Por el Dr. Jared Staudt, director de contenido de Exodus 90
Arrepiéntanse, y que cada uno de ustedes se haga bautizar en el nombre de Jesús, el mesías, para que sus pecados sean perdonados. Entonces recibirán el don del Espíritu Santo”. Hechos 2,38
Pedro termina el primer sermón cristiano con estas palabras, tras haber predicado de manera impactante la muerte y resurrección de Jesús. La multitud sabía lo que le había sucedido a Jesús 50 días antes, pues Pedro les recuerda que ellos mismos habían participado en su muerte. Desde el día de Pentecostés, la Iglesia creció de manera constante. Los cristianos se reunían para partir el pan en sus casas, seguían las enseñanzas de los apóstoles y ejercían la caridad hacia los necesitados.
Apóstoles y apologetas: predicación
Con las comunidades apostólicas se estableció el modelo para la conversión, y la Iglesia se expandió por primera vez a través de la predicación, un estilo perfeccionado por san Pablo, que iba de sinagoga en sinagoga en las ciudades de habla griega al este del Mediterráneo. Vemos en los Hechos de los Apóstoles que efectivamente varios judíos se convirtieron por su predicación, aunque tuvo mucho más éxito entre los gentiles temerosos de Dios. Estos creían en el Dios de Israel, pero permanecían incircuncisos. Reconocieron a Jesús como el cumplimiento del plan de Dios de derramar su luz sobre los gentiles, que se cumpliría mediante su conversión.
Pedro había bautizado al primer grupo de gentiles en la casa del centurión Cornelio, aunque Pablo se hizo más conocido por su énfasis en esta misión a las naciones. Pablo pronunció el primer llamado público a un grupo de gentiles en Atenas, recurriendo a los poetas griegos y señalando la providencia de Dios para con todos los pueblos. Muchos consideran que este discurso en el Areópago fue un fracaso, aunque el libro de Hechos nos dice que consiguió algunos conversos. El método de Pablo continuaría en los primeros apologistas, como san Justino mártir, que escribieron apologías (defensas) de la fe cristiana en las que abordaban la filosofía griega y el ideal romano de virtud. Este enfoque seguiría atrayendo a los más intelectuales, que buscaban la verdad en medio de la confusión moral y espiritual del mundo antiguo.
A pesar de estos primeros éxitos, las sinagogas rompieron rápidamente el contacto con la Iglesia primitiva, y el Imperio Romano inició una persecución activa, aunque esporádica, contra la Iglesia. Tenía que haber otra forma para que la Iglesia siguiera creciendo… La respuesta vendría a través del testimonio personal.
Cristianos perseguidos: testimonio de vida
Los cristianos sobresalían en la cultura antigua por el carácter distintivo de su vida. Un discípulo anónimo que escribió una carta a un pagano llamado Diogneto hablaba del cristianismo no como una cultura externa, sino como una forma diferente de vivir marcada por la verdadera libertad moral y el amor sacrificial: “Toda tierra extranjera es para ellos como su patria, y toda tierra natal como tierra de extranjeros. Se casan, como todos; engendran hijos, pero no los asesinan en el vientre. Tienen una mesa común, pero no una cama común. Están en la carne, pero no viven según la carne. Pasan sus días en la tierra, pero son ciudadanos del cielo. Obedecen las leyes prescritas y, al mismo tiempo, las superan con su vida. Aman a todos los hombres y son perseguidos por todos” (Carta a Diogneto).
Los paganos de los alrededores se percataron de esta forma de vida diferente y se preguntaron por ella. El sociólogo Rodney Stark señaló en su libro El auge del cristianismo que la valentía cristiana ante la muerte les llamaba especialmente la atención. Los cristianos no solo estaban dispuestos a morir por su fe a causa de la persecución, sino que también aceptaban el riesgo de enfermarse para cuidar de los enfermos, incluso cuando estos habían sido abandonados por sus familiares. Cuidaban de los pobres, cristianos y paganos por igual. Además, trataban con mayor dignidad a las mujeres, los niños y los esclavos; incluso salvaban a los recién nacidos abandonados. Los cristianos creían claramente en algo más poderoso que cualquier mito o filosofía y demostraban su fe con sus actos.
Amistad y conversaciones
La conversión comenzaba a través de las relaciones: los lazos familiares, vecinos y compañeros. Mike Aquilina describe esta dinámica en el crecimiento de la Iglesia: “El relato común, sin embargo, es una historia de amistad. Según lo que sabemos, en la Iglesia clandestina no se hablaba de métodos de evangelización ni de programas institucionales… parece que los cristianos convirtieron al mundo simplemente haciéndose amigos de sus vecinos de al lado y perseverando en la amistad” (Friendship and the Fathers: How the Early Church Evangelized).
Del mismo modo, Michael Green señala cómo el crecimiento de la Iglesia “se llevó a cabo en realidad por medio de misioneros informales”, que se relacionaban con la gente de forma natural y con entusiasmo “en las casas y en los locales de vino, en los paseos y en torno a los puestos del mercado… Después de encontrar un tesoro, pretendían compartirlo con los demás, hasta el límite de sus posibilidades” (Evangelism in the Early Church, 243-44)
Respuesta a la búsqueda de sentido
A pesar de la persecución y la humillación que sufrían como grupo marginal, cuyos puntos de vista contradecían la ética predominante de la cultura antigua, la Iglesia creció a pasos agigantados. La gente quería más. Buscaban un sentido y un propósito más allá de lo que podían ofrecer los mitos y los cultos mistéricos, y hallaron una felicidad más auténtica que el placer material. Veían que los cristianos tenían algo de lo que ellos carecían. Lo observaban cada día y luego empezaban a hacer preguntas. Llegaron a conocer a Jesús a través de sus conversaciones con los cristianos.
Conversiones
Cuando estaban preparados, se presentaban ante el sacerdote local para ser examinados y, si se consideraba que estaban listos, se convertían en catecúmenos, con lo que iniciaban un tiempo más serio de preparación a través de la instrucción, la oración y el crecimiento moral. Tras años de pruebas, entonces eran examinados y elegidos por el obispo, y comenzaban un periodo aún más intenso de purificación durante la Cuaresma para prepararse para recibir los sacramentos durante la Vigilia Pascual. Solo entonces podían los nuevos conversos, los neófitos, ser admitidos en la plenitud de la Misa y de la vida comunitaria dentro de la Iglesia.
Nosotros
El testimonio personal funcionaba como medio de conversión incluso en circunstancias difíciles. Este testimonio nos ofrece un modelo, ya que nuestra cultura empieza a parecerse cada vez más al mundo antiguo, perdido y confuso, en busca de un propósito mayor. Como cristianos católicos, podemos ofrecer orientación si nosotros mismos nos convertimos en verdaderos testigos de Cristo viviendo un modo de vida diferente.
Este artículo fue traducido del inglés y se publicó en la edición de la revista de El Pueblo Católico titulada «Evangeliza como solo tú puedes hacerlo». Lee todos los artículos o la edición digital de la revista AQUÍ. Para suscribirte a la revista, haz clic AQUÍ.