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viernes, abril 26, 2024
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Crisis en la frontera: ¿Niños inmigrantes o refugiados?

A finales de mayo, una noticia removió el país: desde octubre del 2013 hasta la fecha, la Patrulla Fronteriza ha detenido a más de 57,000 menores que entraron a Estados Unidos de manera ilegal y sin la compañía de un adulto. La mayoría provienen de Honduras, Guatemala y El Salvador.

Desde el destape de este flujo inmigratorio inusual, la inmigración se coloca entre los problemas más sentidos de la población estadounidense, al grado tal que, durante el pasado mes de junio, se convirtió en la principal preocupación. Esto se desprende de la más reciente encuesta elaborada por la firma Gallup.

Mientras que esto no es un fenómeno nuevo, el número de niños que emprenden solos este peligroso viaje a incrementado exponencialmente – un promedio de 6,775, llegaron entre el 2003 y 2011 y más de 90,000 niños se esperan hasta el final del año fiscal 2014, según estima el Departamento de Homeland Security y el Departamento de Salud y Servicios Humanos.

Frente a este grave problema, una delegación de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos (USCCB), viajó a Centroamérica en noviembre del año pasado, para poder investigar las principales causas que mueven a que estos menores arriesguen sus vidas de tal manera.

En el estudio, los delegados vieron que aunque hay múltiples factores que se entrelazan, uno de los factores predominantes es la violencia generalizada a nivel estatal y local, y una ruptura de la ley y las normas que han amenazado la seguridad ciudadana y han creado una cultura de miedo y desesperanza.

Foto de Moisen Saman/ Cortesía de Sony World Photography Award 2008 / Flickr. Chelatenango, El Salvador. A member of the Mara Salvatrucha gang displays his tattoos inside the Chelatenango prison in El Salvador.

Honduras, golpeado por las maras, ha sido el que ha incrementado con mayor rapidez el número de niños migrantes: este año van 13,000 menores hondureños detenidos en la frontera, mientras que hace cinco años, tan sólo fueron 968.

Alex Morales, residente de Olanchito, departamento de Yoro en Honduras, cuenta a este medio, que en su aldea muchos niños- algunos solos, otros acompañados por sus madres -han emigrado a Estados Unidos movidos por una falsa esperanza. “Acá llego la información de que el gobierno Americano había aprobado una ley que legalizaría a los niños”, dijo. Al parecer los residentes de esta zona escucharon el rumor que se esparció por parte de los traficantes de humanos. “Esa es la información que trajeron los coyotes. Por  una suma de $6,000 u $8,000 podrían llevarse a un infante y entregarlo a la mamá o al papá en Estados Unidos” afirmó Morales.

Morales tiene dos hijos jóvenes y teme por ellos, “muchos muchachos están perdiendo la vida por no integrarse a las maras, el camino para huir de la violencia es muy estrecho, a veces parece que la única solución es salir de acá”, señaló con angustia.

Tal es el caso del hermano de Lucy Zamora, inmigrante de Chalatenango, El Salvador, quien radica en Colorado desde el 2005.

Lucy cuenta que su hermano menor Marvin, emigro a Estados Unidos debido al acoso constante que recibía de las maras. “Mi hermano trabajaba en la agricultura y llegaban a incitarlo (pandilleros) a que fuera parte de sus pandillas”, cuenta.  El joven se negó en muchas ocasiones a participar en las maras por lo cual fue golpeado y amenazado de muerte. Según Zamora, “la decisión estaba entre emigrar o quedarse en El Salvador y decir que sí a las propuestas que le estaban haciendo”.

Marvin alcanzo a pisar tierra estadounidense aunque poco después fue deportado. Actualmente radica en una zona poco menos peligrosa de El Salvador, se limita a trabajar para evitar tener contacto con jóvenes pandilleros. “El plan (de Marvin) es venirse nuevamente con la esposa y la hija porque  la inseguridad es horrible”, nos cuenta su hermana y añade que “la fe de la madre los ha mantenido fuera de las pandillas, ella les dice que “tienen que buscar a Dios”.

