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lunes, enero 20, 2025
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Luz de esperanza: El amor incondicional de Dios en la Navidad

Entrevista con la hermana Miriam James Heidland, SOLT

Es el momento más oscuro del año en muchos sentidos. El sol se mete cada vez más temprano, sumiéndonos en la oscuridad desde las 5 p.m. El clima y las hojas se tornan grises. Nuestra nación sale de una temporada electoral conflictiva. Todo esto se suma a nuestras dificultades, desafíos y sufrimientos personales y comunitarios. En un momento como éste, puede parecer fácil desesperarse, perder la esperanza.

Sin embargo, en esta época del año, Jesús viene de nuevo a nuestros corazones, comunidades, Iglesia y mundo. La celebración del nacimiento de Emmanuel, Dios-con-nosotros, en el punto más oscuro del año no es una coincidencia; es un recordatorio conmovedor de la presencia de la Luz del Mundo entre nosotros, incluso en medio de la oscuridad.

La esperanza no defrauda

Más que un sentimiento fugaz de inspiración, la virtud teologal de la esperanza significa más en nuestras vidas.

Esta virtud, un don de Dios, permite a la humanidad ver la vida de manera diferente, dice el Catecismo de la Iglesia Católica, “La esperanza protege del desaliento; sostiene en todo desfallecimiento; dilata el corazón en la espera de la bienaventuranza eterna. El impulso de la esperanza preserva del egoísmo y conduce a la dicha de la caridad” (1818).

La virtud teologal de la esperanza nos ayuda a fijar nuestra mirada en los bienes de arriba, a acumular tesoros en el Cielo (cf. Col 3, 2; Mt 6, 19-21).

“Creo que una forma muy simple de resumir eso es que la esperanza es la realidad de que el Cielo es nuestro hogar y Dios es fiel a sus promesas”, dijo la hermana Miriam James Heidland, SOLT, una religiosa de la Sociedad de Nuestra Señora de la Santísima Trinidad, conocida por sus charlas, su participación en el podcast Abiding Together y su trabajo con el John Paul II Healing Center. “Somos peregrinos en este viaje; esta tierra tal como la vivimos ahora no es nuestro hogar. Un día habrá cielos nuevos y una nueva tierra. Lo mejor de lo que encontramos aquí son solo simples destellos de lo que nos espera en la completa y total consumación con Dios para siempre, por toda la eternidad, que es el Cielo.

“Muchas veces, cuando hablamos de esperanza, a menudo la usamos como sinónimo de pensamientos ilusos”, continuó la hermana. Al contrario, la esperanza lo cambia todo, dijo, señalando la famosa línea del papa Benedicto XVI en Spe Salvi, “Quien tiene esperanza vive de otra manera; se le ha dado una vida nueva”.

“Lo que hace la virtud teologal de la esperanza es ordenar nuestros corazones hacia el Cielo, hacia lo eterno. Así que en los momentos de nuestra vida en los que tú y yo experimentamos incertidumbre, podemos acudir al Señor y decir, ‘Señor, dijiste que estarías conmigo siempre, hasta el fin del mundo. Dijiste qué harías nuevas todas las cosas. Ahora mismo no lo siento así, o no puedo verlo. Pero voy a poner mi esperanza en ti’”, compartió la hermana Miriam.

La historia de Navidad es un recordatorio perfecto para renovar nuestra esperanza en Cristo, añadió. En el punto más oscuro del año, la Luz del Mundo viene de nuevo para desviar nuestra atención de la oscuridad de nuestros propios “misterios dolorosos” — esos desafíos, dificultades, sufrimientos y heridas en nuestras propias vidas — hacia él en quien podemos poner nuestra esperanza.

“Vemos en Cristo no solo un modelo distante o una figura lejana, sino a alguien que literalmente toma nuestra carne e incluso toma nuestro pecado y nos reúne en comunión con la familia — porque la Trinidad es una familia. Así que resume todo lo que nuestros corazones anhelan: comunión, pertenencia, anhelo, restauración, perdón, redención, triunfo sobre la oscuridad”, explicó. “La esperanza renace siempre, y cada uno de nosotros tiene un profundo anhelo de un amor que nunca acaba, de un amor que sana, de un amor que bendice, de un amor que perdona, de un amor que es incondicional. Y porque estás hecho a imagen y semejanza de Dios, fuimos creados en, por y para ese amor, y por eso lo anhelamos”.

Luz desanación en la oscuridad

Fluyendo de nuestra dignidad como hijos e hijas amados de Dios, ese anhelo inherente por las cosas de Dios, por “el Reino de los Cielos y la vida eterna” (CIC 1817), es un anhelo que Dios quiere cumplir en cada uno de nosotros en el Reino de los Cielos.

Pero es muy fácil perder de vista ese destino lleno de esperanza, desviarnos del “camino estrecho” y perdernos en nuestro quebrantamiento, pecado y desesperación.

