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viernes, abril 26, 2024
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La gracia de la resurrección vence la cuarentena de la muerte

La resurrección de Jesús de entre los muertos causó conmoción. La idea de que realmente resucitaría de entre los muertos parecía estar lejos de la mente de los discípulos y de las autoridades romanas y judías. Aunque Jesús les había dicho a sus discípulos que resucitaría al tercer día, ellos no lo creyeron. Las mujeres que fueron a la tumba esperaban encontrar un cuerpo. Los discípulos se encerraron por temor a la persecución. Los judíos y los romanos pensaron que finalmente habían terminado con una aparente amenaza a su poder. Y fue en medio de este ambiente de miedo y derrota que Jesús resucitó de entre los muertos.

Los días que siguieron a la crucifixión y la muerte de Jesús fueron un tiempo inusual e incierto para la Iglesia primitiva, algo así como estos días de cuarentena y aislamiento para nosotros en este momento. Al celebrar la Pascua en este entorno, podemos descubrir un crecimiento espiritual de formas que podríamos haber pasado por alto en años anteriores y recordar el impacto eterno de la Pascua en nosotros.

Antes de que Jesús resucitara de la muerte, pasó por varias experiencias de aislamiento. Primero vino la experiencia de aceptar la voluntad del Padre en el Jardín de Getsemaní mientras los apóstoles se dormían. Luego fue traicionado por Judas, seguido de su condena por blasfemia frente al Sanedrín. Su Pasión estuvo llena de momentos de desolación, aislamiento y dolor, que culminaron con su muerte en la cruz.

A lo largo de las Escrituras, vemos cómo Dios usa las experiencias de soledad para provocar un renacimiento en la fe de una persona, como Elías en el desierto, David huyendo de Saúl, José en prisión en Egipto o Pablo retenido en Roma. En cada una de estas historias, Dios usó las circunstancias para ayudar a cada persona a ver su propio pecado y arrepentirse de él, sacando provecho de su sufrimiento y acercándolo a sí mismo.

El 27 de marzo durante su extraordinario discurso y bendición de Urbi et Orbi, el Papa Francisco reflexionó sobre la historia de los discípulos asustados por una tormenta mientras estaban en el Mar de Galilea y lo comparó con la epidemia de coronavirus:

“La tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, proyectos, rutinas y prioridades… La tempestad pone al descubierto todos los intentos de encajonar y olvidar lo que nutrió el alma de nuestros pueblos; todas esas tentativas de anestesiar con aparentes rutinas ‘salvadoras’, incapaces de apelar a nuestras raíces y evocar la memoria de nuestros ancianos, privándonos así de la inmunidad necesaria para hacerle frente a la adversidad”.

Cuando los discípulos estaban siendo arrojados sobre las olas, fue Jesús al despertar quien los salvó. Aun más importante, hemos sido salvados del infierno y de nuestros pecados a través de la muerte de Jesús en la cruz y su resurrección. Como nos recuerda el Papa Francisco, «con Dios la vida nunca muere». Si es parte del plan de Dios para nosotros, pasar por la epidemia de coronavirus o ir a su encuentro, es algo cierto. Y ésta es la buena nueva de la Pascua: ¡somos salvos por la muerte y resurrección de Jesús! En nuestro encuentro con Jesús, ponemos toda nuestra confianza en él como nuestro Señor y también como nuestro Salvador, ¡quien elige convertirse en nuestro hermano y amigo!

Una vez más, el Papa Francisco expresa bellamente esta verdad: “El Señor se despierta para despertar y avivar nuestra fe pascual. Tenemos un ancla: en su Cruz hemos sido salvados. Tenemos un timón: en su Cruz hemos sido rescatados. Tenemos una esperanza: en su Cruz hemos sido sanados y abrazados para que nadie ni nada nos separe de su amor redentor.” (Discurso de Urbi et Orbi, 27 de marzo de 2020).

Entonces, a pesar de estar encerrados y participar en la celebración de Pascua desde la distancia este año, el impacto que cambia la vida de nuestra participación en la muerte y resurrección de Cristo, a través de nuestro bautismo, es el mismo. ¡Mis hermanos, reciban en su corazón la verdad de que son hijos amados del Padre en Jesús!

Después de que Jesús resucitó de entre los muertos, los apóstoles todavía estaban escondidos y temerosos, pero Cristo se les apareció en varias ocasiones y les dijo: «La paz esté con ustedes». Durante estos tiempos inciertos, nosotros también debemos orar por el derramamiento del Espíritu Santo y la paz que él trae, de modo que cuando este contagio pase, nuestro tiempo de aislamiento nos fortalezca espiritualmente y estemos preparados para dar testimonio a los confines de la tierra como los discípulos.

“Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y estad seguros de que yo estaré con vosotros día tras día, hasta el fin del mundo” (Mt. 28, 19-20).

Arzobispo Samuel J. Aquila
Arzobispo Samuel J. Aquila
Mons. Samuel J. Aquila es el octavo obispo de Denver y el quinto arzobispo. Su lema es "Haced lo que él les diga" (Jn 2,5).
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