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jueves, abril 25, 2024
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Dios curó sus heridas y lo llamó a ser sacerdote

Para Francesco Basso, lo más hermoso de la vocación sacerdotal es “dar una palabra que pueda cambiar la vida de una persona porque la palabra tiene un poder inmenso”, así como “administrar el perdón de los pecados llevando la paz a través del sacramento de la Reconciliación”, dijo en diálogo con El Pueblo Católico.

Basso habla español, inglés e italiano. Fue ordenado diácono el pasado 27 de diciembre en la catedral basílica Immaculate Conception de Denver.

Nació en Sicilia – Italia. Estudió en Padua, ciudad en la que “mi fe nació y creció”, pues fue allí donde ingresó al Camino Neocatecumenal. Y fue en  este itinerario de fe donde Francesco se dio cuenta de que Dios lo llamaba a vivir “en intimidad con Él”  y donde sintió el llamado a la vocación al sacerdocio.

 

Una vocación en medio del dolor

Francisco es el mayor de cuatro hijos. También es el único hombre. Tenía solo siete años cuando quedó huérfano de padre, quien murió a los 32 años en la llamada “Matanza de Bolonia”, un atentado terrorista ocurrido en 1980 en una estación de tren ubicada en esta ciudad italiana en el que murieron 85 personas y 200 más quedaron heridas.

Su madre, una joven viuda, decidió trasladarse cerca de Venecia, para estar con sus padres que vivían allí. El sufrimiento de su madre y sus hermanas y la difícil relación de ella con sus abuelos eran para Basso un motivo de constante dolor.

Había sido bautizado en la Iglesia Católica. Sin embargo, su relación con Dios  era “normal”. “En Italia existe una especie de cultura cristiana, pero esto no necesariamente significa tener fe en lo que mi vida está mostrando. Incluso si yo creo en Dios, voy a Misa los domingos y quizás a alguna actividad de un grupo juvenil, no necesariamente se puede decir que soy cristiano”, confiesa.

Basso parecía un buen chico pero según él “era solo una apariencia”. Tenía además una relación difícil con una de sus hermanas, quien era muy rebelde y estaba muy alejada de Dios. A ella la consideraban la “oveja negra” de la familia.

Y fue cuando estaba escribiendo su tesis de grado como ingeniero electrónico, que Francesco se acercó a una de las comunidades del Camino Neocatecumenal en Padua. “Asistí a algunos encuentros supuestamente para ayudar a un amigo mío que estaba pasando por un momento difícil, pero en realidad esas reuniones iban dirigidas a mí y fue allí donde comenzó un cambio en mi vida”, comparte. Así pudo detectar la raíz de sus rupturas interiores.

“No me había dado cuenta que la amargura que tenía se debía a la muerte de mi padre y a la injusticia que tanto mi familia como yo habíamos sufrido”. Y halló así el poder curativo de Dios y su infinita Misericordia:

“Recibí esta palabra fuerte, la palabra de Dios amor quien me ama como soy, no por lo bueno que pueda ser, como yo pensaba y como me enseñaron a ser. No necesité ponerme una máscara para proyectar una figura amable sobre mí mismo”, comparte.

Y tras reconciliarse consigo mismo, Basso comenzó un camino de reconciliación con su hermana, quien por años había estado alejada de Dios: “Ella se dio cuenta de que pude hablarle, estar con ella. Había algo diferente. No se trataba solo de charlas, ideas o libros. Y experimentó de manera tan fuerte el perdón que decidió regresar a la Iglesia”. Para Basso, el cambio de su hermana fue “un signo claro para mí que me decía que esto era cierto, que hay algo diferente aquí. Dios me ama y la ama a ella y este amor se había hecho concreto”.

“Por primera vez experimenté que Jesús estaba vivo y activo, que había estado presente también cuando mi padre murió, que no se había olvidado de mí ni de mi familia. Algo tocó mi corazón y comenzó a cambiarlo y también los corazones de mi familia”, confiesa Basso.

“Mi familia pasó de sobrevivir a vivir realmente la vida. Ocurrieron muchos milagros con este anuncio que me convenció de que Dios estaba haciendo algo muy bueno con ellos”.

 

Llamado por Dios

Tras encontrarse con la misericordia y la compañía de Dios, Basso descubrió un tesoro aún más grande: su llamado al sacerdocio.  Tenía casi 35 años cuando se trasladó a Denver para comenzar su formación en el seminario Redemptoris Mater. Este tiempo de formación ha sido para él “otro llamado a la conversión”.  Su vida dio un gran giro. Pasó de vivir solo, de haber crecido solo con mujeres (su madre, sus hermanas y su abuela) a vivir con decenas de hombres venidos de diferentes partes del mundo con un mismo llamado.

“El Señor se tomó su tiempo para moldearme y aún lo sigue haciendo. Finalmente tengo hermanos, muchos, y también en ellos he visto de repente muchos milagros en sus vidas”, comenta.

Hoy Basso, con 42 años y a las puertas de su ordenación diaconal, cree que lo más hermoso de su vocación es el poder llevar la Palabra de Dios a muchas personas que están sedientas de Él. “Si yo pensara que solo lo material cambia las cosas yo, que soy ingeniero, me iría a África a cambiarles varias cosas, pero la palabra de Dios tiene un poder mucho más fuerte: puede reconciliar matrimonios, reconciliar familias como lo ha hecho conmigo”, concluye.

 

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