Meses después de la Jornada Mundial de la Juventud Denver 1993, el entonces arzobispo de esta diócesis, hoy cardenal Francis Stafford, viajó a Roma. Allí se encontró con el papa Juan Pablo II, quien al verlo le dijo: “Denver, Denver, ¡una revolución!”.
El hoy papa santo quedó sorprendido de la respuesta de este evento que muchas personas miraron con escepticismo, incluso dentro de la Iglesia católica. Pero el fervor, la alegría sana y auténtica y el entusiasmo de los jóvenes superó todas las expectativas. Hoy, 30 años después, los frutos perduran.
En 1991 la arquidiócesis de Denver tuvo la iniciativa de realizar una novena que durara nueve años, como preparación para la llegada del nuevo milenio. Dos años después se realizaría el evento más importante de este itinerario hacia el siglo XXI.
El panorama en Denver no era muy esperanzador. La capital de Colorado era una de las ciudades más violentas del país. Solo en el verano del 93 se reportaron 74 asesinatos. Sin embargo, entre el 11 y 15 de agosto, días en los que se celebró la JMJ, no hubo ninguna muerte violenta en la ciudad. “Las personas se regocijaron con la presencia de los demás. Ellos estaban ahí, de alguna manera, para descubrir el misterio del Señor Jesús”, cuenta el cardenal Stafford en diálogo con El Pueblo Católico.
El purpurado recuerda a los jóvenes participantes “viviendo juntos el misterio de la comunión, perdonándose unos a otros, experimentando el misterio de las diferencias generacionales entre ellos y el santo padre, y también con los obispos y religiosos”.
El cardenal Stafford destacó el hecho de que, en menos de cinco años de diferencia, Denver se hubiese visto bendecida con la visita de un hombre y una mujer que hoy están canonizados: la Madre Teresa de Calcuta, quien vino en los años de 1986 y 1989, y san Juan Pablo II en 1993.
“Estos dos santos derramaron algunas lágrimas en frente de la gente en Denver, lágrimas de alegría al ver a la gente y estas lágrimas trajeron luz a muchas personas”.
Al preguntarle al cardenal sobre algunos de los recuerdos que tiene de la visita de san Juan Pablo II a Denver, él dice que siempre quedará en su memoria “haber visto al santo padre sentado en la silla episcopal de la catedral”, lo cual, dijo entre risas, “no ocurre muy a menudo”. “No imaginé ni en sueños que esto pudiera pasar”, afirmó el entonces arzobispo de Denver. Todavía recuerda al santo padre “enseñándonos, llamándonos a tener un amor más profundo hacia Jesús, llamándonos a tener un sentido más profundo de la belleza en nuestras propias conciencias”.
Quizá uno de los momentos más emocionantes de la JMJ fue la Misa de clausura, celebrada en el parque Cherry Creek en la mañana del 15 de agosto, cuando la Iglesia celebra la solemnidad de la Asunción de la Virgen María. Centenares de miles de jóvenes habían pasado la noche en aquella explanada, luego de haber caminado el día anterior 17.5 millas para encontrarse y participar de la vigilia y de la Misa al día siguiente.
“[El papa] estaba sentado junto a una de las ventanas del helicóptero y yo estaba sentado hacia el otro lado. […] Él estaba mirando hacia abajo, observaba el enorme número de gente y tenía en su mano el rosario”. Al aterrizar el helicóptero el santo padre los saludó diciendo: “¡Buenos días!”, lo cual despertó la emoción de los centenares de miles de jóvenes.
Y finalmente, Juan Pablo II celebró la Misa, en la que dijo en la homilía: “Jóvenes de todos los rincones del mundo, con oración ardiente habéis abierto vuestro corazón a la verdad de la promesa de vida nueva de Cristo”.
Son muchos los frutos que la JMJ ha dejado a Denver y a las ciudades que la rodean. “Los obispos han recuperado la confianza y capacidad de comunicarse con los jóvenes”, dice el cardenal Stafford. “No solo ha pasado en Denver, sino en Estados Unidos y también en otros lugares del mundo”.
La violencia sigue siendo un desafío en esta ciudad, especialmente entre los jóvenes. Los tiroteos y el maltrato a los inmigrantes son algunos de los retos que enfrenta la capital coloradeña. “Mi esperanza es que la gente joven no se desanime, sino que recuerde la alegría que los jóvenes experimentaron en 1993. Ellos tenían una razón para mantener la esperanza en un tiempo de gran confusión”.
Y aquella revolución en Denver ha despertado decenas de iniciativas apostólicas laicales, así como más de un centenar de nuevas vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa. “Él [san Juan Pablo II] estaba sobrepasado por el misterio de ver a tantos jóvenes en Denver amando a Dios, amando a los demás y siendo, por ello, gente maravillosa”.
La entrevista fue realizada por Dave Uebbing.
Este artículo se publicó originalmente el 8 de agosto del 2018 y ha sido modificado.