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domingo, abril 20, 2025
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Arzobispo Aquila: «Si la dignidad humana no existe al principio y al final, no existirá en el medio»

A continuación, la homilía completa del Arzobispo de Denver, Mons. Samuel J. Aquila, durante la Misa por el Respeto a la Vida que celebró el 23 de enero en la Catedral Basílica de la Inmaculada Concepción. La transcripción y traducción al español ha sido editada para mayor claridad con el permiso del arzobispo Aquila.
Hoy, reunidos, recordamos el aniversario de Roe v. Wade, momento tras el cual, por los últimos 48 años, la vida humana ha sido abatida desde su comienzo, tras el cual los bebés no nacidos han sido descartados, como lo ha expresado el Papa Francisco. Nuestras lecturas apuntan, primero que nada, a la sangre de Cristo y el don que esta nos trae. La carta a los hebreos dice: “…con mucha mayor razón la sangre de Cristo, que se ofreció a Dios por el Espíritu eterno como víctima sin mancha, purificará nuestra conciencia de las obras de la muerte, para que sirvamos al Dios vivo”.
Es importante prestar atención a estas palabras. Cuando vemos un crucifijo, vemos, primero que nada, una de las formas más brutales para matar a una persona. La película La Pasión de Cristo de Mel Gibson reflejó bien el sufrimiento de Jesús, así como su enorme amor y el amor de Dios por nosotros.
Vemos también que la sangre de Cristo limpia nuestra conciencia de las obras de la muerte: palabras importantes, dado que nuestra conciencia es la voz de Dios. Nuestra conciencia no es nuestra voz. Nuestra conciencia no es la voz del mundo, sino la voz de Dios mismo. Estos son hechos importantes que debemos saber sobre nuestra conciencia. Puede estar equivocada y puede estar muerta. Está muerta cuando no escucho la voz de Dios, y no es mi conciencia cuando es (solo) mi voz o mi opinión. Esa es la obra de el diablo, pues es el impostor. El diablo quiere que nuestra conciencia se muera o que esté equivocada. La voz del maligno incluso se puede hacer pasar por luz.
Cuando creemos estar escuchando nuestra conciencia, debemos ponerla a prueba: ¿en verdad es la voz de Dios?, ¿está de acuerdo con el Evangelio y las enseñanzas de la Iglesia? Nuestra conciencia debe ser formada según el Evangelio y las enseñanzas de la Iglesia. Si hacemos esto, nuestras obras serán buenas y traerán luz.
El Papa Francisco ha hablado claramente sobre la dignidad de los bebés no nacidos y el mal del aborto. Todo lo que se tiene que hacer es buscar en Google “Frases del Papa Francisco sobre el aborto”, y uno encontrará una lista larga de lo que ha dicho, una lista que los medios sociales no quieren ver y que a veces los católicos tampoco quieren ver porque no va de acuerdo con su imagen del Papa Francisco. Es él quien ha dicho: “La enseñanza de la Iglesia es muy clara en la cuestión del aborto, y yo soy hijo de la Iglesia”.
Uno debe ser misericordioso con una mujer que ha tenido un aborto. Al serlo, no significa que uno acepte el aborto. Los dos son muy diferentes. Las mujeres que han recurrido al aborto están quebrantadas. Están heridas, especialmente cuando vuelven a sí mismas, como el hijo pródigo. Este vuelve a sí mismo y se da cuenta del pecado que está presente: no lo toma por bueno o busca la aprobación de otros. Su conciencia, que estaba muerta, se despierta de nuevo, y vuelve a su padre. Y su padre lo acoge con amor y misericordia. Esta es la manera en que la Iglesia debe de tratar a la mujer que ha tenido un aborto y que vuelve a sí misma. La Iglesia la acompaña en el amor y la misericordia de Jesucristo porque eso es lo que sanará su herida. Ver el amor que el Padre tiene por ella es lo que le va a ayudar y la va a llevar al verdadero arrepentimiento.
La lectura del Evangelio es muy breve. Jesús tenía familiares que obviamente creían que él estaba loco, por lo que enseñaba, por lo que hacía. Y, a pesar de ver los milagros que hacía, seguían creyendo que estaba loco. Nunca preguntaron: “¿Con qué poder hace esto?”. Simplemente, lo descartaron.
Esto también es importante para nosotros, porque hay muchas personas el día de hoy que descartan completamente a Jesús. De hecho, lo odian. Pero, desafortunadamente, también hay muchos católicos que creen que Jesús estaba loco, o que algunas de sus enseñanzas son absurdas, sobre todo cuando se refieren a la vida y a la dignidad de un bebé no nacido. Es importante, para nosotros los católicos, que nuestro corazón y nuestra mente, que nuestras palabras, pensamientos y acciones siempre se adhieran a Jesucristo y al Evangelio, y no a las creencias del mundo.
Hay una pregunta que todos nos debemos hacer: “¿En verdad se ajustan mis palabras, acciones y pensamientos a las enseñanzas de Dios y la verdad del Evangelio o me adhiero a las creencias del mundo?”.
