Por Erin Scherer
“Es una gran bendición poder venir aquí junto con nuestros hermanos y hermanas en Cristo para orar por esas nubes de testigos que tenemos con el Señor”, dijo Kateri Williams, reflexionando sobre la Misa para el Día de los Caídos en el cementerio católico Mt. Olivet, donde están enterrados sus padres y otros miembros de su familia. “Es un día tan hermoso y estoy agradecida por la oportunidad de poder hacer esto cada año”.
Quizás fue esa misma nube de testigos la que mantuvo a raya a las otras nubes amenazadoras del fin de semana tan lluvioso para crear un clima agradable para la Misa al aire libre, una tradición de más de 100 años.
Monseñor Bernie Schmitz no pudo evitar repetir el sentimiento de Kateri mientras celebraba la Misa en la Capilla Gallagher, ubicada en la misma sección donde están enterrados sus compañeros sacerdotes, incluyendo a sus primeros párrocos y compañeros de clase de hace muchos años.
Mientras recordaba a sus seres queridos, también invitó a todos los presentes a orar por esa nube de testigos que son desconocidos, o cuyos restos nunca fueron encontrados, o aquellos enterrados en el mar, como el primer esposo de su tía, que murió mientras regresaba de la Segunda Guerra Mundial.
“Al igual que ustedes, tengo una lista muy larga de personas por las que rezo cada mañana además de mis padres y otras personas que conozco”, compartió Mons. Bernie. “Pero también hay algunos veteranos que no son conocidos, que murieron en servicio a su país, cuyos restos tal vez nunca fueron encontrados”.
Antes de la bendición final, pidió a los presentes que se pusieran de pie y rezaran un avemaría, un padrenuestro y un gloria “especialmente por el eterno descanso de las almas de aquellos desconocidos, de aquellos que no tienen a nadie que rece por ellos”.
Monseñor Bernie reconoció, “También es un día para preparar nuestro corazón para ese encuentro con el Señor”. Todos debemos desear ser parte de esta nube de testigos cuando llegue nuestra hora.
Para ayudarnos en este camino, Mons. Bernie motivó a los fieles a recordar las enseñanzas de san Felipe Neri, cuyo día festivo coincidió con el Día de los Caídos.
“Vivan con hospitalidad por la palabra de Dios; vivan con esperanza en Dios; y vivan con un desapego a las cosas que el mundo dice que nos harán felices. Aférrense a aquel que nos dará la verdadera felicidad”, compartió en su homilía.
Es impactante vivir una Misa en un cementerio, rodeado de tantos que nos han precedido y reconociendo nuestra propia mortalidad.
Deborah Price, una feligrés de Cure d’Ars y cuyos familiares están enterrados en Mt. Olivet, se asegura de asistir a esta Misa cada vez que está aquí, durante estas fechas.
“Siempre me encanta cuando puedo estar aquí porque es una sensación tan agradable estar con mis seres queridos de nuevo y quita un poco el miedo que da la muerte”, dijo a El Pueblo Católico. “Es algo bueno que me hace saber que Dios está todavía aquí conmigo y después también”.
El clima amenazante no alejó a los fieles entusiastas.
“He venido a esta Misa desde que tenía dos años”, compartió Lisa Daley. Más de 50 años después, todavía se asegura de asistir al evento. “¡Es una tradición tan hermosa! ¡Me encanta esta Misa!”.
Al otro lado de la ciudad, un pequeño pero poderoso grupo llenó la capilla del cementerio católico San Simeón en Aurora para la Misa anual del Día de los Caídos.
El padre John Craig, SJ, capellán de la Base de las Fuerzas Espaciales Buckley, celebró la Misa en San Simeón y reconoció a aquellos que dieron su vida en servicio a su país, así como a toda esa nube de testigos.
El padre John reflexionó específicamente sobre los bomberos y otros rescatistas que fueron a las Torres Gemelas el 11 de septiembre, así como san Maximiliano Kolbe, quien «dio su propia vida por ese padre y esposo que iba a ser ejecutado… Todas las diferentes personas que nos han precedido que literalmente hicieron lo que Jesús dijo, dar la vida por nuestros amigos».
Durante las oraciones de los fieles, el padre creó un espacio para que los presentes pudieran orar en voz alta por sus seres queridos fallecidos. Con confianza y gratitud, las voces llenaron la capilla con nombre tras nombre mientras la comunidad elevaba a cada uno en oración.
“Hay muchas personas que recordar en este día y por las que estar agradecido”, señaló el padre John.
Un grupo muy unido de familias militares que asisten regularmente a Misa en Buckley se quedó después, recordando y disfrutando de la compañía de los demás. Carmen Burnett, conocida por sus amigos como ‘trouble’ (problema), sonrió y bromeó mientras una lágrima se apareció en el ojo. Recordando a su esposo de sesenta años, un médico del ejército que sirvió en Vietnam, Corea y Guam, sacó un folleto conmemorativo desgastado que había guardado en su bolsa durante la Misa.
“Todavía me estoy enterando de todas las cosas que hizo. ¡Nunca lo supe!”, dijo a El Pueblo Católico.
Para algunos, esta fue su primera experiencia asistiendo a una Misa del Día de los Caídos en el cementerio.
Laurie Nash se enteró de la oportunidad hace poco por medio de una compañera de la parroquia de St. James en Denver.
“Tengo una familia militar, así que pensé que sería una buena manera de iniciar el Día de los Caídos”, compartió. “¡Fue hermosa! ¡Gracias por hacer esto!”
El diácono Craig Fucci, capellán de la Base de las Fuerzas Espaciales Buckley, también sirvió durante la Misa.
«Creo que es muy importante para todos nosotros recordar a aquellos que dieron su vida para que pudiéramos ser libres y ésta es solo una pequeña manera de expresar esa gratitud», reflexionó.
Tanto el padre John como el diácono Fucci tienen varios años celebrando y sirviendo en la Misa anual del Día de los Caídos en el cementerio católico San Simón.
«Es un privilegio poder venir y celebrar», agregó el padre John.
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