De todos los males que existen en el mundo, los que despojan a los niños de su inocencia y pureza están entre los más graves. Tristemente, esto es lo que la industria mundial del tráfico sexual de niños, que mueve miles de millones de dólares, le hace a un sinnúmero de menores cada año. Aun así, de alguna manera esta crisis no ha recibido mucha atención por parte de los medios de comunicación principales.
Quizás la parte más preocupante de este mal es que ninguno de nosotros está muy lejos de él. El estado de Colorado se conoce como un punto clave de la trata de menores con fines sexuales debido a las principales autopistas que lo atraviesan. Si bien es fácil para la mayoría de las personas sentirse impotentes al no poder hacer mucho al respecto, el primer paso para combatir esta desgracia es crear conciencia. Por fortuna, la nueva película Sonido de libertad (Sound of Freedom) se ha convertido en el centro de atención cultural para ayudar a generar más conciencia sobre uno de los problemas más grandes de nuestro tiempo.
Basada en hechos reales, la película está protagonizada por Jim Caviezel, actor de La pasión de Cristo, quien interpreta al cazador de pedófilos de la vida real Tim Ballard, un esposo mormón y padre de seis hijos. Hace varios años, algunos medios de comunicación contaron la historia de cómo Tim renunció a su trabajo como agente federal para ejecutar misiones secretas en diferentes partes del mundo con el fin de rescatar a niños de los traficantes sexuales. Después de cinco años de intentar obtener un lanzamiento amplio, los derechos de la película finalmente fueron adquiridos por Angel Studios, mejor conocido por producir la serie The Chosen (Los elegidos), y ha logrado más de $40 millones en ganancias durante su semana de estreno.
Además de la increíble historia de Tim Ballard, la película se enfoca en un padre colombiano y sus dos hijos, que llegan a caer en una red de tráfico sexual infantil después de haber sido engañados por una mujer misteriosa que se hace pasar por una agente de modelos infantiles. La película sigue a Rocío y su hermano menor Miguel, bellamente interpretados por Cristal Aparicio y Lucas Ávila, que son secuestrados y sometidos a horrores que nadie, y mucho menos un niño, debería experimentar. La película no es necesariamente gráfica en su descripción de lo que estos niños tienen que soportar, pero es lo suficientemente sugestiva como para provocar una reacción de angustia e incluso de ira justificada.
La película se desarrolla como una mezcla entre Indiana Jones y Misión imposible, aunque no hay villanos místicos que han vuelto a la vida o saltos desde rascacielos que desafían la muerte. Esta es una historia que se basa en la realidad, lo que la hace aún más poderosa en cuanto a la credibilidad de los personajes. Es cierto que algunas partes de la película pueden caer en lo cursi, pero es sorprendentemente inmune a algunos de los temas recurrentes que plagan muchas películas «cristianas». El actor Jim Caviezel hace una gran interpretación de Ballard, pero las actuaciones de Rocío y Miguel son las que realmente mantienen vivo el elemento humano de la película al darle rostro a las verdaderas víctimas que caen presas de este mal todos los días.
Como era de esperarse, los eventos representados en Sonido de libertad están muy dramatizados. La realidad del tráfico sexual es aún más compleja de lo que se muestra en la película. Muchas veces, las víctimas no están en un estado psicológico para ser rescatadas de la manera en que la película lo presenta: otra consecuencia devastadora del severo golpe mental y espiritual que sufren las víctimas. Teniendo esto en cuenta, si el objetivo de Sonido de libertad es dar un pequeño vistazo a esta oscura realidad clandestina y mover los corazones para hacer algo al respecto, entonces es un éxito.
A medida que avanzan los créditos al final, Jim Caviezel aparece dando un mensaje especial que explica los muchos obstáculos que impidieron que Sonido de libertad se estrenara más ampliamente hasta ahora y declara que la película es como “La cabaña del tío Tom, pero sobre la esclavitud del siglo XXI”. Aunque solo el tiempo dirá si esta analogía está justificada, resulta evidente que una película como Sonido de libertad —que arroja una luz muy necesaria sobre la desgracia a menudo ignorada del tráfico sexual infantil— es digna de llegar a la pantalla grande y ciertamente digna de ser vista.
