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viernes, abril 19, 2024
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Fe y arrepentimiento: elementos inseparables de la Cuaresma

La ceniza, el desecho que queda cuando el fuego ha consumido algo, nos recuerda el humilde polvo del que fuimos creados y nuestro lugar ante Dios. A lo largo de las Escrituras, vemos que el llamado al arrepentimiento a menudo va acompañado del uso de cenizas y la exhortación a creer. A medida que nos acercamos hacia el comienzo de la Cuaresma en el Miércoles de Ceniza, estos dones de arrepentimiento y creencia son la base necesaria para seguir fielmente a Jesús. Profundicemos en ellos.

La mejor manera de entender el arrepentimiento y la fe consiste en profundizar en el padrenuestro. Jesús comienza esta oración perfecta enseñándonos primero a alabar el nombre del Padre y trabajar en la institución del reino de Dios en la tierra a través del cumplimiento de la voluntad del Padre. Instituir el reino fue la misión de los discípulos y sigue siendo nuestra misión el día de hoy.

Después de dar a la Iglesia su misión, Jesús procede a prepararnos para ella instruyéndonos a pedir al Padre misericordia, perdón y disposición para perdonar a los demás, así como protección contra la tentación y la influencia del mal.

El padrenuestro, como dijo santo Tomás de Aquino, es “la más perfecta de las oraciones. […] En ella, no solo pedimos todo lo que podemos desear con rectitud, sino además según el orden en que conviene desearlo. De modo que esta oración no solo nos enseña a pedir, sino que también llena toda nuestra afectividad” (Summa theologiae, 2-2, c. 83, a. 9).

Aquí santo Tomás de Aquino toca un aspecto de la vida espiritual que fácilmente puede descuidarse. El verdadero arrepentimiento implica no solo pedir perdón por los pecados que hemos cometido, sino también permitir que nuestros afectos, nuestros deseos, se expongan a la luz y se conviertan. Aunque esto puede ser incómodo, en última instancia, es algo liberador.

San Francisco de Sales habla de la profundidad de la conversión que se requiere de nosotros por medio de la analogía de un hombre enfermo cuyo médico le ha dicho que, de no abstenerse de los dulces, podría morir. Se abstiene de ellos, señala san Francisco, “pero muy de mala gana, habla de ellos y mide hasta dónde puede desobedecer […] y envidia a los que pueden entregarse a lo que le está prohibido” (Introducción a la vida devota, c. 7).

Cuando hablamos sobre evitar “la ocasión cercana del pecado”, nos referimos a estar atentos tanto a las circunstancias de la tentación como a llevar nuestros deseos equivocados al Señor para que los sane. Nuestro corazón y voluntad deben purificarse de los apegos al pecado, y eso es algo que está más allá de nuestra propia habilidad.

Este tipo de arrepentimiento requiere confianza en el plan del Padre para nosotros y en su bondad; en otras palabras, creencia. Vemos este patrón en la historia de la salvación. Juan el Bautista fue enviado para llamar a la gente al arrepentimiento y luego, después de que Herodes lo arrestara, Jesús comenzó a proclamar: “El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos y creed en el evangelio” (Mc 1,15).

A medida que creemos más profundamente en el evangelio, entregamos áreas de nuestra vida que antes no queríamos llevar ante el Señor, especialmente el perdón, en el que se encuentra libertad. La conversión no es solo un evento aislado, es un proceso de arrepentimiento y fe que dura toda la vida y que solo termina cuando nos encontramos con Jesús cara a cara en la eternidad. Esta Cuaresma esforcémonos de nuevo por arrepentirnos y creer para dejar que Jesús nos conforme a él.

 

Este artículo se publicó en la edición de la revista de El Pueblo Católico titulada «La misericordia desbordante de Dios». Lee todos los artículos o la edición digital de la revista AQUÍ. Para suscribirte a la revista, haz clic AQUÍ.

Arzobispo Samuel J. Aquila
Arzobispo Samuel J. Aquila
Mons. Samuel J. Aquila es el octavo obispo de Denver y el quinto arzobispo. Su lema es "Haced lo que él les diga" (Jn 2,5).
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