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lunes, octubre 7, 2024
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¿En qué se basa la arquidiócesis para asignar a sacerdotes a diferentes parroquias?

Cada año la arquidiócesis de Denver publica sus tan esperados nombramientos de sacerdotes. (¡Por si te lo perdiste, aquí está la última lista!) Para los sacerdotes, es una práctica habitual y una de las promesas que hicieron en su ordenación, pero para los feligreses puede ser motivo de mucho desconcierto.

No obstante, como ocurre con todo en la Iglesia, existen buenas y justas razones por las que los sacerdotes son trasladados a diferentes parroquias después de servir durante un cierto periodo. El padre Ángel Pérez-López se desempeña como vicario para el clero de la arquidiócesis de Denver, y su oficina supervisa y ofrece recomendaciones al arzobispo con respecto al proceso de nombramiento de los sacerdotes, aunque las decisiones finales siempre las toma el arzobispo Samuel J. Aquila.

El padre Ángel habló con El Pueblo Católico* sobre los nombramientos de los sacerdotes para brindar más claridad a este proceso, que a menudo se malinterpreta.

El Pueblo Católico: ¿Por qué la Iglesia considera prudente trasladar a sacerdotes a diferentes parroquias después de un periodo determinado?

Padre Ángel Pérez-López: La Iglesia hace una distinción entre los diferentes tipos de nombramientos que existen. Por un lado, existe la necesidad de que los párrocos tengan cierta estabilidad, y la ley de la Iglesia proporciona tales disposiciones. En la ley de la arquidiócesis de Denver, los nombramientos de párrocos tienen una duración de seis años para proveer estabilidad. Por lo general, tenemos la costumbre de renovarlos por un segundo plazo, es decir, por un total de 12 años. Bajo circunstancias especiales, un sacerdote puede ser renovado por un tercer periodo.

La situación del vicario parroquial es muy diferente. Su nombramiento es ad nutum archiepisopi, lo que significa que está a disposición de lo que decida el obispo en cualquier momento. Podría cambiar de un año a otro. No obstante, hacemos todo lo posible para que los nombramientos de vicarios parroquiales tengan una duración de tres años. Pero podemos ver la diferencia. Debemos recordar que la formación de un sacerdote es continua; no termina con la ordenación. En los primeros años del sacerdocio —tres, cuatro, cinco años— aprendemos a convertirnos en sacerdotes. Y la mejor manera de aprender es a través del trabajo con otro buen sacerdote. Por esta razón, la duración de estos nombramientos varía.

Hay otros nombramientos que también son muy importantes, como los del seminario. Hace poco, algunas personas presentaron quejas a mi oficina porque su sacerdote era muy bueno y había sido asignado al seminario: “¿Cómo pudo el arzobispo haberlo puesto en el seminario?”. Y mi respuesta fue: “Para que tengamos más sacerdotes como él”. Los papas siempre han enseñado que un obispo quiere a sus mejores sacerdotes como formadores en el seminario, porque esa es una forma de reproducir esas mismas virtudes, dones, talentos, celo, entusiasmo, etc. Por lo tanto, las responsabilidades en el seminario también son muy importantes. Por lo general, también son ad nutum, pero los visualizamos a largo plazo, de forma similar a un párroco, debido a esa influencia que deben tener a largo plazo.

EPC: ¿Qué factores se toman en cuenta para determinar los nombramientos de los sacerdotes?

Padre Ángel: Seamos claros: el arzobispo es quien determina los nombramientos. Mi oficina facilita un proceso de consulta que tiene diferentes niveles. Hay un nivel interno al que llamamos el consejo de decanos. Toda la arquidiócesis está dividida en decanatos. El decano es un vicario del obispo en esa región. En cada región, el decano debe ser como un hermano mayor para sus hermanos sacerdotes. Él asegura también su bienestar espiritual. Los decanos son, en cierto modo, una extensión del obispo, y también de mi oficina, para llegar a todos los sacerdotes. Ellos son los que visitan las parroquias en su decanato. Al menos una vez al año tienen conversaciones profundas con otros sacerdotes en su área sobre sus nombramientos: si está funcionando, cuáles son las dificultades, desafíos, etc. Y todos los decanos se reúnen mensualmente con el arzobispo y el obispo auxiliar, el vicario general y el vicario para el clero. Yo me encargo de la logística de estas reuniones. Luego, existe otro cuerpo consultivo que está compuesto por los vicarios episcopales y por el obispo auxiliar. Por lo general, también nos reunimos mensualmente para hablar sobre asuntos de personal. Entonces, estas dos entidades son, al final del día, lo que el arzobispo consulta en cuanto a los nombramientos de sacerdotes.

