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viernes, agosto 8, 2025
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Sean mis testigos: el mundo necesita escuchar lo que Dios ha hecho en ti

Por el Dr. Scott Elmer
Director de misión de la arquidiócesis de Denver of Denver

Antes de ascender al cielo, Jesús hizo una promesa a sus discípulos: “Cuando el Espíritu Santo venga sobre ustedes, recibirán una fuerza que los hará ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra” (Hechos 1, 8). El llamado a ser testigos aplica para todos los cristianos, y su belleza radica en su sencillez. Todos podemos dar testimonio en la medida en que hemos encontrado a Jesucristo y hemos sido transformados por él. No se necesita la preparación que requiere un maestro, ni el carisma de un evangelizador. Es el mismo encuentro con Jesús lo que nos capacita para esa misión.

Un testigo comparte cómo Dios ha transformado su vida. Proclama a los demás cómo aprendió a perdonar, a entregarse, a creer, a esperar y a amar. Cuenta experiencias personales que muestran cómo Jesucristo sigue hoy su misión de salvar almas. Estos relatos suelen conocerse como testimonios, y el tuyo, en particular, es de gran valor para la obra de Dios en nuestros días.

¿Por qué compartir tu testimonio?

Una de las razones por las que el Espíritu Santo vive en ti es para darle fuerza a tu testimonio. En general, los testimonios tienen un gran poder. Hay varias razones para ello. En primer lugar, los testimonios son difíciles de refutar. Nadie puede estar en desacuerdo con tu testimonio, como tal vez puede hacer si estuvieras explicando por qué Pedro fue el primer papa. Solo podrían tratar de desacreditarte diciendo que lo que viviste fue otra cosa o que estás mintiendo. En ambos casos, la respuesta parece un ataque personal, y la mayoría de las personas reconoce que eso es grosero. Si eres el tipo de persona que teme entrar en discusiones, el testimonio es una opción muy poderosa de evangelizar.

Otra razón por la que los testimonios comunican eficazmente la bondad de Dios es que son prácticos. A menudo, cuando los fieles escuchan enseñanzas sobre la vida espiritual, se sienten interesados, pero les falta claridad sobre cómo vivirla.

Recuerdo cuando ayudaba a un sacerdote en unos retiros de nuestra parroquia. Él predicaba con una convicción increíble sobre lo que Dios quería para nosotros y sobre la necesidad de responderle. Decía con pasión: “¡La oración es para mover el corazón! ¡Yo oro para abrirle mi corazón a Dios y que me cambie!”. Aunque muchos de nosotros ardíamos de deseo por Dios, no sabíamos cómo “mover el corazón” cuando rezábamos ni lo que quería decir exactamente.

Los testimonios ayudan a cerrar esa brecha. Cuando las personas escuchan tu historia sobre cómo Dios obró en tu vida y te transformó, les ayuda a ver el lado práctico. Los testimonios muestran cómo se ve y cómo se siente cuando Dios hace algo increíble en nuestras vidas.

Además, los testimonios expanden la esperanza de quienes los escuchan. Me ha pasado muchas veces que escucho un testimonio y pienso: “¡Wow! No sabía que Dios podía hacer eso”. En realidad, ninguno de nosotros comprende todo lo que Dios es capaz de hacer. El pastor cristiano Bill Johnson decía que nuestra imagen de Dios se forma, en gran medida, a partir de nuestra creencia en su bondad. Muchos tenemos dificultades para creer que Dios es bueno en todo momento. Algunos creemos que es bastante bueno casi siempre, pero no confiamos plenamente en lo que él mismo nos dice sobre su bondad. Compartir tu testimonio fortalece la fe y la esperanza en la bondad de Dios.

Cómo compartir tu testimonio

Al decir todo esto, ¿cómo compartes tu testimonio? La estructura es bastante sencilla. Divide el testimonio en tres partes: tu vida antes del encuentro, el momento del encuentro transformador y tu vida después. Identifica un tema que atraviese toda la historia. Este tema generalmente señala lo que hizo Dios en ese encuentro. Algunos ejemplos son: de la adicción a la libertad, de la duda a la fe, de la desesperanza a la esperanza, del resentimiento al perdón, etc. Ese tema dará unidad al testimonio.

Comienza compartiendo cómo era tu vida antes del encuentro. Algunos detalles ayudan a entender la transformación que llevará a cabo, pero demasiados pueden distraer o desviar la atención. Comparte lo necesario para que quien te escuche comprenda mejor el encuentro transformador y cómo es tu vida hoy. Los detalles que compartas deben reflejar el tema del testimonio. Si el tema es “de la adicción a la libertad”, habla sobre cómo era tu adicción, cómo afectaba tu vida, tus relaciones, tu relación con Dios, etc. Esos detalles son importantes para comprender tu vida antes del momento de encuentro que lo cambió todo. Evita enfatizar detalles que glorifican un estilo de vida pecaminoso o exagerar solo para hacer que la conversión suene más dramática.

La parte central del testimonio debe enfocarse en el encuentro transformador con Dios. Este es el núcleo del testimonio y merece más atención que las otras partes. Sé honesto sobre lo que pasó. No te sientas inseguro con lo que viviste; no sientas la necesidad de exagerar ningún detalle. Dios obra en la realidad, y vale la pena compartir lo que él ha hecho en tu vida. Haz tu mejor esfuerzo para describir cómo experimentaste la presencia, el amor y la paz de Dios, aunque no encuentres siempre las palabras exactas. Esa dificultad para expresarlo solo aumentará la curiosidad de quien te escucha. Lo importante es glorificar a Dios, proclamando sus maravillas.

Finalmente, “los hechos hablan por sí solos”. La acción de Dios en nuestras vidas produce conversión, transformación y crecimiento. El objetivo del testimonio no es simplemente demostrar que Dios existe, sino que Jesucristo está vivo y puede cambiar tu vida; Jesucristo puede salvarte de todo lo que temes y cumplir tus más profundos anhelos. Tu vida después del encuentro debe reflejar esa verdad. Recuerda seguir el tema. ¿Qué significa la libertad para ti hoy? ¿Cómo ha cambiado tu imagen de Dios? ¿Cómo ha cambiado tu relación con él? Esta sección debe estar llena de los frutos del Espíritu Santo: alegría, paz, bondad, generosidad, paciencia, amor, etc.

Tu testimonio puede cambiar vidas

La Iglesia y el mundo necesitan que compartas tu testimonio más seguido. Las personas necesitan razones para creer. Necesitan ver y oír que Jesucristo está vivo y sigue obrando. Necesitan recordar que el pecado no es obstáculo para el amor del Padre. Necesitan saber que hay esperanza para ellos y para sus seres queridos. Recuerda lo que el Señor ha hecho por ti y responde a su llamado: sé testigo de Jesús hoy.

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