Muchas instituciones se han organizado para responder a esta crisis humanitaria, una de ellas es Caridades Católicas de la Arquidiócesis de Denver (CCD), que está trabajando junto a otras agencias y Caridades Católicas del país. Cheryl Martínez-Gloria, directora del programa de inmigración para CCD, ha pasado dos semanas en McAllen, Texas, cerca de la frontera con México. Ayudó a la parroquia Sacred Heart y otros trabajadores de CC a entregar ropa limpia, comida y apoyar con los procesos de inmigración para que los inmigrantes puedan establecerse en los Estados Unidos.

“Las personas necesitan entender la gravedad de la situación, de la pobreza y de la violencia en sus países de origen”, dijo Martínez-Gloria. “No es una situación donde los adultos quieran subir su estándar de vida. Es la vida o la muerte de sus hijos”.

Los Estados Unidos no ha visto este nivel de flujo de inmigrantes de Centroamérica desde las guerras civiles de los 80’, dijo Martínez-Gloria. Pero en ese entonces los amenazados eran los adultos. Ahora son los niños los que deben enfrentar la violencia de las maras, las drogas y violaciones, dijo.

El obispo Anthony B. Taylor, de Little Rock, Ark., miembro del Comité de Migración de la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos, señaló que “la causa es la anarquía y la violencia en El Salvador, Guatemala y Honduras, ya que son estados fallidos. Es importante reconocer que muchas mujeres y niños – muchos de ellos no acompañados- quienes han llegado recientemente a los Estados Unidos, son verdaderos refugiados con miedo fundado en la muerte si es que se niegan a unirse a las pandillas que controlan sus vecindarios”.

El explosivo número de inmigrantes y la complejidad que implica reubicarlos en los Estados Unidos ha hecho que el presidente Obama autorice $3.7 millones de fondos de emergencia para ayudar en el proceso. Sin embargo, esta es sólo una solución de corto plazo.

“Tales medidas, no serán suficientes, sino son acompañadas por políticas de información sobre los peligros de un viaje tal y, sobre todo, de promoción del desarrollo en sus países de origen”, señaló el Papa Francisco en un Mensaje que fue leído en el Coloquio México- Santa Sede, sobre “movilidad humana y desarrollo”, que se llevó a cabo el mes pasado en México.

La Conferencia Católica de Colorado, por su parte,  está urgiendo a los legisladores a desarrollar resoluciones inteligentes ante el actual ingreso a nuestro país de menores no acompañados. “Tenemos la esperanza de que esta resolución sea justa y respete la dignidad y el valor de cada persona”, señaló Jenny Kraska, directora ejecutiva de dicha Conferencia.

“Es importante que como católicos, comprendamos que este no es el momento para retórica política inflamada- no podemos perder de vista el hecho de que en muchos casos estamos lidiando con jóvenes y niños desesperados, cuyas vidas son sagradas y que necesitan nuestra protección y ayuda”, dijo al respecto Kraska.

Mons. Taylor es de la misma opinión: “La actual crisis humanitaria es una prueba para el carácter moral de nuestra nación. Esta crisis no debe ser utilizada y explotada como una oportunidad política, sino servir como una oportunidad para una cooperación bipartidaria que nos permita enfrentar humanamente este tema”, señaló el obispo en un comunicado.

Un pequeño número de estos niños ha sido reubicado en Colorado. Por mientras, las iglesias, ciudades, abogados y organizaciones de derechos humanos de Colorado quieren ofrecer más ayuda a los niños, desde alojamiento hasta asesoría legal.

De muchas maneras, ya sea continuando los esfuerzos en el Congreso o a través de voluntarios en nuestras parroquias, muchos en nuestra Iglesia Católica están mostrándole a estos niños el amor de Cristo Jesús.

 

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