Durante los últimos años, he hablado y escrito a menudo sobre la importancia de permanecer en relación con la Santísima Trinidad. El principio subyacente que hace posible esta permanencia es el don del amor de Dios, que llamamos caridad. Uno de los puntos principales que enfatizo es que el amor que nos transforma y nos lleva al Cielo es un amor que ama a Dios primero y por encima de todas las cosas. Este punto no debe subestimarse.
El mismo Señor dio este mandato al pueblo de Israel: “Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es el único Señor. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Que penetren en tu mente estas palabras que yo te dicto hoy” (Dt 6, 4-6). Además, en los evangelios Jesús nos enseña, “…como yo los he amado, así ámense también entre ustedes” (Jn 13, 34). Y nos da este mandamiento, “Amen a sus enemigos, hagan bien a los que los odien” (Lc 6, 27). Al comenzar a reflexionar sobre cómo Jesús nos está llamando a prepararnos para la Cuaresma, les ofrezco una evaluación de nuestro amor. Oren con esto y pregunten al Señor cómo los está invitando a amarlo de manera más plena.
1. ¿Dedicas tiempo todos los días para alabar y adorar a Dios?
La oración personal diaria es necesaria si vamos a seguir a Jesús como sus discípulos. Lo que hacemos en ese tiempo es tan importante como crear tiempo para hacerlo. En nuestra oración, queremos dos cosas: recibir el amor de Dios de manera profunda y amarlo más perfectamente. Los animo a que examinen cuánto tiempo dedican simplemente a decirle a Dios cuánto lo aman, a alabarlo por su bondad y a bendecir su nombre. “En verdad es justo y necesario” adorar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Asegurémonos de que nuestro tiempo de oración le esté dando gloria a la Santísima Trinidad y de que no solo estemos mirando hacia nosotros mismos.
2. ¿Lees regularmente la Biblia y permites que te guíe en tu vida?
Jesús les enseña a sus discípulos: “Si me aman, guardarán mis mandamientos” (Jn 14, 15). Si amamos a Dios por encima de todas las cosas, su Palabra moldeará y guiará cada aspecto de nuestras vidas. Esto es casi imposible sin leer y orar frecuentemente con la Sagrada Escritura. Si la lectura regular de las escrituras es algo nuevo para ti, empieza con los evangelios (¡especialmente el Evangelio de Marcos!). Permite que la Palabra le hable a tu corazón. Escucha cada palabra de la boca de Jesucristo como dirigida personalmente a ti. En su amor, ¿cómo está Jesús llamándote a unir tu corazón y tus comportamientos al suyo?
3. ¿Haces del Día del Señor una prioridad?
Dios mandó a su pueblo guardar el domingo como día de descanso. En la nueva alianza, honramos al Señor, especialmente el domingo, en recuerdo de la Resurrección de Jesús. ¿Cómo honras al Señor los domingos? ¿Es un día de descanso y oración? ¿O es un día para ponerte al corriente con el trabajo y prepararte para la semana? ¿La Misa es algo que encajas en tu agenda? ¿O el resto del día está programado en torno a ella? ¿Encuentras a Jesucristo y lo recibes mientras escuchas su Palabra y lo recibes en la Eucaristía? Permite que tu corazón clame, “Jesús, ayúdame a amarte en tu Palabra y en la Eucaristía”.
4. ¿Recibes el sacramento de la reconciliación con la intención de reconciliarte con Dios, o solo para aliviar tu conciencia?
El sacramento de la Confesión es un regalo increíble de Dios para ayudarnos a recibir su perdón y amor, y para crecer en gracia y virtud. Nuestra disposición hacia el sacramento importa. A veces, podemos sentirnos motivados a ir a la Confesión para aliviar nuestra culpa. Si bien es cierto que debemos ir, es más perfecto desear confesarnos para reconciliarnos con Dios. ¿Extrañan nuestros corazones la intimidad que tal vez hemos perdido con Dios debido a nuestros pecados? ¿O solo necesitamos aliviar nuestra conciencia y seguir adelante?
5. ¿Tienes apegos mundanos que interfieren con tu amor a Dios?
Los apegos no son necesariamente siempre pecaminosos, pero sí nos impiden crecer en la caridad. Nuestros corazones humanos tienen capacidades limitadas. Aunque a menudo pensamos que podemos tener ambas cosas, el Señor nos dice que debemos elegir uno sobre el otro. “Nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se dedicará a uno y despreciará al otro. No pueden servir a Dios y al dinero” (Mt 6, 24). ¿Qué apegos te están impidiendo servir y amar a Dios más plenamente? ¿Estás apegado al dinero, a las opiniones, a los partidos políticos o a tu trabajo más que al amor de Dios?
6. ¿Cómo das a aquellos que no tienen manera de devolverte el favor?
Jesús es el ejemplo más perfecto de caridad en acción en un corazón humano. Su acto más grande de caridad fue dar su vida por nosotros en la Cruz. En su sacrificio, nos muestra que, si verdaderamente amáramos, no consideraríamos “¿qué hay para nosotros?”. A través de la Pasión de Cristo, Dios elige amarnos y arreglar el desastre que hemos causado, aunque no tengamos manera de devolverle a Dios por el pecado original o por nuestros pecados personales diarios. ¿De qué manera amamos a aquellos que no tienen manera de devolvernos o arreglar lo que han hecho?
7. ¿Hay relaciones en tu vida que requieren un perdón más profundo?
He escrito antes sobre la necesidad y el poder del perdón. Les digo de nuevo que los cristianos estamos llamados a perdonar, y les recuerdo que hay una gran libertad en el perdón. Pidan al Señor que les muestre las relaciones en las que necesitan ofrecer un perdón más profundo. Luego recen: “En el nombre de Jesús, perdono a (nombre) por (razón), y lo libero de su deuda conmigo y te pido que lo bendigas abundantemente”. Recuerden, ¡el perdón los bendecirá más a ustedes que a ellos! Puede que ni siquiera sepan que te has ofendido, pero cuando perdonas de corazón como Jesucristo, la carga, el rencor y la preocupación te abandonarán. ¡El amor de Jesús te liberará!
A medida que nos acercamos a la Cuaresma, tómate tiempo este mes para examinar tu amor. ¡Una práctica cuaresmal a la que el Señor nos invita es siempre mejor que lo que se nos ocurre rápidamente el Miércoles de Ceniza! Cuenten con mis oraciones por ustedes. Que juntos crezcamos en caridad y glorifiquemos más perfectamente a nuestro Padre Celestial.