Tras casi diez años de trabajar para la Arquidiócesis de Denver, Lara Montoya, reportera y encargada de publicidad de El Pueblo Católico, se despide y agradece a Dios por todo lo aprendido en esta etapa que culmina. En esta entrevista, Lara nos comparte sus recuerdos, alegrías, así como sus proyectos futuros.
¿Por qué dejas El Pueblo Católico?
Yo soy laica consagrada de la Fraternidad Mariana de la Reconciliación y parte esencial de mi vocación es ser plenamente disponible para el apostolado. El Señor me llama ahora a servir en la comunidad que tenemos en Connecticut.
Estos 10 años han sido muy importantes para la Iglesia, ¿Qué es lo que más recuerdas?
Efectivamente ha sido un tiempo muy bendecido, me han tocado vivir y cubrir momentos históricos. Yo llegué justo en la semana que el papa Juan Pablo II falleció. Fue una manera fuerte de empezar mi misión porque tuvimos que hacer un especial sobre el Papa. Tengo recuerdos muy hermosos de esa fecha en la que tuvimos mucho trabajo. Y luego, hablar del Papa Benedicto XVI y aprender de sus enseñanzas fue un regalo de Dios. Bueno y que decir de la renuncia de un Pontífice, algo que hace siglos no ocurría, y finalmente, la llegada del Papa Francisco, quien nos está trayendo la revolución de la ternura del amor de Dios.
¿Cuál es la mayor alegría que has tenido?
Creo que lo más bonito que me llevo es el contacto con todo el pueblo hispano de Colorado. Parte de mi misión acá, además de ser reportera, era promover el periódico, vender publicidad y lograr conseguir gente que quisiera apoyar esta misión. Eso ha sido una gran bendición porque me ha permitido conocer muchísima gente de todo tipo: negociantes, líderes, gente muy entregada al ministerio hispano, gente muy sencilla y generosa. Ha sido tremendamente conmovedor encontrarme con una comunidad de hermanos muy buenos. Muchos tenían corazones como los de los niños, que podían ver a Dios por esa pureza y esa sencillez de corazón. Con una piedad muy grande. Tuve la bendición de hacer entrevistas muy impresionantes, de gente que ha sufrido mucho y que ha conservado así su fe, hasta mujeres que han entregado la vida por sus hijos. Guardaré en mi corazón innumerables testimonios que me han permitido ver que hay santos en la vida cotidiana. Además fue hermoso encontrar gente que, como se dice coloquialmente, “se puso la camiseta” de El pueblo Católico y nos ha apoyado muchísimo, gente como Mons. Jorge De los Santos, Ana Tiscareño, Sandra Muñoz, Amalia Figueroa, Raquel Pérez, Linda Sosa, Giorgia Berninzon, Sandra Mallea, el Padre Benito, Raúl Serna, Noel De La Rosa, Mavi Barraza, Tomás Lozoya, nuestros corresponsales y podría seguir mencionando muchos otros nombres que han sido parte importante del equipo del periódico.
¿Alguna historia que recuerdes de manera especial?
Hay muchas. Pero nunca olvidaré un detalle muy hermoso de Dios: Hace mucho tiempo, recibí una carta de un señor que estaba en la cárcel. Me dijo que un diácono le había llevado el periódico, y que le había dado mucha esperanza. Me pidió que se lo mandara mes a mes a la prisión. Le enviamos el periódico por dos años. Un día recibí una llamada suya, me dijo que quería seguir recibiendo el periódico y que necesitaba cambiar la dirección porque ese día estaba saliendo libre, me conmoví muchísimo. Fue una experiencia muy fuerte porque uno se dirige a una masa gigante, y a veces no se sabe quiénes nos están leyendo. No siempre tenemos esa retroalimentación. El Señor me permitió conocer una semillita chiquitita que hemos sembrado con nuestro trabajo.
¿Cómo ves el futuro del periódico?
Los planes de Dios son perfectos. Yo recibo una misión cuando el periódico entra en un tiempo nuevo. Dios ha querido marcar ese tiempo así, primero con la partida de Mayé Agama, quien fue editora hace unos meses. Este nuevo momento tendrá una mayor presencia en los medios sociales. Estamos mucho más activos en Facebook, estaremos más presentes en Twitter. Nuestra página web está muy renovada, el año pasado por ejemplo se llevó el premio de la mejor página web de los medios hispanos a nivel de Estados Unidos y Canadá. Creo que hay planes grandes para el futuro.
¿Qué recuerdos de Denver te llevas en el corazón?
Denver es un lugar muy especial para mí porque ésta fue la primera misión que el Señor me encomendó como fraterna, trabajando en El Pueblo Católico pude desplegar mi vocación. En ese despliegue que consiste en despertar al laico en su empeño por anunciar al Evangelio, el Señor me bendijo permitiéndome conocer a laicos muy generosos. Hay un cariño muy fuerte, he hecho grandes amigos, mi corazón se ha ensanchado mucho y siento que me llevo a mucha gente conmigo, no sólo en mi corazón, sino también en mis oraciones. Me voy a la Costa este, pero mi corazón se queda aquí.
¿Y particularmente del ministerio hispano?
Un regalo especial que el ministerio hispano me ha dejado es un enorme cariño y devoción a la Virgen de Guadalupe, he aprendido mucho del amor que el pueblo hispano le tiene. A ella la nombré como socia estrella desde que me encomendaron la misión de buscar patrocinio para el periódico. Fue un gran reto, pues yo era periodista y no tenía experiencia en ventas, así que aprendí a encomendarme a la Lupita. Había meses muy difíciles, en los que no contábamos con ningún aviso, y nos enfrentábamos con la posibilidad de reducir el periódico, yo me iba a la capilla y le pedía a la Virgen, y de verdad sentía que me acompañaba, que se ponía los tacones y la mejor cartera para salir a vender conmigo. Sentía que ella animaba a la gente, porque de buenas a primeras me llamaban a decir que querían apoyar la misión del periódico. Esa relación fue creciendo y se fue convirtiendo en una relación de madre a hija. Siempre tengo muy presente las palabras que la Virgencita le dijo a San Juan Diego: “¿No estoy aquí yo, que soy tu madre?”. Palabras que han resonado todos los días durante mi misión en Denver.
Hace un año tuve la bendición de ir al Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe en México, ahí con alegría descubrí que ella también me había hecho socia suya, pues al estar frente a su imagen, traía conmigo a mucha gente que se había encomendado a nuestras oraciones a través de nuestro Facebook. ¡Que regalo tan grande!, sentir que la Virgencita lleva en su corazón mis preocupaciones y que yo llevo en el mío las suyas, como si nuestros corazones estuvieran unidos. Ahora que parto a una nueva misión, me llevo conmigo a mi socia, la Morenita, a quien aprendí a amar gracias a este hermoso pueblo hispano.