Esta serie, que durará varias semanas, es un recuento de la “Sabiduría de Walburga” desde la mente y el corazón de la madre Maria-Michael, O.S.B., la abadesa de la comunidad, en respuesta a algunas de las preguntas y preocupaciones fundamentales de innumerables católicos en el camino al Cielo.
Caridad, la clave de la vida cristiana
¿Cómo podemos orar mejor? ¿Cómo podemos escuchar la voz del Señor? ¿Cómo sabemos que estamos siguiendo al Señor?
La respuesta es simple, dijo la madre Maria-Michael. La caridad es la clave.
“Creo que cuando oramos, buscamos la voz de Dios, y comenzamos a buscarlo para que nos guíe, y al hacer eso, estaremos siguiendo a Cristo. Cuando tienes una relación que ha crecido en amor, eres muy rápido para escuchar esa voz. Eres muy rápido para escuchar el susurro”, dijo.
La caridad, es decir, la intimidad con la Trinidad es la clave para escuchar la voz de Dios. A medida que llegamos a conocerlo y amarlo más profundamente, empezamos a reconocer su voz. El mismo Señor nos lo dice en los evangelios: “Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco, y ellas me siguen” (Jn 10, 27).
Dicho esto, no siempre es fácil escuchar la voz de Dios en medio del ruido del mundo y las tentaciones del maligno. Pero para aquellos que conocen y aman a Dios, su voz suena diferente y tiene un efecto distinto; puedes reconocerlo por los frutos.
“Todo lo que tienes que hacer es mirar el fruto”, continuó la madre. “¿Es la escritura? ¿Es lo que Dios estaría pidiendo? Nos pide que sacrifiquemos. Nos pide que amemos. ¿Cuánto estás dispuesto a ayudar a los demás? ¿Dónde está tu caridad? Sabes, la caridad es la prueba. ¿Puedes detener lo que estás haciendo y ayudar a alguien? Incluso si es muy importante, o si estás en medio de algo y alguien se acerca. ¿Puedes hacerlo?”.
En cierto sentido, la caridad es la prueba de nuestra relación con Dios. San Juan dice lo mismo en su primera carta: “Si alguien dice: ‘Yo amo a Dios’, pero odia a su hermano, es un mentiroso; porque el que no ama a su hermano a quien ha visto, no puede amar a Dios a quien no ha visto” (1 Jn 4, 20).
Así, la sabiduría de Walburga refleja la de santa Teresa de Ávila: “Cristo no tiene manos, ni pies en la tierra, sino los tuyos…” Aquellos de nosotros en el mundo que buscamos conocer a Dios más profundamente y escuchar su voz más claramente estamos llamados a crecer en amor hacia él a través de una entrega amorosa y una oración ferviente. Y, por supuesto, a medida que nos acercamos cada vez más a la Trinidad en intimidad, debemos acercarnos a nuestros hermanos y hermanas en servicio amoroso.
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