21Esta serie, que durará varias semanas, es un recuento de la “Sabiduría de Walburga” desde la mente y el corazón de la madre Maria-Michael, O.S.B., la abadesa de la comunidad, en respuesta a algunas de las preguntas y preocupaciones fundamentales de innumerables católicos en el camino al Cielo.
Vida humilde y oculta
Después de la caída del hombre, Edén es un lugar oculto, disimulado y apartado del mundo. Las escrituras dicen que Dios colocó un ángel para guardar la entrada al jardín.
En Jesús, somos invitados a regresar a esa relación original, a la santidad, pero permanece una cierta ocultación. Tanto Edén como la abadía de Santa Walburga son, en cierto modo, ocultos también, ya que están apartados y reservados para Dios.
“No estamos aquí para ser conocidas”, compartió la madre María-Michael. “Estamos aquí para amar y orar, así que eso es secundario para nosotras en cierto sentido. A quien Dios nos envíe, estaremos felices de recibirlo como a Cristo. Pero nuestro primer objetivo es amar a Cristo en todo”.
Sin embargo, en su vida humilde y oculta, las monjas de Walburga ocupan un lugar privilegiado en el Reino de Dios, en la Iglesia y en el mundo.
“Es como la esposa al lado del rey, diciendo, ‘Sabes, tu pueblo necesita esto. Quiero mencionarte esto’. Sientes que llevas a estas personas a Cristo en tu oración. Pero, sobre todo, estamos allí para alabar a Dios, decirle que lo amamos y agradecerle por lo que ha hecho. Agradecerle por la tierra, agradecerle que nos levantamos hoy y podemos alabarlo. Es realmente una vida de oración, de ir y venir para decir, ‘Te amo. Señor, no eres olvidado. Queremos amarte cada momento’. Esa es la alegría de nuestra vida”, agregó la madre.
En un mundo obsesionado con el éxito, la eficacia y la actividad, las monjas de Walburga encarnan un llamado contracultural a la humildad oculta, la gran gratitud y la profunda devoción. La sabiduría de Walburga que ofrecen a través del testimonio de sus vidas es un testamento del poder perdurable de la humildad. Cada uno de nosotros, sin importar nuestra vocación, puede vivir una medida de esa humildad en nuestras propias vidas.
