Además de los milagros eucarísticos que han sido investigados y registrados en la historia de la humanidad, muchas personas de fe también han experimentado la presencia real de Nuestro Señor Jesucristo en la Eucaristía.
África Eugenia Caldera Duarte, feligrés de la iglesia de la Santísima Trinidad en Westminster, es un claro ejemplo de que cuando se abre el corazón con fe, se puede recibir a Dios en cuerpo y alma. Además de servir en su parroquia como ministro de Eucaristía y sacristán, África ocupa su tiempo sirviendo a Dios de distintas maneras, incluyendo en el grupo de Adoración Nocturna.
“Tu espíritu necesita de esa cercanía de Dios. Es esa hambre, ese enamoramiento, un llamado de alguien que te dice: ‘Ven, ven, yo te necesito. Yo sé que tú me amas y yo necesito llenarte más de mi amor divino’”, compartió con El Pueblo Católico.
Pero no todo fue siempre color de rosa. En el 2014, África, quien es hija única, vivió uno de los momentos más dolorosos de su vida: la pérdida de su padre, quien había fallecido en México, y la impotencia de no haber podido acompañarlo físicamente en sus últimos momentos debido a su situación migratoria en este país. A pesar de contar con el apoyo de sus tres hijos y de su esposo, África sentía que no podía con la cruz que cargaba en ese momento.
“Soy una pecadora rescatada de la oscuridad, donde yo vivía pensando que estaba bien, pero también donde yo tuve ese encuentro con mi Señor. Yo era de las personas que, si iba a Misa, bien; y si no, también. Iba cuando tenía ganas, y cuando no, no», recordó África.
Fue en la parroquia de la Santísima Trinidad donde África fue invitada a vivir un retiro espiritual. En aquel entonces, nunca había tenido la oportunidad de vivir un retiro, pero a pesar de eso, tenía la certeza de la existencia de un Dios bueno que podía sacarla del vacío.
“Yo decía: ‘Señor, yo deseo mucho de ti. Yo quiero conocerte más’. No había la posibilidad de que yo pudiera asistir a ese retiro porque en aquel tiempo no trabajaba y no teníamos esa disponibilidad económica; tampoco tenía niñera para cuidar a mis tres hijos. Pero para la gloria de Dios, cuando tú pones lo humano, el Señor abre puertas y Él hace lo divino”.
África cuenta que, desde el primer día del retiro, sintió la presencia de Dios y todos los temas le llegaron al fondo de su corazón. Luego hubo un momento durante la hora santa frente al Santísimo en que Dios se le manifestó y comenzó a sanarla. “Me acuerdo que estaba mareada… Era obra del Espíritu Santo que me empezaba a sanar por la palabra de Dios. Yo sentí como un fuego, un calor que entró por mis manos, recorrió todos mis brazos, subió hasta mi cabeza, y al llegar a mi cabeza, yo sentí cómo iba bajando por toda la parte de mi cuerpo, mi corazón, mis brazos, mi torso, mis piernas mientras yo estaba hincada y llorando ante el Santísimo”. Aunque en ese momento no sabía lo que estaba sucediendo, su corazón sentía que era Dios que la estaba abrazando.
“Tiempo después, yo entendí que había experimentado en mi cuerpo, alma y espíritu, una unión con el Señor realmente presente en la Eucaristía». Esta experiencia divina le dio la oportunidad de sanar heridas y comenzar a vivir de nuevo, pero esta vez de la mano de Dios.
“Después de este retiro, mi vida cambió por completo. Ya no volví a sentir dolor por la pérdida de mi padre, ya no sentía que mi corazón estaba triste, amargado, desolado, desorientado o tal vez deprimido. En ese momento mi vida, mi corazón y mis sentimientos cambiaron por completo”.
Después de esta experiencia que cambió su vida, África comenzó a ponerse en manos de Dios y a dejarse guiar por Él. Fue así como comenzó a involucrarse más en su parroquia y a llevar el Evangelio a otras personas, con el deseo de ayudarlas a vivir un encuentro con el mismo Cristo resucitado. “Yo no sabía nada de la Biblia, no sabía ni cómo empezar, ni qué hacer. A partir de ese momento, Él me dio la fortaleza para comenzar de nuevo. Yo tenía sed de Él, hambre de estar más con Él, de conocer más de Él”.
Hoy día, África no pierde la oportunidad de estar en presencia del Señor y dedica algunas noches a la Adoración Nocturna, un apostolado que le ha permitido crecer en su relación personal con Jesús Sacramentado.
“Estando frente al Santísimo tú puedes sentir tu corazón palpitar del lado izquierdo y en el centro el palpitar de Dios; es una experiencia muy hermosa. De la misma manera, todos lo podemos experimentar al recibir la Santa Eucaristía. Al recibirla, el Señor te va llenando de su dulzura, de su amor divino. Donde Dios obra, Dios actúa y tiene todo bajo control”.
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