Por Matt Walker
Era una cálida mañana de agosto, cuando un grupo de jóvenes entró en el ambiente sagrado y sereno de la capilla Christ the King para la Misa en el seminario St. John Vianney en Denver. Los jóvenes, entre 15 y 35 años, habían sido invitados a un retiro de discernimiento, uno de los muchos que se celebran allí cada año.
Sin embargo, este retiro fue muy distinto en un aspecto clave. La asistencia normalmente ronda las diez personas, pero ese día, casi cien respondieron al llamado.
El gran aumento en la asistencia puede atribuirse a la reciente campaña vocacional Llamados por su nombre. A partir del fin de semana del domingo 18 de mayo, los asistentes a Misa en toda la arquidiócesis escucharon las historias vocacionales de sus sacerdotes y fueron animados a nominar a jóvenes en quienes veían cualidades sacerdotales o que estarían dispuestos a considerar el llamado. La iniciativa generó la asombrosa cifra de novecientos nombres. Cada persona nominada recibió una carta del arzobispo de Denver, Samuel J. Aquila, así como invitaciones al retiro y a otras actividades de discernimiento de parte del director vocacional, el padre Jason Wallace.
“No puedo decir necesariamente que haya estado discerniendo seriamente el sacerdocio”, recordó Luke Cecil, un joven de 20 años que asistió al retiro desde la parroquia Our Lady of Fatima en Lakewood. “Definitivamente estaba bastante nervioso al entrar. Pero lo disfruté mucho. Fue muy interesante”.
El retiro incluyó adoración eucarística y pláticas del arzobispo Samuel Aquila y del padre Ángel Pérez-López, rector del seminario. Los seminaristas también estaban presentes, pues acababan de llegar para el nuevo año académico. Además de asistir a Misa, ayudaron en el retiro, especialmente durante la comida y en el tiempo de recreación y convivencia que siguió. Uno podría pensar que esos últimos momentos fueron menos importantes, sin embargo, el tiempo con los seminaristas fue señalado por varios como la mejor parte de la experiencia.
“Eso destruyó un poco el mito para mí de que los seminaristas son como personas raras o marginadas”, continuó Luke. “Eran muy buena onda y muchachos normales”.
“Estábamos jugando deportes y comiendo pizza, y podías acercarte a un seminarista para hacerle preguntas, conocerlo, lo cual fue genial. Son chicos increíbles, y creo que la mayoría de los que estábamos en el retiro los admiramos mucho”, recordó Jeremy Gillette, un joven de 20 años y estudiante del último año de School of Mines de Colorado, en Golden.
Para los jóvenes que consideran el sacerdocio, decirse a sí mismos que “no son material para el seminario” puede convertirse en un obstáculo autoimpuesto. Lo mismo ocurre con la dificultad de imaginarse en la vida cotidiana del campus. La experiencia del retiro ayuda a superar ambos problemas al reemplazar lo imaginado con ejemplos reales.
“Yo estuve a cargo de los deportes del día: organizar el voleibol, preparar todo para que llegaran los muchachos”, dijo Cooper Eitel, seminarista de tercer año de la parroquia Our Lady of the Pines, en Conifer. “Yo asistí a un retiro cuando estaba discerniendo, y eso realmente me ayudó a abrir los ojos. Puede haber una proyección negativa de la sociedad sobre estar en el seminario, pero no es algo raro. Son simplemente muchachos normales tratando de seguir a donde el Señor los llama”.
Cabe mencionar que, a través de la campaña Llamados por su nombre, Dios ha bendecido a la arquidiócesis con cifras impresionantes.
“Vinieron diez muchachos de mi parroquia”, señaló Francisco Pérez, de 31 años, seminarista de tercer año que ha ayudado en muchos de estos retiros. “Esta vez, yo diría que había más alegría en estos muchachos. Cuando la gente les dice: ‘Oye, creo que serías un buen sacerdote’, ellos sienten como: ‘¡Alguien ve algo en mí! Y me están invitando a ver de qué se trata esto’”.
Entonces, ¿qué sigue para estos cien discernientes, sin mencionar a los otros 800 jóvenes que fueron nominados?
“Siendo honesto, no estoy muy seguro”, admitió Luke. “En el evento nos dieron una invitación para pequeños grupos con otros hombres que disciernen el sacerdocio. Así que creo que [podría] unirme e ir a algunos de esos grupos”.
El proceso de discernimiento toma tiempo y no sigue un calendario fijo. Algunos de los que piensan inscribirse en el seminario también tendrán que terminar primero la escuela. Así que es probable que las próximas evaluaciones del programa no resulten tan impresionantes como lo que se ha visto hasta ahora. Es decir, hasta que se consideren varios años en conjunto y se vea más claramente la tendencia que se espera de la campaña.
“Lo primero que les he estado diciendo a los muchachos es que no tengan miedo, que simplemente lo intenten”, enfatizó Cooper. “Una vez que solicitas entrar al seminario, una vez que eres aceptado, no estás atrapado. No eres prisionero por siete años y luego [es] el resto de tu vida como sacerdote. Todo es un don gratuito. Y no hay manera de perder. Ir al seminario es solo una victoria para la Iglesia, para el Señor y para ti mismo también, por la cantidad de crecimiento que sucede [ahí]. Es una oportunidad tremenda”.
“Creo que lo más importante es la oración y cultivar la intimidad divina con Jesús”, dijo Jeremy, quien ya estaba discerniendo antes de ser nominado. “Me voy a graduar en la primavera, y creo que hay una buena posibilidad de que solicite entrar al seminario. Estoy muy emocionado por lo que sea que el Señor me llame. Si me llama al seminario, sé que lo bendecirá. Si me llama al matrimonio, sé que lo bendecirá. Yo diría que estoy muy abierto a dondequiera que él me llame”.