Por el padre Enrique Alvarado, vicario del Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe en Denver.
En un tiempo donde la desinformación es nuestro peor enemigo, y la información nuestro mejor aliado, quiero compartir con ustedes esta pequeña capsula informativa para vivir desde nuestra fe este próximo día de muertos. Donde tradición, cultura y religión se fusionan para darle colorido y folclore a esta celebración sin perder los valores cristianos y culturales que la enriquecen y la hacen una de las celebraciones más llamativas de nuestros tiempos.
Muchos católicos angloamericanos tienden a sentirse escépticos ante esta celebración cuando ven calaveras y altares. De manera similar, los católicos hispanos tienden a sentirse incómodos cuando ven decoraciones o eventos relacionados con el “Halloween”, palabra cuya traducción directa en español es “noche de brujas”, mientras que en inglés es una contracción de “All Hallows’ Eve”, que en español significa la víspera del Día de Todos los Santos, celebrado el 1 de noviembre.
Aunque se pueden encontrar aspectos seculares en ambas celebraciones, ambas tienen raíces cristianas que no solo celebran la cultura sino también la fe católica. Cuando los españoles llegaron a México y Centroamérica, se encontraron con civilizaciones prehispánicas politeístas que creían que la vida terminaba en la muerte pero que había una conexión con aquellos de aquel mundo de los muertos; esta ha sido una de las celebraciones más importantes en México desde tiempos prehispánicos. Los mexicas (aztecas) celebraban a sus muertos durante dos meses en el verano: Miccailhuitontli, para los niños y Hueymicailhuitl, para los adultos. Los misioneros españoles cristianizaron esta ancestral tradición resaltando algunos elementos de la cosmovisión náhuatl y añadiendo algunos elementos cristianos para tener una visión más acorde al misterio pascual de nuestra fe. Introdujeron el calendario católico y establecieron la tradición de recordar a los difuntos cada dos de noviembre (día de todos los fieles difuntos).
Los misioneros cristianizaron la idea náhuatl y les ayudaron a comprender su pensamiento desde el triunfo de cristo sobre la muerte, evangelizando y enseñando a los náhuatles que existe un solo Dios, que cada persona tiene un alma inmortal y que nuestros familiares difuntos necesitan de nuestra intercesión con oraciones para su salvación, a través de la cual se llega a la comunión de la iglesia universal y sus tres estados iglesia triunfante cielo, iglesia peregrina tierra, iglesia purgante los hermanos que están en el tránsito de esta realidad terrena a la realidad divina. (Catecismo de la Iglesia Católica, 366), San Pablo nos recuerda en Rm 14, 8-9; De hecho, ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno muere para sí mismo. Si vivimos, vivimos para el Señor, y si morimos, morimos para el Señor. Tanto en la vida como en la muerte pertenecemos al Señor. Por esta razón Cristo experimentó la muerte y la vida, para ser Señor de los muertos y de los que viven.
El día de muertos debemos celebrarlos al menos tomando en cuenta estas tres recomendaciones:
- Colocar a Jesús en el centro
“Hay que poner como centro a Jesucristo, que con su muerte en la cruz asume la muerte de todos los hombres y le da nuevo sentido: ya no morimos eternamente, sino que estaremos con Él en el último día”.
«Por lo tanto, la muerte es un ‘hasta luego’ esperando la resurrección, y debemos tener la alegría de que resucitaremos con Cristo».
De esta forma, “la muerte para un cristiano no es unirse a la nada, sino cambiar de casa, ver a Dios cara a cara, si hemos sido fieles”. Es vivir los misterios pascuales, la muerte y resurrección de Jesús, son el centro de la catequesis para entender el tema de la muerte y ver la cercanía de Dios en Cristo. “Cristo se ha hecho hombre, asume nuestra vida, asume nuestra muerte, y se cumplen las palabras de San Pablo: “Hermanos nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde esperamos la venida gloriosa de nuestro salvador Jesucristo el transformara nuestros cuerpos mortales en un cuerpo glorioso semejante al suyo en virtud del poder que tiene sobre todas las cosas”.
- Recordar la comunión de los santos
Aunque la Solemnidad de Todos los Santos se celebra un día antes, el 1 de noviembre, es importancia recordar la comunión de los santos también durante el Día de Muertos, “todos los bautizados estamos vinculados unos con otros, porque formamos parte del único cuerpo de Cristo, ya sea en la tierra, en el Purgatorio o disfrutando del Cielo, de la vida eterna”; “Al hablar de la muerte” debemos recordar que “seguimos en comunión con los que se han ido”, “Rezamos por sus almas, porque están en el Purgatorio, o nos acogemos a su intercesión, porque están en el Cielo y contemplan a Dios”. Y vivimos el misterio de la iglesia, que es divina y humana a la vez con sus tres estados, iglesia triunfante, iglesia peregrina e iglesia purgante que lo veremos reflejado en los altares de muertos.
- Explorar las raíces de las tradiciones mexicanas
Es fundamental como ya lo hicimos al inicio de nuestra capsula informativa explorar las raíces de la inculturación que caracteriza al Día de Muertos en México, y cómo algunas costumbres precolombinas fueron rescatadas e iluminadas por la fe.
Para vivir estas celebraciones desde nuestra fe, es importante «explicar, como se suele hacer en los hogares cristianos mexicanos, el tema cultural de los altares de muertos y hacer esa pequeña catequesis, que también sirve mucho como identidad nacional o iglesia particular que a su vez enriquece la iglesia universal” lo cual explicaremos en la segunda parte de este artículo.