“Adeste, fideles, laeti triumphantes.”
Mejor conocido en español como el canto de “Venid, fieles todos, a Belén marchemos
de gozo triunfantes, y llenos de amor”.
En este tiempo glorioso en que ha nacido el Salvador, resuenan nuestros corazones con este villancico lleno de verdad y gozo por ir al encuentro de Dios para adorarle.
Mientras meditamos en la Epifanía del Señor, recordamos la manifestación de Nuestro Señor en Belén ante los Reyes Magos, quienes acudieron a adorarlo, reconociendo en Él al Hijo de Dios y al Salvador del mundo. A menudo nos dejamos desviar de esta verdad central, enfocándonos en detalles secundarios como quién hará la rosca más grande, a quién le tocará la bendición del niño o quién será el encargado de hacer los tamales para la Candelaria, entre otras cosas.
Hagamos una pauta y reflexionemos, ¿qué es tu ofrenda al Señor? ¿Qué viene cargando tu corazón para presentarle al Señor? ¿Con cuanta constancia vienes a adorar al Señor, tu Dios?
Y mientras meditamos en ello te invito a que pidas al Espíritu de Dios que te iluminé y te muestre de que manera puedes adorarle más devotamente.
En el evangelio que meditamos en este año litúrgico para la Epifanía del Señor, vemos como Mateo nos comparte la línea de los reyes magos al llegar a Jerusalén en busca del rey de los judíos “Hemos visto su estrella en el oriente y hemos venido a adorar al Señor” – Mateo 2:2
Sera que nuestra realidad no da el tiempo y espacio en medio de tanta distracción para ver su estrella surgir en nuestras vidas? ¿Y más allá de ello como es nuestra respuesta? ¿Nos agilizamos para ponernos en camino e ir a adorarle? Y, ojo, no digo esto literalmente, pero si lo digo literal que vayamos a Belén, al Belén más cercano de nuestro hogar.
El significado de Belén es “casa de pan”, vaya precisión del Señor, ¿no? Esto automáticamente me lleva a pensar en Jesús Eucaristía, el Belén más cercano que tienes es la Capilla de Adoración, Jesús mismo oculto en le sagrario o bien expuesto, pero siempre presente, presente para ti las 24/7. Jesús Eucaristía, ese mismo niño que los reyes magos de oriente recorrieron noches y días por ir a adorarle, se queda presente para ti y para mí en el Santísimo Sacramento del altar, Jesús está presente en la Eucaristía. La manifestación más palpable que tenemos hoy de Nuestro Señor es en la Eucaristía.
Me imagino que en este año te has propuesto hacer o comenzar hábitos que te llevaran a crecer en una virtud o el objetivo es convertirte en tu mejor versión. Es por ello por lo que te exhorto a que, si aún no lo haces, o, aunque ya lo hayas hecho, vayas a adorar al señor en el Santísimo Sacramento. Nos ha nacido un Salvador y se queda presente en el milagro del Pan. Vayamos a adorar a nuestro Dios.
Venid y adoremos, venid y adoremos, venid y adoremos a Cristo el Señor.
