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lunes, octubre 7, 2024
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El sacramento del matrimonio: “Esa bendición es la que nos ha mantenido”

Ana y José decidieron casarse a una edad muy joven y sin entender del todo el compromiso tan grande que conlleva el matrimonio. Esto causaría un sinnúmero de problemas en su relación que solo se resolverían tras descubrir el significado de su unión matrimonial y la importancia de poner a Dios en el centro de todo.

Noviazgo

Ana Rodríguez y José Salazar se conocieron en Santa Ana, California, cuando ella tenía 18 años y él 19. A pocos meses de conocerse, decidieron contraer matrimonio.

“Nuestro noviazgo duró solamente tres meses. Después de tres meses, nos casamos”, recuerda Ana. “No estaba en mi mente todavía el casarme, pero me fui con él. Apenas nos estábamos conociendo, todavía no existía un sentimiento fuerte”.

A pesar de su corta edad, la joven pareja tomó la repentina decisión tras una discusión de Ana con su padre. Sin dudarlo dos veces, ellos decidieron “hacer las cosas bien” y casarse por la Iglesia. “Jamás pensamos en el compromiso en el que nos estábamos metiendo”.

Con la ilusión de cumplir el sueño de toda mujer de casarse de blanco, en esos momentos Ana solo le dio importancia a los detalles de la fiesta, pero jamás a lo más importante, el sacramento del matrimonio.

“Nunca me enfoqué tanto en el sacramento, en la responsabilidad tan grande que conlleva el matrimonio. Yo pensaba que el casarme era para ser feliz y que al salir de mi casa ya no iba a tener esa presión de mi papá, ya que él era una persona muy machista y estricta”.

José, quien creció en una familia católica con una madre que siempre le inculcó la fe, recuerda cómo su mamá le advirtió sobre el gran paso que estaba tomando. “Si te vas a casar por la iglesia, es porque amas a esa mujer y te vas a quedar con ella toda tu vida. Esto no es un juego. Una vez casados, ya no hay vuelta atrás”.

El matrimonio y sus retos

Ana y José decidieron seguir con sus planes y se casaron por la Iglesia. Como en todo matrimonio, poco a poco les fueron lloviendo los problemas. Al año de casados tuvieron su primera hija, otro reto en la relación. Aunque tenían el sacramento del matrimonio, Dios seguía siendo solo un espectador en su relación.

“Dios siempre estuvo en nuestro matrimonio, pero nosotros nunca lo pusimos en el centro”, recuerda la pareja.

Tiempo después decidieron mudarse a Colorado, donde comenzaron una nueva vida con nuevas amistades y nuevos retos. Con su hija pequeña, en una nueva ciudad y problemas matrimoniales, ambos se comenzaron a refugiar en su círculo social y en cosas mundanas.

“Empezamos a socializar más. Esperábamos el fin de semana para irnos de fiesta”, recuerda Ana, quien también comenzó a refugiarse en el alcohol. “José y yo peleábamos mucho y yo sentía que cuando estábamos con las amistades nuestros pleitos eran menos”.

Ante sus amigos, eran la pareja perfecta, pero una vez que llegaban a su casa o se terminaba el fin de semana, su relación poco a poco se desvanecía. “Éramos pura hipocresía”, recuerda Ana.

Sanación

Con el paso del tiempo, Ana comenzó a observar a su alrededor y a darse cuenta de que esa no era la vida que quería para su familia y lo vacía que se sentía. Hasta que un familiar cercano la invitó a un grupo de oración. Luego se unieron al Encuentro Matrimonial Mundial.

Sin embargo, Ana y José aún tenían muchos problemas matrimoniales. Ella recuerda que por más que intentaba estar bien con su esposo, siempre sentía un tipo de rechazo hacia él que ni ella entendía.

“Hubo muchas cosas que yo pasé de niña y que José no sabía. Poco a poco fui abriéndome con él y me fue entendiendo. Pero la solución no era que él me entendiera, era algo que tenía que trabajar yo”.

Fue en un retiro del ministerio Prevención y Rescate donde finalmente Ana logró abrir su corazón a Dios y perdonar. “Tuve una sanación muy grande, ahí comenzó mi conversión, a querer acercarme más, a escuchar más de Dios”, recuerda con emoción. José, quien fue testigo de la conversión de su esposa, deseaba también conocer a Dios y sentir eso que su esposa estaba sintiendo. “Fue algo muy fuerte, pero a la vez muy bonito”, dijo refiriéndose al retiro de Prevención y Rescate. “

Yo no he sido tan devoto, pero siempre tuve en mi corazón las palabras de mi mamá de encomendarme a Dios y a la Virgen”, y fue con esas palabras que José comenzó su conversión.

Tiempo después, Ana y José fueron invitados al retiro de iniciación Felipe. Posteriormente asistieron a un seguimiento de seis semanas y, como ellos lo describen, fue ahí donde apareció su “ángel”, su amigo Carlos, quien eventualmente fue un instrumento para que se unieran al Movimiento Familiar Cristiano Católico. “Él fue el que más nos guio. Era un gozo escucharlo cada vez que íbamos a las pláticas”, expresó José.

Movimiento Familiar

Aunque para ese tiempo ellos creían que “estaban bien”, dejaron que Dios obrara en ellos y se integraron al Movimiento Familiar Cristiano Católico. “El Movimiento Familiar habla de lo que conlleva la familia. El centro es Dios, porque él es el guía, pero también se habla de los temas cotidianos, del día a día en familia, en pareja y con los hijos”.

Si bien, como todo matrimonio, tuvieron y siguen teniendo momentos de dificultad, decidieron continuar en el movimiento. “Es un reto bien grande. Nosotros no entendíamos el por qué, si estábamos ahí, seguíamos peleando. Pero es justamente en esos momentos cuando Dios está obrando realmente en nosotros”.

El Movimiento Familiar transformó la vida de Ana y José, y hoy en día son coordinadores al servicio del Señor a través de este ministerio que ayuda a otras familias.

“Dios puso este movimiento en nuestro camino que ha salvado nuestro matrimonio. Seguimos teniendo problemas, pero ahora buscamos soluciones. Si no estuviéramos en este camino, creo que ya hubiéramos tirado la toalla”. Ana y José están seguros de que, sin la mano de Dios, jamás hubieran logrado salir adelante. El haber tenido el sacramento del matrimonio les brindo las herramientas necesarias para continuar.

“Esa bendición es la que nos ha mantenido. Si solo estuviéramos juntos (en unión libre), tal vez hubiéramos optado por la separación”, dijo Ana.

“El matrimonio es un renunciar a ti para hacer feliz al otro, es un caminar juntos para que nuestros hijos y nietos vean ese valor y la importancia de lo que es el matrimonio. No es solo una palabra, es algo más profundo. Es el amor de Dios”, concluyeron.

Para obtener más información sobre el Movimiento Familiar Cristiano Católico, visita mfccusa.net.

 

Este artículo se publicó en la edición de la revista de El Pueblo Católico titulada «La llave para un matrimonio santo». Lee todos los artículos o la edición digital de la revista AQUÍ. Para suscribirte a la revista, haz clic AQUÍ.

Rocio Madera
Rocio Madera
Rocio Madera es especialista en comunicaciones y publicidad para la arquidiócesis de Denver.
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