Aún más, nos estamos esforzando por conocer muy bien a nuestros sacerdotes y saber en qué situación se encuentran y las dificultades que pueden tener. En mi primer año como vicario para el clero, visité individualmente a todos los sacerdotes de la arquidiócesis. Si residían fuera del área metropolitana, conducía hasta su parroquia, todo con la intención de conocer mejor su ubicación y ver si su nombramiento era adecuado. Además, los sacerdotes también pueden hablar conmigo y darme su opinión sobre sus logros y dificultades.

Junto a esta aproximación de conocer bien a nuestros sacerdotes y parroquias, también existe una práctica que comienza a fines del verano, en la que comenzamos a ver quién se jubila, qué párrocos terminan su segundo plazo, cuáles son los vicarios parroquiales que llevan más de tres años en su cargo, a qué sacerdotes les gustaría renovar por un segundo plazo, quiénes van a ser ordenados, etc.

EPC: Entonces, parece que los sacerdotes, aunque no pueden decidir su nombramiento, aún participan en el proceso.

Padre Ángel: Ellos nos dan su opinión. No deciden su asignación, como bien los has dicho. Todos hicimos una promesa de obediencia al obispo y a sus sucesores. Dicho esto, queremos que tengan éxito. Nos esforzamos en conocer bien al sacerdote y a las parroquias, para así poder asegurar de la mejor manera posible que los talentos del párroco correspondan al lugar donde será asignado.

EPC: ¿Qué papel juega su oficina en cuanto al nombramiento de sacerdotes que pertenecen a órdenes religiosas?

Padre Ángel: Por lo general, confiamos el cuidado pastoral de una parroquia a una orden religiosa. Entonces la orden religiosa propone al arzobispo el sacerdote que será destinado allí. Por lo tanto, el proceso es diferente en ese sentido y es más interno a la orden religiosa.

Este año, por ejemplo, los jesuitas nos avisaron que no seguirían ejerciendo su ministerio en la parroquia de San Ignacio de Loyola. Esta es una parroquia diocesana que fue encomendada a una orden religiosa durante mucho tiempo. Pero decidieron, por otras razones internas, que no podían seguir ejerciendo su ministerio allí. Por lo tanto, volvió a nosotros, y de hecho le pedimos a otra orden religiosa, la Comunidad de San Juan, que se hiciera cargo.

EPC: ¿Qué pasa con los sacerdotes que llegan de otras diócesis o son enviados fuera?

Padre Ángel: Los sacerdotes diocesanos están incardinados en una diócesis en particular. Simultáneamente, el Concilio Vaticano II y el magisterio anterior reconoce que los sacerdotes somos ordenados para la iglesia universal. Por lo tanto, hay una posibilidad en nuestro derecho canónico para la redistribución del clero para diferentes propósitos; por ejemplo, para propósitos misioneros. Tenemos una gran cantidad de sacerdotes extranjeros que solicitan o están interesados en venir a servir en nuestra arquidiócesis. Y honestamente los necesitamos. La cantidad de hombres que tenemos en el seminario no es suficiente. No estamos ordenando a suficientes sacerdotes para cubrir nuestras necesidades. Espero que más jóvenes respondan con generosidad al llamado de Dios al sacerdocio.

Además, necesitamos más sacerdotes extranjeros debido al gran crecimiento de la comunidad hispana en la arquidiócesis de Denver, que no se ha visto igualado por un crecimiento de vocaciones de hombres bilingües al sacerdocio o de sacerdotes que aprenden español. En mi opinión, el ministerio sacerdotal no es una cuestión de raza. Siguiendo el ejemplo de san Pablo, debemos convertirnos en todo para todos para ganar a algunos (1 Cor 9, 19-20). Por lo tanto, se trata de poder ejercer el ministerio en un idioma en particular. Y no tenemos suficientes sacerdotes que hablen español.

