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Más que una comida: Misión de toda la vida de Dee y Steve Pérez

Durante los últimos 20 años, Dee y Steve Pérez han sido una presencia constante en la línea de sándwiches en la iglesia St. Elizabeth of Hungary en Denver. Varias veces a la semana, preparan y distribuyen comidas a las personas sin hogar, personificando un compromiso tranquilo y firme con el servicio. Ahora, mientras se alejan de sus tareas regulares como voluntarios, dejan atrás no solo un legado de generosidad, sino una comunidad profundamente tocada por su bondad.

Su camino hacia St. Elizabeth no fue una línea recta, sino un círculo completo. Para Dee, la iglesia guarda recuerdos de su infancia, cuando unas hermanas religiosas respondían al timbre para proporcionar comida a los necesitados. Sus padres también formaban parte del legado de servicio de la comunidad, dando alojamiento a mujeres que no tenían adónde ir. Cuando ella y Steve regresaron a la iglesia décadas después, en 1993, encontraron una misión que resonó en sus corazones.

“St. Elizabeth estaba mucho adelantado a su tiempo”, dijo Dee. “Era una comunidad acogedora y próspera”.

Para Steve, la conexión con el servicio era personal. Sus padres, ambos inmigrantes de México, habían enfrentado dificultades, y por un tiempo, él y su madre vivieron en la calle.

“Yo podía identificarme con estos hombres”, dijo. “Tal vez no era altruista ni siquiera por fe. Simplemente sentía que era lo correcto para hacer. Para mí, se suma en lo que Cristo dijo en el evangelio: ‘Lo que hiciste por uno de mis hermanos más pequeños, a mí me lo hiciste’”.

“No sabemos exactamente durante cuánto tiempo existía la línea de almuerzo formal, pero creemos que la tradición comenzó al menos durante la Depresión de los años 30. Sabemos que en esa época el vecindario era hispano, y la iglesia y la escuela eran un convento franciscano”, explicó Steve, recordando que los hombres que viajaban en trenes de carga “paraban a comer” en St. Elizabeth. En esos tiempos, las hermanas corrían al sonar el timbre, ofreciendo sándwiches y un poco de esperanza.

Años después, el trabajo de la pareja en la línea de sándwiches comenzó de manera pequeña, pero creció hasta convertirse en algo mucho más grande. Steve fue el primero en ser voluntario, pero un día, cuando necesitaban más ayuda, trajo a Dee para que lo ayudara. Ella nunca se fue.

Durante los siguientes 20 años, construyeron relaciones no solo con las personas a quienes servían, sino también con los muchos donantes y voluntarios que apoyan la causa. Dee se convirtió en el corazón de la operación, organizando y consiguiendo donaciones, a veces desde lugares inesperados, como sobras de catering de aerolíneas o tiendas de descuentos.

“Conocimos a tantas personas generosas, y ha sido increíble las conexiones que hemos hecho”, reflexionó. “Ha sido algo de Dios, cómo todo empezó y cómo hemos llegado hasta aquí”.

Mientras trabajaban juntos para servir a los asistentes de la línea de sándwiches, descubrieron que fortalecían aún más su vínculo como pareja.

“Nos acercó más”, dijo Steve. “A veces pensaba que ella estaba haciendo demasiado, pero no podía dejar que lo hiciera sola”, bromeó.

Después de más de dos décadas de servicio, la decisión de jubilarse no fue fácil.

“La línea de almuerzo todavía tira de mi corazón”, admitió Dee. Aunque no estarán allí todas las semanas, seguirán apoyando la misión entre bastidores. “Hay muchas personas que dependen de nosotros, y seguiremos ayudando donde podamos”.

Para Steve, alejarse de este ministerio se siente más natural.

“Me estaba cansando”, compartió. “La gente dice que soy insustituibles, pero los cementerios están llenos de personas insustituibles”.

Ahora, la pareja espera pasar más tiempo visitando a sus nietos, una oportunidad que valoran después de años de ser abuelos a distancia.

Su historia no es una de grandes gestos ni sacrificios dramáticos. Es algo más tranquilo, pero igual de profundo: dos personas que vieron una necesidad, se involucraron y se quedaron durante 20 años, viviendo el mensaje del evangelio: “En verdad los digo, lo que hicieron a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicieron,” (Mateo 25:40).

En reconocimiento a su humilde servicio durante muchos años, Dee y Steve han sido reconocidos como los Discípulos del Mes de la Colecta Anual del Arzobispo de este mes. Su amor por sus vecinos sirve como un testimonio inspirador del amor de Cristo por su pueblo.

¡Felicidades, Dee y Steve, por ser nombrados Discípulos del Mes de la Colecta Anual del Arzobispo!

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