Esta serie, que durará varias semanas, es un recuento de la “Sabiduría de Walburga” desde la mente y el corazón de la madre Maria-Michael, O.S.B., la abadesa de la comunidad, en respuesta a algunas de las preguntas y preocupaciones fundamentales de innumerables católicos en el camino al Cielo.
‘Fidelidad perseverante’
Puede ser fácil perder la esperanza y desesperarse ante los muchos desafíos de nuestro tiempo. Con la guerra, el hambre, la pobreza, la injusticia, la fe en declive, la persecución, la enfermedad y el sufrimiento, el quebrantamiento del mundo está a la vista.
Sin embargo, el mensaje del evangelio es uno de esperanza. El cristiano está llamado a ser la sal de la tierra y una luz para las naciones, predicando la buena nueva de Jesucristo y trayendo esperanza al mundo. El llamado a ser sal y luz, sin embargo, se cumple solo en y a través de la bendita iniciativa de Dios.
“Eso es totalmente la obra de Dios”, dijo la madre María-Michael cuando se le hizo una pregunta sobre el tema. “Supongo que lo mejor que podemos hacer es ser fieles, vivir una fidelidad perseverante.
“A veces, rezo los votos matrimoniales a Cristo, diciéndole, ‘Te amaré y te honraré todos los días de mi vida, en las buenas y en las malas, en la enfermedad y en la salud’. No creo que ninguno de nosotros pueda hacer eso por su cuenta; realmente es un regalo de Dios”, continuó.
En resumen, Dios da la gracia necesaria para que su pueblo persevere en la fidelidad y la lealtad a su plan. Santa Teresa de Calcuta lo expresó bien cuando dijo, “Dios no me ha llamado a tener éxito. Me ha llamado a ser fiel». Sin mirar los posibles frutos de nuestras acciones, estamos llamados a una humilde fidelidad al ofrecer lo que el Señor nos pide con gran amor.
“Hay que decir, ‘Señor, te doy esto. Eres libre de usarlo como quieras’. ¿Y no es esa la verdad? Cuando le das a alguien un regalo, ¡no puedes decirle cómo usarlo! Al dar el regalo, necesitas entregárselo completamente y decir: ‘Espero que lo disfrutes’. El regalo de nuestra vida es que él ya ha muerto por nosotros. Este es un pequeño retorno a lo que ha hecho, solo un pequeño retorno”, dijo la madre.
“Sin embargo, la gracia simplemente brota. Solo puedo decir que, si Dios decide dejarla manar y fluir bajo nuestros pies y sobre otras personas, así sea, y alabe a él. Que ellos sean tocados para hacer lo mismo,” continuó. “No sé qué suponer de eso. Claro que espero, pero solo puedo decir en fe, ‘Creo que lo usará para el bien de su Iglesia y el bien de la humanidad’. Amo a la Iglesia. Amo a la Iglesia porque es el Cuerpo de Cristo, y es lo que él ama”.
A pesar de la enfermedad o la salud, en los buenos o en los malos momentos, Dios llama a cada uno a la fidelidad. Independientemente de las circunstancias externas y los desafíos reales, Dios nos llama a ser fieles en el amor y a esperar que él “haga que todas las cosas trabajen para bien de los que lo aman” (Rm 8, 28).
La sabiduría de Walburga radica en un compromiso renovado con la humildad, la fidelidad perseverante a la voluntad y el plan de Dios para cada uno de nosotros.