En octubre del año pasado, decenas de parejas de la arquidiócesis de Denver tuvieron la bendición de vivir el retiro de parejas Unveiled, impartido por el John Paul II Healing Center en la parroquia St. Mary en Littleton. He escuchado muchos testimonios increíbles de las parejas que asistieron y de cómo mejoraron su relación, experimentaron sanación, aprendieron a orar juntos y descubrieron el amor de Dios de nuevo en sus relaciones. Ha sido una inmensa fuente de gratitud para mí como obispo oír sobre lo que el Espíritu Santo está obrando en los matrimonios y las familias de la arquidiócesis. El retiro me recordó el papel que desempeña el matrimonio en el plan del Padre y lo esenciales que son los buenos matrimonios para la sociedad.
Dios creó solamente dos instituciones: el matrimonio, con la familia, y la Iglesia. La familia es la base de la sociedad. Además, es la analogía principal que Jesús nos da para entender la Iglesia. Al crear al hombre y a la mujer para entrar en relación el uno con el otro en el matrimonio, Dios revela su plan para nuestra salvación y lo establece como signo no solo para los que participan en él, sino para el mundo entero. Dios ya había bendecido la unión matrimonial antes de la caída, y cuando el hombre y la mujer se unen en matrimonio, los dos se vuelven uno en el don de sus hijos. Esta es en parte la razón por la que Dios elevó la institución natural del matrimonio al nivel de sacramento, para convertirlo en un signo de su gracia y salvación: la entrega total de sí mismo para el mundo.
Cuando las parejas se preparan para el matrimonio, a menudo reciben instrucción sobre los beneficios del sacramento para la relación con su cónyuge y con Dios. Es bueno que sean conscientes de esto, ya que el Señor realmente dispensa gracia para su propia santificación a través del sacramento. Sin embargo, muchas veces no se les enseña lo suficiente sobre la misión del matrimonio hacia el resto del mundo. El Catecismo enseña: “El fruto de la vida sacramental es a la vez personal y eclesial. Por una parte, este fruto es para todo fiel la vida para Dios en Cristo Jesús: por otra parte, es para la Iglesia crecimiento en la caridad y en su misión de testimonio” (CIC 1134). Con demasiada frecuencia subestimamos y olvidamos el poder de la misión que tenemos de dar testimonio a través del sacramento del matrimonio.
Cuando miramos a una pareja casada sacramentalmente, deberíamos ver una señal de lo que Jesús realizó en su misterio pascual. Deberíamos ver una entrega completa, total y mutua de uno mismo, del marido a la mujer, que nos inspire a vivir según la norma del Evangelio. Los matrimonios son imagen del amor de Cristo y, cuando se vive en la caridad, estos se convierten en un testimonio inmensamente poderoso.
Naturalmente, surge la pregunta: ¿cómo deberían las parejas casadas cooperar mejor con esta increíble gracia que Dios les ha concedido?
Uno de los momentos más conmovedores y profundos del retiro Unvailed fue cuando el Dr. Schuchts explicó el concepto de sumisión mutua. Se refería al pasaje de la carta de san Pablo a los efesios que se lee a menudo en las bodas: “Sean las esposas sumisas a sus maridos, como al Señor. […] Que la esposa, pues, se someta en todo a su marido, como la Iglesia se somete a Cristo. Maridos, amen a sus esposas como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella.” (Efesios 5,22-25).
En nuestra cultura actual, puede ser difícil interpretar correctamente estas palabras y ponerlas en práctica. El Dr. Schuchts explicó que el significado literal de la palabra sumisión es “bajo la misión” del otro. Visto en este contexto, tanto el marido como la mujer están llamados a ponerse bajo la misión del otro. Esta decisión exige madurez, abnegación y una verdadera entrega al Señor por parte de ambos cónyuges. Es un destino al que es difícil llegar sin la oración compartida. Las parejas deben volverse el uno hacia el otro, escucharse honestamente y luego llevar ante el Señor sus propios deseos y los deseos de su cónyuge, y luego someterse ambos a su plan y misión.
El trabajo de toda vocación puede ser difícil, y el matrimonio no es una excepción. Se necesita valor para unirse a su cónyuge y someterse mutuamente a la misión. Sin embargo, al hacerlo, uno convierte en un testigo poderoso de la alianza y la salvación del Señor. Estoy agradecido con todos ustedes que viven sus matrimonios con valentía, siguen el plan de Dios para su santidad y misión, y comparten su amor y alegría con los demás. Estén seguros de mis oraciones por ustedes, y que su amor mutuo y por el Señor se renueve siempre.
Este artículo fue traducido del inglés y se publicó en la edición de la revista de El Pueblo Católico titulada «La llave para un matrimonio santo». Lee todos los artículos o la edición digital de la revista AQUÍ. Para suscribirte a la revista, haz clic AQUÍ.