No es raro que los medios y la gente critiquen constantemente a los sacerdotes por sus faltas. Pocas veces, en cambio, destacan las buenas obras de estos hombres que han entregado su vida a Dios. Sin embargo, Erik Vigil Reyes, 26, seminarista del St. John Vianney que fue ordenado diácono transitorio el 6 de septiembre, dice que fue el buen ejemplo de muchos sacerdotes el que le ayudó a descubrir su vocación. El Pueblo Católico conversó con Erik para conocer más sobre su historia.
EPC: ¿Es cierto que entre los diáconos ordenados, tú eres uno de los más jóvenes?
Sí, en la historia del seminario St. John Vianney, creo que soy quien ha sido ordenado a más temprana edad, por eso una de las lecturas que escogí para mi ordenación fue la del profeta Jeremías, que dice“Pero el Señor me dijo: No digas: ‘Soy joven’, porque adondequiera que te envíe, irás, y todo lo que te mande, dirás”. Eso me da la certeza de que no serán mis palabras sino las palabras de Dios las que proclamaré.
EPC: ¿Cómo escuchaste el llamado?
La compañía de mi abuelo y el ejemplo de varios sacerdotes, me trajeron hasta aquí. Siendo acólito en mi pueblo, Calvillo, Aguascalientes, y estando rodeado de sacerdotes que trabajaban mucho, vi la felicidad con la que lo hacían; eso me llamó la atención. Por otro lado, mi abuelo Eduardo, quien vivió en la época de los Cristeros, siempre me inculcó el amor por la Iglesia y los sacramentos. A pesar de su avanzada edad, iba a misa todos los días y me acompañaba a servir en la misa de las 6:30a.m. Fue él quien me cuestionó y me preguntó por primera vez si algún día me gustaría ser sacerdote.
EPC: Iniciaste el seminario en México ¿Por qué viniste a Denver?
Siendo ya seminarista, vine a visitar a mis papas. Recuerdo que asistí a misa en St. Mary, Eagle, y vi dos cosas: Primero, la gran necesidad de la comunidad por alguien que comprendiera su realidad, que les dijera que Dios los ama y que pudiera atender a sus necesidades espirituales de manera integral. Segundo, la dificultad con la que el sacerdote se comunicaba con ellos. Me di cuenta que muchos fieles ya no asistían a misa y en general la comunidad se desintegraba. Entonces pensé que tal vez yo podía hacer algo, que Dios me llamaba a servir aquí. Llegué en agosto del 2009.
EPC: ¿Qué has aprendido en este seminario?
Ha sido muy gratificante. He aprendido a comprender y asimilar la cultura americana; a enriquecer mi visión eclesial y a ser consciente de que es grande, multicultural y que necesita muchos trabajadores. Tengo mucha esperanza en que nuestras culturas hispana y americana puedan enriquecerse mutuamente y que podamos caminar juntos.
EPC: ¿Qué les dirías a los jóvenes de Denver?
Les diría que consideren la realidad en la que vivimos; los hispanos somos más del 50% de católicos acá y los sacerdotes de habla hispana no son ni un tercio del total. Creo que los jóvenes tienen la obligación de ser conscientes de lo que Dios les llama a ser en la vida; dentro de ello debe estar la vida consagrada. Los invitaría a orar y ser conscientes de que Dios tiene un plan para ellos. A los jóvenes que tienen inquietud les diría que le den la oportunidad a Dios de manifestar su voluntad en su vida. ¡No tengan miedo! Yo hace 8 años decidí ingresar al seminario con la simple idea de “tratar” de ver si el sacerdocio era para mí y desde entonces Dios puso los medios para cumplir su misión en mí.