Por Mia Gallegos
Una de las partes favoritas del padre Luke Barder sobre la Orden de Predicadores es su interés a hacer que los que están en los márgenes se sientan vistos, actuando como una voz cercana para la fe católica e invitando a quienes quizá se habían sentido excluidos a entrar en las cuatro paredes de la iglesia.
Ese amor al prójimo que los dominicos ejemplifican es exactamente lo que la iglesia que lleva el nombre del fundador de la orden, la parroquia St. Dominic en Denver, buscó hacer con su reubicación hace 100 años en la intersección de la calle 29 y Federal, un lugar que en su momento fue el punto más alto de toda la ciudad.
Con el apoyo de la familia Anthony, una de las más influyentes de Denver a principios del siglo XX, la imponente iglesia de estilo neogótico tardío vino a bendecir el vecindario de Highlands en Denver. Más que una simple reubicación, el esfuerzo eclesial quiso ser una declaración.
“En los años veinte, el Ku Klux Klan controlaba Denver, controlaba Colorado”, dijo el padre Luke, actual párroco. “Tenían una enorme presencia e influencia”.
A pesar de que el proyecto estaba un poco más allá de las posibilidades de la familia y la comunidad, los Anthony sabían que tenían que hacerlo.
Gerard DiMartini, director de música y liturgia de St. Dominic, explicó que esa actitud ejemplificada por la familia Anthony es característica de la orden misma.
“Los dominicos siempre dicen: ‘¿Qué necesitamos y cómo lo vamos a lograr?’”, explicó, hablando de su naturaleza activa y de su atención a las metas, algo que parecía estar presente no solo entre el clero, sino también entre los feligreses. Con ese espíritu se llevó a cabo la construcción.
Pero la nueva ubicación de la iglesia no fue bien recibida por miembros del KKK.
Un artículo del Denver Post en el 2021 detalló un caso en el que una feligresa encontró una cruz encendida en el césped de la iglesia cuando se disponía a asistir a Misa. Según el artículo, corrió a su casa, buscó a su esposo, y juntos apagaron el fuego y retiraron el símbolo.
El tamaño y el esplendor de la parroquia simplemente no podían ser ignorados, especialmente en un punto tan visible de la ciudad.
“La construimos tan grande precisamente para hacer una declaración”, dijo el padre Luke. “Somos físicamente un icono del norte de Denver”.
Esa historia de valentía al defender el evangelio sigue resonando a lo largo de los siglos, compartió Sophia Parnell, feligresa de St. Dominic.
“Eso es muy propio de St. Dominic, estar junto a los que pueden estar en los márgenes”, dijo Sophia. “Creo que eso es muy importante y que los ecos del pasado de la iglesia siguen presentes hoy cuando se trata de defender a quienes necesitan ayuda”.
Por supuesto, la iglesia de Denver no fue la única en dar testimonio en medio de la persecución. Al mismo tiempo, en México, un gobierno represivo, ateo y comunista había surgido tras la revolución de 1919 y buscaba aplastar a la Iglesia católica. En respuesta, estalló la Guerra Cristera como rebelión contra la prohibición de la práctica religiosa en el país.
“Prohibieron el alcohol de uva porque no querían que los católicos celebraran Misa”, explicó el padre Luke. “Era ilegal tener crucifijos o ser públicamente religioso; los sacerdotes fueron exiliados o asesinados”.
Esa guerra comenzó en 1925, mismo año en que St. Dominic celebró su primera Misa. Fue también el año en que el papa Pío XI instituyó la fiesta de Cristo Rey, el grito de guerra de los cristeros.
El padre Luke compartió que este contexto local y global es fundamental para la parroquia, la comunidad que sostiene y la importancia del testimonio de la iglesia.
“Como parroquia somos muy conscientes del papel que tiene la Iglesia en ser testigo de la fe en Dios, en Cristo”, dijo. “No somos grandes púlpitos de discurso político, pero lo que sí somos es la autenticidad de nuestra fe”.
