El mundo puede ser un lugar solitario. Establecer conexiones significativas no siempre es fácil, especialmente en un lugar tan transitorio como Denver, donde miles de personas llegan y se van cada año.
Si bien es cierto en el área metropolitana, el fenómeno no se limita a Denver y no es nada nuevo.
Santa Teresa de Calcuta lo advirtió en los años setenta, comentando que la enfermedad más grave del mundo occidental no es una transmisible, sino una más profunda: la falta de comunidad.
“La enfermedad más grande en Occidente hoy no es la tuberculosis ni la lepra; es no ser querido, no ser amado, no ser cuidado”, dijo. “Podemos curar enfermedades físicas con medicina, pero la única cura para la soledad, la desesperanza y la falta de sentido es el amor. Hay muchas personas en el mundo que mueren por un pedazo de pan, pero hay muchas más que mueren por un poco de amor. La pobreza en Occidente es un tipo distinto de pobreza —no solo es una pobreza de soledad, sino también de espiritualidad. Hay hambre de amor, como hay hambre de Dios”.
Recientemente, en el 2023, el Cirujano General de los Estados Unidos declaró una epidemia nacional de soledad y desconexión social, advirtiendo sobre los niveles alarmantes de aislamiento que afectan a millones de estadounidenses y haciendo un llamado urgente a buscar soluciones profundas.
Mientras el mundo busca respuestas, parroquias, escuelas, ministerios e individuos en el área metropolitana de Denver redoblan sus esfuerzos creativos y valientes para construir comunidad y enfrentar la epidemia de soledad que sigue marcando al mundo occidental, dentro y fuera de la cancha.

Catholic Sports
Paul Spotts vivió una profunda conversión durante sus años universitarios. Mientras crecía en su relación con el Señor, se dio cuenta de que le faltaba algo más: comunidad. Paul estaba decidido a encontrar —e incluso construir— esa comunidad. En medio de la soledad que vivía como estudiante, una chispa de luz se convirtió en un llamado personal a formar comunidad.
“Lo hice mi misión personal. A cada persona que entrara por esa puerta, la iba a conocer”, explicó. “Iba a asegurarme de que se sintiera bienvenida, y luego la presentaría con alguien más, porque eso era lo que a mí me faltó. Nadie me dio la bienvenida durante año y medio”. En resumen, añadió Paul, “No quería que otros vivieran lo que yo viví. Si yo tengo esta comunidad, quiero compartirla”.
Durante los años siguientes, se dedicó a formar comunidad en su universidad y, más tarde, como misionero de la Fraternidad de Estudiantes Universitarios Católicos (FOCUS, por sus siglas en inglés). Sin embargo, tras graduarse y concluir su tiempo en el ministerio, notó una soledad parecida en la comunidad católica de Denver —una que le recordaba a su etapa universitaria.
Y así, su misión personal se reavivó. A pesar de sus dudas iniciales, Paul fundó Catholic Sports (Deportes Católicos) con una liga de kickball que atrajo a 150 personas. Quince años después, esta organización misionera sigue reuniendo a jóvenes adultos en una comunidad creativa mediante deportes como fútbol, frisbee, voleibol, wiffleball, kickball y más.
Con valores fundamentales como la acogida genuina y la intimidad vulnerable, Catholic Sports busca generar un sentido de pertenencia entre los participantes, creando un ambiente donde puedan reunirse, construir lazos y formar conexiones significativas.
“La belleza del deporte es que ofrece un entorno natural que permite que la gente se reúna. No es intimidante. Puedes simplemente venir a jugar”, dijo Paul. “Yo estoy ahí para jugar baloncesto. Sea bueno o malo, voy a jugar, y el reunirte para hacer algo elimina toda la presión en las relaciones”.
“Es algo natural. Vas a hacer amistades”, continuó. “Si ves a alguien una vez por semana durante ocho semanas, vas a crear lazos. Y luego, cuando entres a una parroquia, vas a decir: ‘Te conozco. Creo que jugué contra ti antes’. Eso hace que la Iglesia se sienta más pequeña. Hace que la gente se sienta más conectada, más bienvenida”.
Una vez que una persona siente que pertenece, todo cambia. Y entonces el Espíritu Santo puede actuar de verdad, señaló Paul, destacando los grupos pequeños y estudios bíblicos de Catholic Sports como caminos hacia una conexión más profunda más allá del deporte.
“Creo que eso abre el ambiente para que el Espíritu Santo transforme realmente la cultura, porque estamos creando un espacio donde la gente puede evangelizar a sus amigos con facilidad”, explicó a El Pueblo Católico, subrayando lo accesible que es compartir el evangelio cuando ya existe confianza a través del deporte. De hecho, estas actividades son espacios privilegiados para que otros encuentren la buena nueva. Simplemente viviendo con valentía el evangelio en la vida cotidiana, damos testimonio al mundo, llevándolo a preguntarse: “¿Qué tienen ellos que yo no?”.
