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viernes, abril 26, 2024
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¡Hagamos nuestro trabajo y hagámoslo bien!

(Foto de Fancy Crave)

Por Padre Héctor Chiapa-Villareal

El padre Héctor es el párroco de Sant Therese en Aurora

Indira Gandhi, nieta del gran Mahatma Gandhi nos cuenta: “Mi abuelo me dijo una vez que hay dos clases de personas: aquellos que trabajan y aquellos que se atribuyen el mérito del trabajo sin hacer nada. Él me dijo que tratara de ser parte del primer grupo, porque ahí hay mucho menos competencia”.

Dios nos ha creado a su imagen y semejanza. Si Él es el Creador del mundo, entonces nosotros estamos llamados a ser custodios de su Creación.

El trabajo es un aspecto central de nuestra misión de continuar creando junto con Dios. Trabajamos para proveer a nuestras necesidades y las de nuestras familias, y al hacerlo, permitimos a las cosas inanimadas, así como a los seres vivientes irracionales alcanzar su potencial al usarlas para el propósito para el cual fueron creados. Cuando el granjero ordeña a la vaca y el niño bebe la leche enriqueciendo sus huesos con el calcio, dándole la fuerza para jugar, la armonía que Dios designó para la creación brilla de un modo simple pero intenso.

Después del pecado original (de Adán y Eva), la experiencia del trabajo fue transformada y se amargó por la dificultad y el sufrimiento. En otras palabras, trabajar generosamente puede traer dolor y es difícil de sobrellevar ¡Esa es una de las razones por las cuales nos gustan tanto los fines de semana! Sin embargo, el trabajo nunca ha perdido su dignidad y no es algo malo en sí mismo. Aunque es difícil y requiere abnegación, también nos trae un callado deleite. Al final de un día muy ocupado de trabajo, nos sentimos vagamente contentos, y aunque no seamos capaces de expresarlo en palabras, percibimos que hemos contribuido para la mejora de aquellos que están cerca de nosotros, así como que también nosotros hemos mejorado un poco, no necesariamente en lo que hacemos, aunque esa es también una posibilidad real, sino que además percibimos que nos estamos transformando en mejores personas.

¿Cómo podríamos ser más generosos en el trabajo que hacemos, sin huir de su inherente dificultad? Volvamos a la cita de Gandhi y démonos cuenta de que una de las cargas innecesarias del trabajo es la frecuente expectativa que tenemos de que se nos reconozca, se nos agradezca e incluso se nos alabe por lo que hacemos.

Cuando escuchamos de corazón las palabras del Evangelio: “Solo soy un siervo inútil y solamente he hecho lo que tenía que hacer” (Lc. 17, 10), entonces podemos renunciar a esta expresión particular de orgullo, que es el sentirse con derecho a ser reconocido y alabado, y así encontramos mayor paz interior y descubrimos un nuevo sentido de gozo. Trabaja con el fin de hacer lo que el Señor espera de ti sin esperar el reconocimiento de los demás y entonces descubrirás una mayor energía para centrarte en aquello que haces. Así experimentarás libertad frente a la opinión de los demás.

San Felipe Neri incluso nos anima a ir más allá cuando dice: “Si hace ud. una obra buena y otra persona se atribuye el mérito, alégrese grandemente; porque cualquier gloria que pierda a los ojos de los hombres, la ha de encontrar de nuevo en Dios”.

Hagamos el trabajo que se nos ha encomendado con pasión y convicción, con el entendimiento de que estamos contribuyendo a la obra del Creador. Si se nos niega el agradecimiento o el aprecio cuando lo hacemos, y si además alguien más recibe el reconocimiento que nos correspondería, ¡alegrémonos y gocemos, porque nuestra recompensa será grande en el Cielo!

 

 

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