“Nuestra predicación está encarnada en una humanidad verdadera”, continuó. “Nos esforzamos por no olvidar nunca que las personas son personas, y estamos en contra de reducir a alguien a una ideología o una estadística”.
Es esa misión divina, dada por el mismo Dios que prometió permanecer siempre con su pueblo, la que ha ayudado a la Iglesia a resistir los grandes cambios políticos y sociales ocurridos en el mundo, dijo el padre. Y por ese mismo amor al prójimo, St. Dominic también ha permanecido como un icono de gracia en la ciudad de Denver.
Hoy, la vibrante comunidad parroquial de St. Dominic sigue fuerte en su histórica ubicación. Con muchos grupos parroquiales para feligreses de todas las edades, la comunidad se mantiene activa y busca la humanidad en todos los que asisten a Misa.
“Recibimos muchas visitas por nuestra ubicación, especialmente en un fin de semana de los Bronco”, agregó el padre Luke. “Pero quienes vienen siempre dicen que nunca en su vida se habían sentido tan bienvenidos en una iglesia católica”.
Este sentir también lo comparten los feligreses habituales, incluyendo a Mary Alice Bramming, quien ha pertenecido a St. Dominic por 45 años.
“Aquí, casi de inmediato aprendes los nombres de muchas personas con las que vas a Misa”, dijo Mary. “Eso era la realidad cuando me uní hace 45 años, y sigue siendo una realidad hoy”.
De niña, Mary asistía a una iglesia misional rural y le encantaba cómo los feligreses se quedaban después de la Misa simplemente para convivir. Lo mismo ocurre en St. Dominic, aseguró.
“Eso es algo que siempre me ha gustado de St. Dominic”, expresó. “Creo que eso construye comunidad”.
Ya sea que la gente se quede afuera en los meses cálidos o dentro de la parroquia en los fríos, Mary compartió que le llena el corazón ver a los feligreses conocerse unos a otros. Encuentra que la comunidad es solidaria, sin importar cuánto tiempo haya asistido alguien, ya sea como feligrés, visitante o incluso como sacerdote, hermano o novicio dominico. Como la parroquia es también hogar del noviciado dominico, incluso los nuevos hermanos religiosos son integrados en la cálida comunidad.
“Los novicios son sumergidos en esta parroquia casi a diario”, dijo el padre David Wright, ex maestro de novicios de la provincia. “Ese es el ambiente más saludable que podríamos esperar para su formación e introducción a nuestra forma de vida”.
La parroquia ofrece oportunidades para que los feligreses se involucren aún más con los novicios invitándolos a participar en sus clases. Sophia describió la tristeza de ella y de otros feligreses al tener que despedirse de los novicios que son trasladados después de su año de noviciado.
“¿En cuántas parroquias puedes conocer a los jóvenes que están siendo formados para sacerdotes?», preguntó Sophia. “Creo que es una experiencia muy especial que tenemos. Nos volvemos muy cercanos a ellos durante su año de noviciado”.
El padre David habló de cuánto disfrutaba escuchar cómo los feligreses se referían a los novicios.
“Ya no soy maestro de novicios, pero solía decirles que uno de sus principales formadores serían los feligreses”, dijo el padre David.
Mientras la parroquia ve hacia sus próximos 100 años y celebra su historia como un icono de gracia en Denver, el padre Luke espera que la iglesia siga ampliando su alcance en los años venideros y cree que el carisma dominico sobre el que fue fundada puede ayudar a atraer a más personas.
“Veo a la parroquia creciendo”, expresó el padre Luke. “Pero la veo creciendo no solo porque es acogedora, sino porque está creando un ambiente donde la gente se siente capacitada para vivir su fe en el mundo de hoy”.
Gerard siente que ninguna adversidad ni cambio en el contexto moderno podría sacudir los cimientos que St. Dominic ha construido. Cree firmemente en el futuro de la parroquia y en su capacidad de prosperar por muchos años.
“Dondequiera que esté, será el alma de ese lugar, y la gente será alimentada”, dijo Gerard. “Hay un nuevo tipo de esperanza”.
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