“Si alguien tiene un pasatiempo, eso es una oportunidad para evangelizar”, explicó Paul. “Creo que muchas veces, nuestros esfuerzos de evangelización se enfocan en ‘cómo enseño la fe’ en lugar de ‘cómo construyo un espacio de amistad más profunda en mi vida’”.

Firefall
Cualquier domingo, es posible ver a cientos de jóvenes adultos reunirse en un parque de Denver para jugar voleibol, fútbol, frisbee y, lo más importante, formar comunidad.
Partiendo de la misma necesidad de conexión que Paul notó, Firefall busca reunir a las personas mediante encuentros semanales informales. Sin necesidad de inscripción previa, es “fácil integrarse en un ambiente centrado en Cristo”, explicó Collin O’Rourke, coordinador de voluntarios del grupo.
“Se trata de quitar todos los obstáculos posibles para que las personas —especialmente quienes son nuevas en la ciudad o les cuesta más abrirse y conocer gente— tengan oportunidades para encontrarse con otros y sentirse cómodas al hacerlo”, añadió. “Queremos lanzar la red lo más amplio posible haciendo que estos encuentros informales sean muy accesibles. Es fácil llegar y, aun así, tener una experiencia personal”.
Fundado hace apenas dos años, Firefall ya cuenta con más de 700 participantes regulares en sus grupos deportivos. Para ser un grupo tan numeroso, Collin se maravilla del nivel de profundidad y conexión real que se forma cada semana.
“Pasan muchas cosas, y a veces me detengo a observar un escenario verdaderamente hermoso y me doy cuenta de que Firefall fue el medio que unió a muchas de esas personas”, compartió con El Pueblo Católico. “La interacción constante, semana tras semana, les permite sentirse lo suficientemente cómodos como para dar pasos más profundos en la amistad, la confianza o la responsabilidad mutua. Me siento muy bendecido de ser parte de algo así y de ver cómo Dios me ha usado para ello”. “Ha sido increíble ver la variedad de frutos y cosas buenas que suceden cuando la gente tiene la oportunidad de encontrarse”, añadió Matt Conner, uno de los fundadores de Firefall.
En su breve existencia, Firefall ha sido el punto de partida para que un grupo de jóvenes hombres comenzara un grupo masculino de apoyo mutuo en la fe y el discernimiento. También ha sido testigo de conversaciones sinceras y centradas en la fe que ocurren al margen de la cancha de voleibol o del campo de futbol —tanto entre católicos como entre no católicos.
“Lo que el Señor está haciendo me deja absolutamente asombrado. A veces nos pasamos la vida pidiéndole a Dios que confirme nuestros planes en lugar de discernir cuáles son los suyos y a qué nos está invitando. Creo que el crecimiento que hemos visto es un ejemplo de lo que pasa cuando captamos una palabra de parte del Señor”, comentó Matt.
“La comunidad, las amistades, van profundizando. Y Firefall les da continuidad”, dijo Collin. “Van más allá de Firefall, más allá del deporte, y se convierten en amistades duraderas, que viven en las parroquias”.
Semana tras semana, el ambiente cálido y acogedor alrededor del “hogar deportivo” de Firefall atrae a jóvenes adultos a una comunidad de fe viva, divertida y centrada en Dios.
El amor, la positividad y la acogida —esa experiencia de sentirse visto y conocido— no es algo común”, señaló Collin. “Es algo sencillo, pero profundo”.
“Podemos ayudarles a saber que no están solos en este camino”, añadió Matt.

Highlight Catholic Ministries
El poder evangelizador del deporte y su capacidad para construir comunidad van más allá de los jóvenes adultos católicos en Denver; también alcanzan a familias y niños en toda el área metropolitana.
De hecho, hay una oportunidad única de formar futuros santos a través del acompañamiento de familias jóvenes y sus hijos por medio del deporte, señaló Ryan O’Connor, fundador de Highlight Catholic Ministries. A través de su trabajo por construir una cultura sana y virtuosa en los equipos Frassati y Badano de Highlight, los jóvenes participantes desarrollan sus habilidades atléticas mientras construyen comunidad cristiana y crecen en virtud.
“Buscamos inspirarlos a crecer, no solo en sus habilidades como jugadores de baloncesto, beisbol, fútbol o tenis, sino también en su vida virtuosa a través del deporte”, explicó Ryan.
“Tenemos que romper con la idea errónea en la mente de un niño de que su vida de fe está separada del resto de su vida”, continuó. “Buscamos una unidad de vida, donde si un niño entra a nuestro programa desde los cuatro años y se une a nuestra liga de fútbol, aprenda desde el principio que eso no está separado de su fe. Está ahí entrenando antes del partido, y glorifica a Dios con su forma de jugar. Busca vencer el egoísmo y la pereza esforzándose por ser mejor jugador, mejor compañero. Esto no está separado de su vida espiritual. Todo lo que hacemos es para la gloria de Dios”.