Este es precisamente el problema con el ahora presidente Biden, Nancy Pelosi y otros políticos católicos y laicos, quienes no adhieren su postura a la verdad del Evangelio y no dan testimonio a la vida con respecto a la dignidad de la vida de los bebés no nacidos. Y lo que no entienden en verdad es que están poniendo en riesgo su alma por la postura que han decidido tomar.
Sí, hay un cielo y un infierno. Y sí, seremos juzgados, como lo proclamamos en el Credo y como el Señor nos enseñó en el Evangelio. La razón por la que el Papa Francisco y obispos y sacerdotes proclaman con tanto fervor el Evangelio y el Evangelio de la Vida es por la salvación de las almas. Si no aceptamos la dignidad del bebé no nacido, entonces no aceptaremos la dignidad de otros seres humanos, o bien, encontraremos maneras de esquivarla, como se ve en el caso de la eutanasia el día de hoy.
Es importante dar testimonio de la dignidad de los no nacidos, así como lo es dar testimonio de la dignidad del ser humano en cuestiones de inmigración, la pena de muerte y otros asuntos con respecto a la vida. Pero también tenemos claro que la preocupación preeminente, y el lugar donde comienza la dignidad, es con los bebés no nacidos y los moribundos: en el principio y en el fin de la vida. Si la dignidad no existe en esos dos puntos, al principio y al final, no existirá en medio.
Así que nosotros también, cuando defendemos el Evangelio de la Vida el día de hoy, debemos decir la verdad con claridad, y con amor, misericordia y delicadeza.  Nunca debemos apartarnos de la enseñanza sobre la vida. Nunca podemos tomar la posición de Pelosi o Biden o de muchos otros católicos.
Por su posición y sus acciones, son motivo de escándalo para la Iglesia, porque lo que hacen está mal. Y debemos ser claros sobre este punto. Un día, ellos morirán, como todos nosotros, y estarán ante el juicio de Dios. Nuestra tarea consiste en orar urgentemente por su conversión, por su cambio de corazón. No es una cuestión política. Es una cuestión de salvación. Es una cuestión de integridad. Es una cuestión de vivir el Evangelio y de ser fieles seguidores de Jesucristo. No se puede simplemente elegir lo que uno sí quiere seguir. Jesús deja claro que, si somos sus discípulos, debemos elegir el camino angosto. Y tampoco debemos olvidar que Jesús también deja claro que el infierno es una posibilidad y que la gente puede ir ahí, por lo que alienta a sus discípulos a entrar por la puerta angosta, a seguir el camino angosto.
También advierte a sus discípulos, y usamos sus palabras para igualmente advertir a Biden y Pelosi: “Aquel día de juicio, muchos dirán; ‘Señor, Señor’, y yo les diré: ‘Yo no los conozco’”.
Estas son palabras difíciles de escuchar. Jesús no dice: “Sí, abriré las puertas y los dejaré a todos entrar”. Es bastante claro en que nuestro corazón, mente, palabras y acciones deben ser moldeados por él y por su pensamiento. Por eso, en sus cartas, San Pablo nos recuerda poner el corazón y la mente en Cristo.
Así que, a continuación, oremos primero por la conversión de nuestro país y en especial por la conversión de todos los católicos que toman la llamada postura proelección o que dicen: “No me opongo personalmente, pero está bien si tu quieres hacerlo”. Nunca dirían esto sobre la infidelidad, la mentira, el robo o cualquier otra cosa. Debemos orar por su conversión, por que su conciencia despierte, para que ya no esté equivocada o muerta, para que vuelvan a la verdad de Jesucristo.
En segundo lugar, debemos rezar para que la sangre de Cristo cubra todos los pecados y a todos los pecadores del mundo. Todos somos pecadores, todos necesitamos de la sangre de Cristo y todos necesitamos ser bañados en ella, buscando reparación por los pecados en contra de la vida humana, buscando reparación por nuestro propio pecado.
En tercer lugar, debemos orar para que nuestro corazón y mente, para que nuestras palabras, pensamientos y acciones en verdad sean formados por Jesucristo. Debemos seguir rogando al Espíritu Santo para que forme nuestro corazón y mente para que acojamos el Evangelio de la Vida y demos testimonio de él, sin importar el precio, y para que seamos fieles a Jesucristo y sus enseñanzas.
Solo Jesús puede salvar al mundo, no la humanidad. Los seres humanos nunca podrán crear un mundo perfecto, y es una ilusión creer que es posible. Solo cuando nuestro corazón y nuestra mente sean formados y configurados al orden de Dios, como se ha revelado en la Escritura, tendremos verdadera paz en el mundo.
Así que pidámosle a Dios que abra nuestro corazón a esa verdad, y pidamos para que siempre tengamos la valentía de ser las personas que den testimonio del Evangelio de la Vida, tanto en su comienzo en la concepción, como en su final en la muerte natural, cuando esperamos poder entrar en la gloria de Dios y la promesa de la vida eterna.

Arzobispo Samuel J. Aquila
Arzobispo Samuel J. Aquila
Mons. Samuel J. Aquila es el octavo obispo de Denver y el quinto arzobispo. Su lema es "Haced lo que él les diga" (Jn 2,5).
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