Algunos de nuestros sacerdotes extranjeros, como yo, han venido a Denver como seminaristas, a través de nuestro seminario misionero Redemptoris Matter. Una vez ordenados, estos sacerdotes son diocesanos. Están incardinados en nuestra arquidiócesis.

Otros sacerdotes extranjeros solicitan venir aquí después de su ordenación. Una vez que recibimos estas solicitudes, mi oficina es responsable de evaluar a los candidatos para asegurarse de que sean sacerdotes de buena reputación y posición. Hago entrevistas y luego tenemos un acuerdo llamado fidei donum. Es un acuerdo entre el sacerdote y la arquidiócesis de Denver, en este caso, para servir durante varios años. Esto nos permite conocer al sacerdote, pero también le permite a él conocer la arquidiócesis. Si un sacerdote decide quedarse al cabo de cinco años, podemos evaluar la posibilidad de incardinarlo aquí o no. O puede decidir volver a casa.

EPC: ¿Por qué cree que es bueno que la Iglesia tenga estas leyes para trasladar a un sacerdote después de un periodo determinado?

Padre Ángel: Creo que es una cuestión con dos bienes en juego. Existen dos aproximaciones, ambas buenas. La ley de la Iglesia universal dice: “El párroco debe tener estabilidad y por tanto debe ser nombrado por tiempo indefinido; sólo puede ser nombrado por el Obispo diocesano para un tiempo determinado, si este modo de proceder ha sido admitido, mediante decreto, por la Conferencia Episcopal” (Canon 522). Nuestra ley particular en Denver sigue la segunda parte de este canon y tiene estos periodos de seis y doce.

Hay otras diócesis en el mundo que no tienen términos. En mi ciudad natal en España, cuando eres joven, te trasladan como párroco, pero una vez que llegas a cierta edad, a mediados de los 50 o 60, tu asignación puede durar hasta que te jubiles o hasta que mueras. Así que hay diferentes criterios en todo esto. No hay una sola forma de hacerlo.

Las personas que dicen que les gustaría que tal padre se quedara con ellos para siempre también pueden considerar que quizá hay otras parroquias que no recibieron el sacerdote adecuado para quedarse ahí. Además, existe una tendencia humana, una vez que alguien permanece en un lugar durante mucho tiempo, a que las cosas se conviertan en statu quo. El periodo de seis o doce años provee cierta estabilidad, la posibilidad de desarrollar una visión y el tiempo suficiente para implementarla. Aún así, también es realmente bueno quedarse más tiempo en una parroquia, para desarrollar relaciones paternales más profundas con los feligreses, en las que se bautiza al hijo de los feligreses y años después se celebra su matrimonio, y se vuelve a hacer lo mismo con los nietos. No creo que exista una sola manera correcta de hacerlo. Hemos elegido un camino, que creo que es bueno, pero no es el único.

EPC: Suena un poco como un cambio de trabajo, que viene bien después de cierto tiempo.

Padre Ángel: Hasta cierto punto sí, pero creo que aquí encontramos un punto importante donde se rompe la analogía. Y es de vital importancia resaltarlo: ¡los nombramientos de sacerdotes son mucho más que un trabajo! Sin duda, son como un trabajo, pero son mucho más que un trabajo, porque somos padres. ¡Esto no es una metáfora! No somos menos padres que un padre carnal para su hijo. Un sacerdote, diría yo, es igual o incluso más un padre para las personas, ya que participa siempre en Dios, el Padre, de quien toda paternidad recibe su nombre en el cielo y en la tierra (Ef 3, 15).

*Esta entrevista se realizó en inglés y ha sido traducida al español por El Pueblo Católico.

Aaron Lambert
Aaron Lambert
Aaron Lambert es el editor de Denver Catholic, el medio oficial en inglés de la arquidiócesis de Denver.
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