Y cuanto más lo viven, más lo notan los otros equipos, añadió Ryan.
“Tenemos oportunidades únicas de dar testimonio a una cultura más amplia, y básicamente, queremos amarnos unos a otros”, explicó. “Queremos que el otro equipo diga: ‘Este equipo tiene algo diferente. Mira cómo se aman entre si los jugadores, los entrenadores y los aficionados’”.
Mientras evangelizan a otros, los equipos de Highlight también construyen comunidad entre los niños y sus familias, atrayéndolos a una “cultura católica verdaderamente hermosa”, dijo Ryan.
Para Alexandra Montano y su familia, esa cultura ha sido transformadora. “Highlight ha sido una bendición para nuestra familia, sin que nosotros supiéramos que lo sería”, dijo sobre esta comunidad alentadora y positiva. “Nos ha dado a todos la oportunidad de formar parte de una comunidad católica mucho más amplia, que se ha vuelto parte del círculo central de amigos de nosotros y de nuestros hijos”.
De hecho, en un evento reciente en la preparatoria católica de sus hijos, notó que la mayoría de los asistentes llevaban camisetas de Frassati Sports. Ese detalle la llevó a tener una conversación reveladora con una de sus hijas, en la que ambas se dieron cuenta de que todos sus amigos habían surgido de vínculos formados en Highlight.
“Son amistades que, sinceramente, mi familia no habría formado por si sola”, continuó. “Se convierten sobrenaturalmente en su círculo de amistades por la forma en que están siendo acompañados, por los adultos ahí presentes y la manera en que los guían”.

Catholic Schools Activities League (CSAL)
En las escuelas católicas de la arquidiócesis de Denver, la comunidad es una parte esencial del proceso formativo, gracias a Catholic Schools Activities League (Liga de actividades en las escuelas católicas, CSAL, por sus siglas en inglés), que organiza ligas deportivas y otras actividades extracurriculares como ferias de arte, concursos de ortografía y eventos de robótica, para los estudiantes de escuelas católicas.
“La misión de CSAL es apoyar la misión de cada escuela y parroquia. Eso es lo que buscamos hacer en cada una de nuestras propuestas, y estar al servicio de las escuelas donde se encuentran”, explicó Mark Strawbridge, director de CSAL.
Al reunir a estudiantes de decenas de escuelas católicas arquidiocesanas del norte de Colorado, CSAL ofrece oportunidades para que los alumnos continúen su formación en comunidad con otros estudiantes y familias católicas. La liga también se esfuerza por hacer accesibles estas oportunidades para todas las familias, manteniendo costos económicos y compromisos de tiempo razonables.
“Nuestro objetivo es retar a los estudiantes desde donde están. No somos iguales para todos”, continuó Mark, señalando que todos los alumnos de escuelas católicas son bienvenidos a participar, independientemente de su nivel de habilidad. “Buscamos encontrarlos donde estén y ofrecerles una experiencia que sea sencilla y accesible para papá y mamá”.
Para madres, padres y estudiantes por igual, los eventos, torneos y actividades organizadas por CSAL son una oportunidad bendecida de reunirse con otras familias de su escuela y otras, además de formar amistades y vínculos más profundos.
“Me gusta pensar que se están formando relaciones gracias a que sus hijos juegan juntos”, comentó Mark. “Estas son grandes oportunidades para familias que, con frecuencia, son nuevas en nuestras escuelas, y que ahora tienen la oportunidad de conocer a otros padres de su comunidad escolar”.
Si bien las actividades extracurriculares no son exclusivas de las escuelas católicas, el espíritu de conexión impregnado de fe que vive en CSAL ciertamente sí lo es, añadió.
“Esa experiencia, esperamos, sirva para conectar la fe con las actividades, ya sean deportivas o académicas. También queremos ofrecer un espacio comunitario, una oportunidad para que los compañeros de clase se conviertan en compañeros de equipo”, explicó.
“Nuestra esperanza siempre es que sea una invitación a encontrarse con Cristo. Eso es lo que buscamos cuando ofrecemos todas estas actividades a nuestras escuelas”, dijo.
Al reconocer la presencia de Dios antes y después de los entrenamientos y partidos, permitir que la fe inspire el diálogo entre jugadores, entrenadores y familias, y fomentar una comunidad llena de fe, CSAL está formando a estudiantes y padres en comunidad y discipulado.
“Siempre es una invitación a poner a Cristo en el centro de todo lo que hacemos”, concluyó Mark. “Nos corresponde a todos hacerle un lugar”.