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lunes, septiembre 29, 2025
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Fe y salud mental: Dios Padre desea tu sanación y plenitud

A lo largo de los evangelios, Jesús es claro: el Padre desea sanar a sus hijos. Sanó a los ciegos y a los cojos, devolvió al leproso a la comunidad, liberó a los poseídos de la opresión e incluso devolvió la vida a los muertos. Cada uno de estos milagros señala una verdad que nunca debemos olvidar: Dios quiere sanarte.

Con demasiada frecuencia cargamos con heridas de trauma, pecado, desilusión o rechazo como si tuviéramos que soportarlas solos… Nos convencemos de “arreglarnos” por nuestra cuenta, creyendo —como propone la cultura actual— que la sanación viene solo de la autorrealización, el pensamiento positivo o técnicas de autoayuda. Aunque el autoconocimiento y crecimiento tienen valor natural, la visión cristiana de la sanación es más profunda, integral y transformadora. La sanación no comienza en uno mismo, sino en Dios. El Padre anhela traer plenitud a nuestra vida.

La sanación incluye la mente

Como católicos, a menudo nos cuesta hablar abiertamente sobre la salud mental, aunque afecta a casi todas las familias y parroquias. Pero si creemos que somos una unidad de cuerpo, mente y alma, entonces debemos afirmar también que Dios desea sanarnos en cada una de esas dimensiones. La salud mental no es algo ajeno al evangelio; es parte de la vida en abundancia que Jesús vino a darnos.

Recibir terapia o consejería no es traicionar la fe, sino participar del cuidado providente de Dios. Así como acudimos al médico por un hueso roto, también podemos buscar ayuda para la depresión, la ansiedad o el trauma. Estos servicios, basados en la verdad y caridad, forman parte del plan del Padre para nuestro florecimiento. La sanación es una cooperación entre la misericordia divina y los medios que él nos da. Llevemos nuestras heridas a Dios con confianza. Nada es imposible para Dios.

No solo para mí, sino para nosotros

Otra tentación es ver la sanación como algo meramente individual. Pero la sanación cristiana nunca ter mina en el “yo”. Todo don del Padre está destinado a fluir hacia afuera para edificar el Cuerpo de Cristo. Cuando permites que Dios sane tus heridas, te conviertes en instrumento de sanación para los demás.

Muchos cargan cruces pesadas: padres que luchan con las exigencias de la vida familiar, adolescentes que buscan identidad y pertenencia, ancianos que enfrentan la soledad, quienes sufren en silencio enferme dades mentales y aquellos se sienten agotados por el ritmo de la vida. Cristo nos llama a ser una comunidad de compasión, donde nadie cargue solo con sus heridas.

La sanación también es esencial para quienes buscan una vocación. Entre más integrados estén los sacer dotes, diáconos y religiosos —espiritual, emocional y mentalmente— más libres serán para entregarse. Los seminarios y programas de formación reconocen cada vez más que la atención a la salud mental es parte integral del discernimiento y del ministerio a lo largo de la vida.

Plenitud humana

La Iglesia siempre ha enseñado que Dios nos creó para una vida en abundancia. Jesús nos dice: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Juan 10, 10). Esta abundancia no significa una vida libre de sufrimiento, sino una vida en comunión con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. La sanación y la plenitud son esenciales para florecer como hijos de Dios. Este florecimiento nos capacita para servirnos unos a otros con amor. Cuanto más plenos somos, más capa ces seremos de escuchar con paciencia, perdonar con generosidad y amar de manera sacrificial.

Gratitud por el trabajo católico en salud mental

Quiero expresar mi profunda gratitud a consejeros, terapeutas, psiquiatras y ministros pastorales católicos. Realizan una labor heroica tendiendo puentes entre psicología y espiritualidad. Nos recuerdan que la gracia se apoya en la naturaleza y que la misericordia de Dios abarca todas las dimensiones de la persona. Ayudan a que las personas lleven sus heridas a Jesús, para que su amor les traiga sanación.

A quienes trabajan en la salud mental católica, especialmente en la arquidiócesis de Denver, en St. Raphael Counseling y Mt. Tabor Counseling: gracias. Ustedes levantan las cargas de los hijos de Dios, los acompañan en sus valles oscuros y los guían hacia la luz sanadora de Cristo. Su labor no es solo una profesión, sino un ministerio de misericordia y compasión que refleja la del Señor.

Deseo del Padre

En el centro permanece una verdad sencilla: el Padre desea tu sanación y tu plenitud. No es indiferente a tu dolor. No mira tus heridas con frustración ni impaciencia. Más bien, te contempla con un amor que anhela restaurarte, renovarte y hacerte pleno. Quiere que acudas a él, que te entregues a él y dejes que él se encargue de todo. No se trata de decirle a Dios cómo debe sanarte, sino de permitirle que te sane de la manera que él quiere, porque él sabe lo que es bueno para nosotros.

Abre tu corazón a esa sanación hoy. No tengas miedo de buscar ayuda. No te avergüences de tus luchas. Y, sobre todo, no olvides que tu sanación no es solo tuya, sino un don destinado a toda la Iglesia.

Que el Padre, por medio de Jesucristo su Hijo y en el poder del Espíritu Santo, nos haga plenos, para que seamos instrumentos de su amor sanador en un mundo que anhela la paz.

 

Arzobispo Samuel J. Aquila
Arzobispo Samuel J. Aquila
Mons. Samuel J. Aquila es el octavo obispo de Denver y el quinto arzobispo. Su lema es "Haced lo que él les diga" (Jn 2,5).
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