El pasado sábado 10 de febrero, dos hombres dieron un paso crucial hacia el sacerdocio cuando el arzobispo Samuel J. Aquila los ordenó diáconos de transición para la Arquidiócesis de Denver.
El diácono Blaise Buches y el diácono José Delgado están estudiando para el sacerdocio en el Seminario Teológico St. John Vianney. Ambos crecieron aquí en la arquidiócesis de Denver y servirán en parroquias de la región. Aunque representan una clase más pequeña de ordenados, su ordenación no es menos significativa y, de hecho, su respuesta al llamado de Dios es una bendición para la arquidiócesis.
«Queridos hijos, en las lecturas que han elegido para hoy, Jesús recuerda a sus discípulos y a ustedes dos en el evangelio: ‘El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida como rescate para muchos'», dijo el arzobispo Samuel Aquila a los hombres durante su homilía. «Ustedes dos, como los levitas en la primera lectura, están apartados de la comunidad para servirles. Están designados tal como fueron designados ellos. Ustedes dos están aparte, respondiendo al llamado que el Señor les ha hecho».
Para responder a ese llamado, continuó el arzobispo, deben llevar a cabo su ministerio y dar sus vidas como diáconos y eventuales sacerdotes a imitación del maestro.
«Estás llamado a dar tu vida como Cristo dio su vida», dijo el arzobispo. «No importa dónde estuviera Jesús en el evangelio, él constantemente sirvió y buscó hacer la voluntad del Padre. La voluntad del Padre fue su verdadero alimento, y ese, hijos míos, también debe ser su alimento».
«Una de las marcas y frutos del Espíritu Santo es el gozo. No es quejarse. No es lamentarse. No es decir mira cuánto trabajo tengo que hacer. No es quejándose y lamentándose, sino que es proclamando con alegría la buena nueva del evangelio”.
“También ustedes son llamados a hacer obras de caridad, ya sea a los desamparados, a los enfermos o a los que sufren, a los encarcelados, a los que acuden a ustedes, heridos y dolidos, siempre recuerden ejercer la caridad de Cristo. Oren siempre para crecer en la virtud de la caridad.»
Tu deseo más profundo, tu hambre más profunda, debe ser confiar en Él y tener confianza en Él, por muy débil que seas. No importa cuáles sean las heridas, lleva las heridas a Jesús y deja que él las sane, para que puedas convertirte en una nueva creación, y ver la castidad y la pureza a través de sus ojos y los ojos del padre, y los ojos del espíritu, pidiéndoles esa gracia y viviéndola.
«En el mundo secular de hoy, nosotros también seremos perseguidos. Pero sean como Pedro y Juan y regocíjense en esa persecución. Viviendo esa bienaventuranza cuando el Señor nos dice, regocijaos y alegraos cuando os persigan y pronuncien cada palabra contra vosotros. Porque le están siendo fiel. Y sí, con nuestros oídos humanos, con nuestros ojos humanos y con nuestro corazón humano. Eso puede ser difícil. Pero cuando nuestro corazón y nuestra mente están verdaderamente conformados a Jesús, como nos han mostrado los santos, se vuelve mucho más fácil».
«Que apliquen las palabras de Jesús: El que quiera ser grande entre vosotros, será vuestro siervo. El que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo. El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos. Que ustedes también den su vida este 2024 y durante al menos otros 50 años sirviendo a nuestro Señor como su diácono de transición y como su sacerdote en el futuro».
