Esta serie, que durará varias semanas, es un recuento de la “Sabiduría de Walburga” desde la mente y el corazón de la madre Maria-Michael, O.S.B., la abadesa de la comunidad, en respuesta a algunas de las preguntas y preocupaciones fundamentales de innumerables católicos en el camino al Cielo.
‘La bondad cosecha bondad’
Con una visión robusta de la eternidad, los católicos reconocen que cada acción importa en el gran esquema de las cosas. El comer una manzana en el jardín de Edén rompió nuestra relación con Dios e introdujo el pecado en el mundo. El sí de una humilde joven trajo a la segunda persona de la Trinidad, Dios mismo, al mundo para salvarnos.
Incluso las cosas más pequeñas resuenan en la eternidad cuando se hacen con gran amor.
“Cada acción tiene un efecto eterno, así que, ¿qué voy a hacer con eso? ¿Puedo volverme más consciente de ello todo el tiempo?”, reflexionó la madre María-Michael. “Si me vuelvo consciente de ello y vivo una vida piadosa, ¿quién me verá y hará lo mismo? La bondad cosecha bondad”.
La misma bondad, los mismos pequeños actos de amor, también se aplican a aquellos con quienes no estamos de acuerdo o no nos llevamos bien. “Porque si aman a los que los aman, ¿qué recompensa tendrán? ¿No hacen también lo mismo los recaudadores de impuestos?”, preguntó Jesús a sus discípulos en el sermón del monte (Mt 5, 46-47).
“Es tan importante bendecirnos unos a otros, decir una bendición cuando pasas junto a alguien”, continuó la madre. “Pide a Dios que bendiga a las personas frente a ti. Tienes el poder de bendecir al decir cosas buenas. Si hiciéramos más de eso, ¿no cambiaría el mundo?
“Hay mucho más bien del que conocemos. Conozco a tantas personas que ayudan a otros, quienes ven que otros están en necesidad, y ahí van. Tocan la puerta y preguntan, ‘¿Puedo ayudarte?’ ¿No es eso la Iglesia? Creo que esa es la mayor señal de la Iglesia. Puedes salir y ayudar a los demás. Creo que esa es una de las mayores gracias que vienen cuando realmente vives tu fe”.
La sabiduría de Walburga radica en renovar nuestro compromiso de ser las manos y los pies de Cristo en el mundo. A través de nuestra compasión, amabilidad y bondad, mostramos el rostro de Dios a nuestros vecinos y hacemos que el mundo sea un poco mejor.
