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sábado, abril 27, 2024
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¿Es mejor vivir juntos antes de casarse?

Por Matt y Mindy Dalton, fundadores de Marriage Missionaries

Todos hemos asistido a bodas y hemos vivido ese momento tan esperado en el que la novia camina hacia el altar. Todos nos ponemos de pie, miramos hacia el fondo de la iglesia y esperamos. A mí, sin embargo, me gusta centrarme en el novio y ver cómo se manifiestan sus nervios. ¿Está sudando? ¿Qué dice su cuerpo? Al ver a su novia, sus ojos se fijan en los de ella, su sonrisa se quiebra y su barbilla comienza a temblar para contener las lágrimas de alegría. Respira hondo para reagruparse y se seca las lágrimas cuando el padre de su amada se acerca para darle la mano. Todo esto revela algo: esta mujer merece la espera.

San Ireneo dijo: “La gloria de Dios es el hombre plenamente vivo”. Empaparse de esta sabiduría es algo inspirador. Dios recibe la gloria cuando el ser humano vive en su plenitud, que incluye la vida, el amor y los dones de Dios. Así como Dios tiene sed de que estemos plenamente vivos, nosotros también tenemos sed de que nuestros hijos y nietos estén “plenamente vivos” en él.

Convivencia, amor y deseos

Pero ¿cómo pueden los padres y abuelos transmitir esta bondad a sus hijos y nietos, especialmente en estos tiempos en los que incluso podemos perder la esperanza en nuestra cultura? En EE. UU., el número de matrimonios ha disminuido un 61 % desde 1971. En los últimos años, la tasa de divorcios en nuestro país ha descendido en gran medida debido al experimento de la convivencia, una práctica ahora ampliamente aceptada. La convivencia significa vivir juntos y tener una relación sexual antes del matrimonio.

Por mucho tiempo, la respuesta más común al tema de la convivencia y la sexualidad ha sido no decir nada. La mayoría de nosotros no nos sentimos preparados para hablar de estos temas tan delicados. Sin embargo, permanecer callados y desinformados nos vuelve ciegos: “Y si un ciego guía a otro ciego, ambos caerán en un pozo” (Mt 15,14).

La gente está prolongando o incluso optando por no casarse para poner sus relaciones a “prueba”. Muchas personas en nuestro mundo miran a su alrededor y ven el sinnúmero de matrimonios miserables y divorcios, y se preguntan: “¿Es este tipo de amor, el amor conyugal, siquiera posible?”.

El papa san Juan Pablo II, que tenía la esperanza de devolver el sentido de la pureza a la cultura actual, subrayaba a menudo que “el impulso sexual es un don de Dios”. Sin embargo, mantenía que el deseo sexual nunca debía separarse del amor, es decir, de la voluntad de hacer lo mejor para el otro. Puede surgir el deseo de convivir o tener sexo fuera del matrimonio, pero estos comportamientos son formas pobres de llevar a cabo nuestros deseos, porque carecen de compromiso y amor. Cuando separamos nuestros deseos del amor, utilizamos al otro como si fuera una “cosa” en lugar de “alguien”.

¿Por qué esperar?

Una pareja puede decir: “Sí, estamos viviendo juntos, pero nos amamos y queremos el bien del otro. ¿Cuál es el problema de vivir juntos y tener relaciones sexuales antes o después del matrimonio?”.

Dios diseñó la intimidad sexual para que fuera una expresión sagrada del amor total que se da a sí mismo y de la apertura a traer hijos a este compromiso matrimonial que es para toda la vida. Cualquier tipo de actividad sexual fuera del diseño de Dios para el matrimonio puede conducir a numerosas consecuencias negativas, como daños emocionales, físicos y espirituales, además de deformar el verdadero propósito de la sexualidad humana.

Ciertamente, Dios nos da la libertad de elegir. Cuando elegimos invitar a Dios a nuestras relaciones y seguir su designio, él nos acompaña. Cuando elegimos seguir nuestro propio camino, como en el caso de la convivencia, estamos diciendo: “Nosotros sabemos más que tú, Dios”. Nos equivocamos en nuestras relaciones y nos alejamos de él, que es la fuente, y de su gracia que nos ayuda.

Dios nunca nos abandonará; seguirá buscándonos sutilmente con la esperanza de que volvamos a él. Sin embargo, tampoco nos obligará. Vivir juntos y tener una vida sexual activa fuera del vínculo matrimonial hace que sea fácil “deslizarse” en lugar de “decidir” en cuestión de relaciones y compromisos. Por el contrario, un hombre y una mujer que abrazan libremente el glorioso plan de Dios para su sexualidad descubren que el “abrazo conyugal” es algo que debe reservarse hasta el momento indicado y que vale la pena la espera.

Belleza

Si queremos captar los corazones de la gente en nuestro mundo moderno, tendremos que fomentar encuentros con la belleza para lograrlo. El principal mensaje que muchos reciben en su educación es que la religión se opone a los anhelos y deseos del ser humano, y que no se debe pensar en esas cosas, sino solo seguir las reglas. El hombre moderno rechaza este enfoque porque el corazón siente la ausencia de belleza, y fuimos creados para la belleza. ¿Qué belleza cautiva tu corazón? ¿Una majestuosa puesta de sol en Colorado, una obra de arte, un delicioso platillo, una persona? Piensa en lo que cautiva tu corazón y pregúntate por qué te cautiva. Pregunta a tus hijos o nietos acerca de la belleza: qué los conmueve el corazón y por qué.

Cuando nos sentimos atraídos por algo o alguien bello aprovechamos los deseos divinos del corazón humano. Si solo nos enfocamos en el hambre más superficial que siente nuestro corazón, entonces solo buscaremos la satisfacción de los placeres básicos, que al final conducen al vacío. Sin embargo, permitir que la belleza nos lleve más alto despierta una sed de algo más grande, algo fuera de nosotros mismos: la sed de Dios.

Amar a otro de esta manera —como Dios nos ama— es la razón por la que los novios pueden proclamar con valentía: “La espera ha valido la pena”.

 

Este artículo fue traducido del inglés  y se publicó en la edición de la revista de El Pueblo Católico titulada «La llave para un matrimonio santo». Lee todos los artículos o la edición digital de la revista AQUÍ. Para suscribirte a la revista, haz clic AQUÍ.

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