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«Jesús lloró»: 10 años después de la tragedia en la escuela Sandy Hook

Hoy conmemoramos el décimo aniversario de la masacre en la Escuela Primaria Sandy Hook en Newtown, Connecticut. Es un hecho lamentablemente demasiado familiar en los Estados Unidos, y de manera especial en Colorado, pero bastante extraño para el tranquilo estado de Connecticut.

Esta mañana, la arquidiócesis de Denver se unió en oración para conmemorar el terrible aniversario y para suplicar la gracia y la cercanía del Señor para las 26 víctimas que fueron asesinadas así como para todos los heridos y afectados por lo ocurrido en el año 2012.

Un poco más de una docena de fieles del Centro Pastoral de la arquidiócesis, de la parroquia de la Preciosísima Sangre y varios sacerdotes jubilados de Prophet Elijah House se reunieron en el patio del Centro Juan Pablo II para la Nueva Evangelización para recordar, orar y honrar a quienes perdieron la vida hace diez años. Después de leer el nombre de las víctimas, se hizo sonar una campana mientras los participantes rezaban: “Oh, Señor, concédeles el descanso eterno”.

Este servicio de oración y conmemoración me impactó personalmente, ya que nací y me crié en Connecticut, con familiares y amigos en las comunidades de Sandy Hook y Newtown, y estuve presente en la vigilia de oración aquel 14 de diciembre del 2012. Si bien yo no crecí en estas comunidades, sospecho que la mayoría de mis compañeros de Connecticut, especialmente los de nuestro pequeño condado, tienen recuerdos vívidos de dónde estaban ese día.

Aún lo recuerdo: éramos estudiantes de último año en una escuela preparatoria católica. El chirrido del sistema de audio en medio del día nos tomó a mis compañeros de clase y a mí por sorpresa. Lenta, dolorosa y tristemente, nuestra directora compartió el horror con nuestra escuela y nos invitó a detenernos y unirnos a ella en oración. Con lágrimas en los ojos, muchos de nosotros contactamos a amigos, familiares, vecinos y conocidos para confirmar que estábamos bien.

Esa noche, llena de dolor y conmoción, mi madre y yo viajamos la corta distancia para participar en la vigilia de oración por las 26 víctimas, sus familias y amigos, y la comunidad en general en la parroquia de Santa Rosa de Lima en Newtown, Connecticut. La gran iglesia estaba repleta de personas, por lo que encontramos un lugar afuera, agrupados con extraños junto a uno de los vitrales abiertos de la iglesia. Los ministros extraordinarios de la sagrada comunión se reunieron con nosotros en las puertas de la iglesia para que pudiéramos recibir a Jesús, quien ciertamente estaba afligido con nosotros por las atrocidades del día, como lo hizo por la muerte de su amigo, Lázaro: «Jesús lloró» (Jn 11,35).

En las próximas semanas, el clero y las personas consagradas de la comunidad local y de todo el mundo se ofrecieron caritativamente como voluntarios para brindar apoyo a la comunidad, a aquellos que perdieron a alguien y a aquellos conmocionados en respuesta a la profunda pérdida de vidas y paz después de un día tan terrible. Los funerales de los niños y maestros dominaron el calendario parroquial. El apoyo y los obsequios llegaron de todas partes del país. De repente, Newtown era un nombre conocido que atraía las noticias locales, regionales y nacionales, y otras entidades como la Iglesia bautista de Westboro y el grupo de motociclistas Hells Angels.

El duelo, especialmente en Newtown, continúa. Mi corazón continúa rompiéndose por estas familias, amigos y vecinos. La tranquila serenidad de los suburbios y las zonas rurales de Connecticut fue desgarrada por la violencia que cobró tantas vidas aquel 14 de diciembre del 2012. En la arquidiócesis de Denver, lloramos junto a la diócesis de Bridgeport, que también publicó hoy una triste pero conmovedora historia reflexionando sobre esta terrible tragedia.

Hoy, en el décimo aniversario de esta trágica masacre, recordamos a las víctimas; oramos por su descanso eterno; elevamos a sus padres, familiares y amigos, pidiendo al Señor Jesús que se acerque con su compasión, misericordia, amor y consuelo. Y oramos fervientemente para que una tragedia como esta nunca vuelva a suceder, que Dios traiga sanación y paz a cada uno de nuestros corazones y que podamos experimentar la seguridad y la paz necesarias para obtener sanación en el Señor.

V. Concédeles el descanso eterno, oh Señor.
R. Y que la luz perpetua brille sobre ellos.

Y que las almas de todos los fieles difuntos,
por la misericordia de Dios, descansen en paz.

Amén.

André Escaleira, Jr.
André Escaleira, Jr.
André Escaleira es el editor de Denver Catholic y El Pueblo Católico. Nacido en Connecticut, André se mudó a Denver en 2018 para servir como misionero con Christ in the City, donde servió por dos años.
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