizados, confirmados y recibieron a Jesús en la Eucaristía por primera vez. 

Kathy posa para una foto después de la Vigilia Pascual con su hijo. A través de su proceso de conversión al catolicismo, dice que tiene nuevas esperanzas de transformación y mayor libertad para su hijo y el resto de su familia. (Foto proporcionada)

Para todos estos nuevos católicos, la gracia de Dios se ha adelantado a sus pasos, inspirándolos de formas misteriosas. Al abrazar esa participación invisible pero poderosa en la vida de Dios, han visto brotar frutos sorprendentes. Al reconciliarse con el Señor a través del sacramento de la reconciliación, muchos han encontrado también una libertad y reconciliación profunda con sus seres queridos. 

“He encontrado la liberación por primera vez en mi vida, algo que había buscado durante muchísimo tiempo”, compartió Kathy. Para ella, esa libertad llegó en forma de un momento inesperado —incluso milagroso— de perdón hacia su madre. A pesar de las dificultades graves que arrastraba desde su infancia, Kathy se sintió impulsada a perdonar a su madre total, completa y sin reservas. 

“No fue algo racional, pero algo dentro de mí abrazó por completo la capacidad de perdonar a mi mamá, y cuando lo hice, incluso tuvo un efecto en ella”, compartió del momento. Aunque no pudo expresar verbalmente ese perdón a su mamá, notó un cambio dentro de sí que le dejó una profunda esperanza para su familia, incluido su hijo. 

“Fue algo verdaderamente hermoso”, continuó. “Ese perdón se extendió a todo. Y eso sucedió porque lo pedí. Le pedí a Jesús que me ayudara. Ha sido algo enorme. De verdad, creo que, si soy capaz de avanzar en perdonar algo que me dolía tanto, eso puede tener un efecto dominó que incluso llegue a mi hijo, y que definitivamente afectó a mi madre. Lo sentí. Fue como si todo se hubiera transformado”. 

Esa experiencia de perdón y reconexión también ha llevado a Kathy a tomar una decisión profunda: dejar atrás su encierro autoimpuesto. 

“Me voy a mudar. Voy a vender mi casa en el cañón, regresar al valle y unirme a la comunidad”, dijo. “Quiero servir en la iglesia, a la Iglesia, de manera más constante. Lo hago desde aquí, pero a veces quedo atrapada por la nieve, y es difícil. Ya no quiero estar aislada. Quiero reintegrarme a la sociedad, unirme a la Iglesia, quizá hacer algo con mi escritura al estar allá. Rezo por la voluntad de Dios y deseo su voluntad para lo que viene. Sé que tengo que hacer algo. No puedo seguir aquí arriba como eremitaña”. 

Steve también ha experimentado una notable reconciliación con su hijo menor, ya que ha retomado su fe y se ha preparado para entrar en la Iglesia Católica. 

“Ha habido no solo un poco, sino mucha sanación en nuestra relación”, comentó, aunque señala que su relación con su hijo mayor sigue siendo distante. Aun así, Steve tiene esperanza. “Todos los días rezo por mis hijos, pero no necesariamente para que se reconcilien conmigo. Rezo para que sepan que son amados, que son dignos de amor. Y después, solo tengo que confiar en que, con la ayuda de Dios, algún día tendremos una mejor relación”. 

Por su parte, Larry también ha notado cómo su camino de fe ha fortalecido la unión familiar. 

«Nos hemos casado cinco veces», compartió Andrew, antes de añadir rápidamente: «¡Entre nosotros!». La pareja recientemente validó su matrimonio, es decir, lo reconoció y bendijo la Iglesia católica. «Nos queremos mucho y seguíamos haciéndolo una y otra vez, como si siempre faltara algo. Finalmente, ese vacío se llenó con el sacramento, que era lo que faltaba. Eso era realmente lo que faltaba en nuestras vidas, en nuestro matrimonio», explicó Andrew. (Foto proporcionada)

“Éramos felices antes, pero ahora parece que lo somos aún más. Estamos mucho más unidos como familia, al hacer esto juntos y vivir este proceso”, compartió. “Siento que esto nos ha unido de una manera mucho más profunda que simplemente hacer deporte o salir de vacaciones. Es algo que nos va a durar toda la vida”, agregó. 

Para Andrew y su esposa, así como para David y Kelsey, el proceso de convertirse al catolicismo ha traído consigo la reconciliación tanto a sus matrimonios como a sus familias. 

“Nunca habíamos sentido que estamos en la misma página como hoy”, dijo Andrew. “Nuestras discusiones son normales, sanas, amorosas y siempre vienen desde un lugar de cariño. Y eso no era así antes. Cuando uno se entrega de verdad al otro, confiando en que el otro también lo hace, se abren muchísimas cosas en la vida”. 

“Definitivamente siento que nuestro matrimonio se ha fortalecido muchísimo”, señaló Kelsey, recordando a David y su experiencia. “Estábamos al borde del divorcio cuando nuestro hijo tenía dos años”. 

“Le doy el crédito a Dios por habernos mantenido unidos”, añadió David, quien comentó que “en realidad es un milagro” que hayan permanecido juntos, especialmente considerando que “durante ese tiempo no estábamos centrados en Dios ni en nada espiritual”. 

“Esa ha sido mi oración últimamente”, continuó Kelsey. “Solo quiero que Dios sea el fundamento y el centro de nuestra vida. Nunca lo había sido antes. Ya ha empezado a serlo, y eso ha cambiado por completo nuestro matrimonio. Nos ha hecho más amorosos el uno con el otro y con nuestros hijos, y ha traído muchísima paz, y mucha más dependencia de Dios, en lugar de depender de nosotros mismos”. 

“Creo que, al final, lo que mi conversión y mi nueva forma de poner a Dios en el centro, me ha ayudado a tener una paz total en medio del caos”, dijo Andrew. Llamado a servir a su comunidad en un rol particularmente exigente, este socorrista ha visto una transformación radical en su vida desde que puso a Dios en primer lugar. 

“Ha sido un año increíble, increíble, de verdad. No puedo creer que solo ha pasado un año, pero nuestras vidas han cambiado para siempre”, dijo. 

Para Laith y todos los nuevos católicos, ese encuentro personal con Jesús y con su Cuerpo —a través de la Iglesia, la Eucaristía y los pobres— lo ha transformado todo. 

“En última instancia, la razón por la que estoy aquí haciendo esto es por algo profundamente personal. Con mis altibajos en este proceso, sí abrazo y amo los momentos en que me eleva la gracia”, compartió Laith. “Cuando abro mi corazón… pienso en las personas que amo, en quienes tengo en mi vida, y surge un sentido mucho más profundo de cuidado por ellas. Siento una integridad interior”. 

“Cuando pienso en los que amo, en poder sentir compasión por ellos con menos carga emocional, eso me encanta, y es lo que deseo”, concluyó. 

“Estoy tan agradecida de haber encontrado la Iglesia”, añadió Kathy, reflexionando sobre su experiencia. “Estoy tan emocionada, y simplemente siento el amor. Siento el amor de Dios. Ahora es inconfundible. 

“Es por la Iglesia católica. De verdad. Ella ha abierto el camino para que pueda sentir el amor —el amor de Dios”, concluyó. 

André Escaleira, Jr.
André Escaleira, Jr.
André Escaleira es el editor de Denver Catholic y El Pueblo Católico. Nacido en Connecticut, André se mudó a Denver en 2018 para servir como misionero con Christ in the City, donde servió por dos años.
Artículos relacionados

Lo último