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Conoce al padre Leo Heinrichs, el mártir de Denver que podría convertirse en santo

La mañana del 23 de febrero de 1908, el padre Leo Heinrichs se despertó y se preparó para la misa de las 6 de la mañana en la parroquia St. Elizabeth of Hungary en Denver. Normalmente celebraba la misa de 8, pero debido a una reunión que tenía más tarde, le pidió a su vicario, el padre Wulstan Workman, que le cambiara la celebración.

Esta fue la última Misa que celebró el sacerdote franciscano. Mientras distribuía la Sagrada Comunión, un inmigrante italiano llamado Giuseppe Alia se acercó a la barandilla del altar y se arrodilló para recibir la Hostia de la mano del padre Leo. Sin embargo, al recibirla, Alia escupió la Hostia en su mano y se la arrojó al Padre Leo en el rostro. Cuando la hostia cayó al suelo, Alia sacó un revólver escondido en su bolsillo y le disparó al Padre Leo en el corazón.

La portada de la edición del 27 de febrero de 1908 del Denver Catholic Register describía los momentos finales del padre Leo: “El padre Leo se tambaleó y cayó al suelo en el santuario, mientras que, con el instinto de sacerdote, se esforzaba por recoger las partículas consagradas que habían caído del cáliz. El padre Wulstan llegó justo a tiempo, después que le avisaron, para administrar los últimos sacramentos junto antes que el padre Leo expirara; su último acto fue señalar en silencio el contenido [sagrado] que había caído del copón».

En su último aliento, el padre Leo rescató dos hostias caídas que colocó en el copón que sostenía, luego colocó el copón en el escalón del altar de la Virgen María que estaba a unos metros de distancia. Apenas una semana antes, el padre Leo les había dicho a los miembros de la Sociedad Mariana de la Congregación de Nuestra Señora: «Si pudiera elegir un lugar donde morir, elegiría morir a los pies de la Santísima Virgen». Un testigo presencial del asesinato dijo que, efectivamente, el padre Leo murió a los pies del altar de la Santísima Virgen, con una sonrisa pacífica en el rostro.

Una ilustración del asesinato del padre Leo Heinrichs a manos del anarquista italiano Giuseppe Alia el 23 de febrero de 1908. (Foto: Wikipedia)

El amor del padre Leo por la Virgen María fue superado solo por su amor a la Eucaristía, tal como se demostró en su acto de muerte. El 9 de noviembre de 1916, el Denver Catholic Register publicó un artículo de The Catholic Columbian y escribió sobre la devoción eucarística del padre Leo: “¡Cómo amaba al Santísimo Sacramento! Aunque agonizaba desde el momento en que la bala, afilada por el brutal asesino para ejecutar el acto mortal, le atravesó el corazón, su única preocupación consistía en salvar de la profanación las especies consagradas esparcidas por el suelo a su alrededor. Ni la curiosidad de saber por qué tenía un enemigo, ni el rugido de rabia de la congregación, furiosa por el crimen, lo apartaron de su preocupación por reverenciar el gran Sacramento que tenía bajo su custodia”.

Alia, el asesino del padre Leo, confesó que era anarquista. Había planeado matar a varios otros sacerdotes ese día, y no mostró remordimiento por sus acciones. A pesar de una solicitud de clemencia de parte de los frailes franciscanos de Colorado, Alia fue juzgado, condenado a muerte y ahorcado, una muestra de justicia en aquellos días. Según se informa, las últimas palabras de Alia fueron: «¡Muerte a los sacerdotes!».

El padre Wulstan, tras reflexionar sobre cómo se salvó debido a un cambio inocente de misas con el padre Leo, le dijo al Denver Post: “Me habrían matado y él estaría vivo ahora. Puedo ver que hay una sola forma de descifrar este acontecimiento, y es que Dios eligió al mejor hombre”.

En los días siguientes, el padre Leo fue informalmente declarado mártir. A su misa de funeral asistieron miles de personas, incluso el gobernador de Colorado. El padre Leo fue originalmente un sacerdote del convento de St. Bonaventure Friary en Paterson, N.J., y aunque al momento de su muerte solo tenía cinco meses de haber sido asignado a Denver, era un párroco muy querido por sus feligreses. Su cuerpo fue trasladado al convento en Paterson y fue enterrado en el cementerio católico Holy Sepulchre en Totowa. Peregrinos de todas partes aún visitan con frecuencia su tumba. 

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Esta foto de los archivos del Denver Catholic Register de 1908, muestra la parroquia de St. Elizabeth of Hungary completamente llena durante la misa fúnebre del padre Leo. Miles de personas asistieron a la celebración, y la mayoría probablemente tuvieron que permanecer fuera de la iglesia. Su cuerpo, tendido en el ataúd abierto, se puede ver cerca del centro de la foto. (Foto de archivo)

Después de su muerte, el forense descubrió, por accidente, más indicios de la santidad y el heroísmo del padre Leo. Se informó que el padre Leo envolvía sus brazos y cintura con correas de cuero que tenían hileras de ganchos de fierro; las extensas cicatrices indicaban que lo había hecho durante mucho tiempo.

Si bien este tipo de práctica parece un poco extrema para los estándares actuales, varios sacerdotes y religiosos a lo largo de la historia de la Iglesia han realizado prácticas similares como una forma de ascetismo tanto para mantener a raya los deseos pecaminosos como para compartir los sufrimientos que el Señor soportó por nosotros. Es probable que el padre Leo hiciera esto como una forma de penitencia, tal vez para dominar su fuerte temperamento. Además, cuando sus compañeros frailes entraron en su habitación después de su muerte, no encontraron una cama sino una puerta de madera en la que dormía.

En la década de 1920, la orden franciscana abrió una investigación sobre las virtudes heroicas del padre Leo. Su causa de canonización fue presentada, y, en 1938, su proceso de beatificación fue autorizado. Una parroquia de Paterson estaba tan segura de la canonización del padre Leo que quisieron nombrarla en su honor. Sin embargo, por varias razones, su causa se ha estancado desde entonces, aunque permanece abierta.

Quizás hoy, en 2021, pedir la intercesión del padre Leo para vivir una fe valiente y reverente, con un amor profundo por la Eucaristía, sea más oportuno y necesario. Que recordar al padre Leo, quien usó su último aliento para proteger la fuente y la cima de la fe católica, en el 113 aniversario de su muerte, nos sirva de inspiración a todos, y que continuemos orando para que algún día sea considerado entre la comunión de los santos. Como señaló acertadamente el Denver Catholic Register en esa misma edición del 9 de noviembre de 1916: “Entonces, su vida y su muerte nos dicen y nos convencen de que merece habitar para siempre como un santo de la Iglesia, cerca del tabernáculo, donde fue un centinela angelical y un ministro devoto».

Aaron Lambert
Aaron Lambert
Aaron Lambert es el editor de Denver Catholic, el medio oficial en inglés de la arquidiócesis de Denver.
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