“Tú y yo tenemos muchos impedimentos de la concupiscencia, del pecado original, pero también de nuestros misterios dolorosos en la vida”, expresó la hermana Miriam. “Tenemos creencias muy profundas que formamos a partir de nuestros misterios dolorosos que a menudo enmarcan todo nuestro concepto de lo que significa ser humano, quién es Dios y cómo es que amamos. Y Jesús viene con su amor y su verdad para sanar esos lugares. Su amor sana las heridas, y su verdad sana las mentiras que creemos sobre nosotros mismos, los demás y Dios. Y él nos está llevando a la plenitud de lo que realmente somos”.

La venida de Cristo en Navidad, su Encarnación y su entrada en la condición humana, con todo su desorden, debe ser una fuente de gran esperanza para los cristianos que buscan caminar el “camino estrecho” hacia la salvación.

Al hacerse hombre, Jesús se hizo como nosotros en todo, menos en el pecado, y nos enseñó a ser verdaderamente humanos. Su Encarnación hizo a Dios accesible para su pueblo de una manera nueva y profunda. A través de Jesús, podemos llegar al Padre; al llegar al Padre, encontramos plenitud, sanación, verdad, belleza y bondad.

“Cuando hablamos de sanación en el John Paul II Healing Center, hablamos de una hermosa definición que el Dr. Bob Schuchts siempre da, ‘La sanación es un encuentro continuo con el amor y la verdad de Dios que nos lleva a la integridad y la comunión’”, añadió la hermana Miriam, destacando el deseo de Dios de llevar su amor y su verdad a esos lugares de rechazo, abandono, miedo y vergüenza en nuestros corazones.

“Cuando permitimos que esos lugares sean descubiertos con el tiempo y de todas las maneras en que Jesús lo hace, encontramos que él está allí, su amor está allí, su comunión está allí, su bondad está allí. Y desde el momento de nuestra existencia, nunca hemos estado espiritualmente solos”.

Esa intimidad con el Señor es una fuente de gran esperanza, continuó la hermana Miriam, porque nos muestra que no todo depende de nosotros; Dios es Emmanuel, con nosotros.

Nuestra respuesta a Emmanuel, Dios-con-nosotros

Aunque la plenitud de la esperanza, la sanación y el cumplimiento pueda esperarnos en el Cielo, no estamos justificados de actuar hoy y en cada momento, dijo la hermana Miriam. Porque Jesús se hizo hombre y se unió a nosotros de manera tan poderosa, todo esto comienza incluso ahora, aquí en la tierra.

“Ese viaje de restauración comienza ahora, y su plenitud tiene lugar en el Cielo. Pero comienza ahora. Tú y yo no tenemos que pasar el resto de nuestras vidas — sin importar dónde estemos ahora — en nuestros mecanismos de afrontamiento o en nuestras partes más difíciles, en nuestra evasión o una identidad de víctima”, dijo la hermana Miriam.

Mientras la Iglesia celebra la venida de Cristo como niño y comienza el Año de Jubileo de la Esperanza, no hay mejor momento para desarrollar el músculo de la esperanza en nuestras vidas eligiéndola, incluso cuando las circunstancias hacen difícil esa decisión, dijo la hermana Miriam.

“Al mirar a Jesús, simplemente nos quedamos asombrados y cautivados por él. ¿Quién nos ama así? ¿Quién tomaría nuestro pecado y sufrimiento? ¿Quién querría unirse tan estrechamente a nosotros como Cristo? Él es tan hermoso. Él es tan impresionante. No tenemos que inventar nada; no tengo que inventar esperanza o virtud. Podemos pedirle al Señor, ‘Abre mi corazón y ayúdame a responder a tu amor divino. Despierta el don de la esperanza en mi corazón. Ayúdame a responder a lo que ya estás haciendo en mi vida’”, compartió la hermana Miriam. “No depende de nosotros comenzar ese proceso, pero el amor siempre requiere una respuesta”.

TÚ eres la razón de Jesús en esta temporada

Cada temporada de Adviento y Navidad, el hecho de que Jesús se haya hecho hombre trae gran esperanza y alegría. Tú eres su razón durante esta temporada, querido lector. Jesús se hizo hombre por amor a ti, para salvarte y para traerte a la relación con él — ahora y para siempre en el Cielo. En resumen, la verdad resonante del mensaje navideño, lleno de gozo y esperanza, es que tú importas para Dios.

“Somos profundamente amados — eso me hace llorar — somos profundamente amados y tan preciosos para él. Lo que nos importa, le importa a él. Jesús no es indiferente hacia nosotros, y no está esperando a que nos pongamos en orden para ayudarnos. Él nos ama absolutamente. Eso es lo que sucede en el Adviento: la revelación del amor de una familia, de la vulnerabilidad, la pequeñez y la pobreza, el amor de nuestros pequeños lugares que él no teme. Él no nos tiene miedo. Él no nos tiene miedo. Él está con nosotros, y ese amor sana todas las cosas”, concluyó.

André Escaleira, Jr.
André Escaleira, Jr.
André Escaleira es el editor de Denver Catholic y El Pueblo Católico. Nacido en Connecticut, André se mudó a Denver en 2018 para servir como misionero con Christ in the City, donde servió por dos años.
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