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viernes, abril 26, 2024
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La vida consagrada y su fuerza de atracción

Los consagrados “deben ser cada vez más levadura para una sociedad inspirada en los valores del Evangelio”, dijo el Papa Francisco en su carta apostólica publicada el pasado mes de noviembre, con motivo del Año de la Vida Consagrada. Levadura que crece gracias a la oración y que se manifiesta en la vivencia concreta de las enseñanzas del Evangelio.

Por ello dijo, citando al Papa emérito Benedicto XVI, que la Iglesia “No crece por proselitismo sino por atracción”.

Durante este mes de la vida consagrada, El Pueblo Católico entrevistó a varios laicos comprometidos con su fe, cuya cercanía con Dios se debe a la influencia de un sacerdote o un religioso que supo encarnar en su propia vida, el amor hacia Cristo y las enseñanzas del evangelio.

 

“Un consagrado me condujo hacia Dios en mi fe”

Oralia Rivas, feligrés de la parroquia Our Lady of Guadalupe, en Denver agradece la fe que le ha transmitido la Hermana Margarita, de la orden de las Misioneras de la Caridad de María Inmaculada, quien cada semana coordina las comunidades presentes en esta parroquia. “Lo que más admiro de ella es el amor que tiene por su vocación y con ello no solo nos enseña, sino que nos compromete y nos transmite todo lo que siente por Dios. Su entrega es la que nos impulsa y vemos con qué amor ella trabaja”, dice Oralia.

 

Un encuentro reconciliador

Algunos de los entrevistados confesaron que durante un tiempo estuvieron alejados de la fe pero volvieron a ella gracias al testimonio de un sacerdote que supo acogerlos.

Tal es el caso de Carlos Miranda, feligrés de la parroquia Saint Williams, en Fort Lupton, quien durante 25 años no quiso saber nada de la fe, hasta que conoció al padre Mauricio Bermúdez, más conocido como “Padre Mau”.

“Mi vida no fue fácil. En un momento de desierto vi una oportunidad, sentí esperanza y acudí a la parroquia. Hice un retiro para matrimonios, no había tenido contacto con un sacerdote y sentí a uno muy cercano”, comparte Carlos.

Y fue ahí cuando el “padre Mau” le ayudó a abrir su corazón.  “Tuve un acercamiento a Jesús por medio de la confesión, el amor y la compasión. Este sacerdote me dio una visión diferente. Me mostró que Dios no es una carga,  sino más bien un guía”, comparte Carlos. “El padre Mau abrió mi confianza y gracias a este sacerdote he crecido en la fe”.

Por su parte, Susana Navarro, de la parroquia Saint Joseph asegura que una confesión cambió su vida. Esto sucedió en la capilla de Guadalupe, ubicada en Jalisco – México. Allí se encontraba el sacerdote colombiano Néstor Torifio. “Me llamó la atención su entrega, su capacidad de acogerme en el confesionario y su tremenda humildad”, comparte Susana. “Desde aquella confesión él me sigue ayudando en mi vida espiritual”, comenta.

Y la experiencia de la enfermedad hizo que Jesús Orozco buscara sanar su cuerpo y encontrara una salud más importante y duradera: la de su alma. Él llevaba más de 20 años sin confesarse hasta que conoció al padre Mario Ramírez en una misa de sanación. Jesús se sintió tocado con “el don tan bonito que tiene para predicar la homilía”

“Hoy, a través de mi enfermedad, me he encontrado con mi padre Dios Jesucristo”, comparte Jesús.

“Mis doctores me preguntan cómo puedo levantarme cada mañana a trabajar si hay  tantos pacientes en mi mismo estado que no pueden ni caminar”, dice. “Yo les digo que solo el padre Dios que me da la fe, la fuerza y la esperanza para seguir adelante”, testimonia Jesús.

 

El impacto apostólico de la vida contemplativa

La vida dedicada a la oración no se queda solo dentro de los muros de un claustro sino que tiene un impacto para todo aquel que se acerca a un monasterio o a un convento de vida contemplativa o para quien recibe la gracia que da la oración a tiempo completo.

Esta fue la experiencia de María Guadalupe Morales, de la parroquia St. John the Baptist, en Longmont. Su prima, la hermana Lucía, pertenece a la orden de las clarisas capuchinas.  “Desde que era pequeña iba a visitarla. El lugar donde vive está lleno de paz. Está allí desde los 14 años y a mí me inspiró ver su ejemplo de dejar a sus padres a tan corta edad”, indicó María Guadalupe.  “La suya es una vida de oración y me ha inspirado mucho su fe. Me siento orgullosa de que sea parte de mi familia”, dice.

Por su parte, Carmen Vargas, recuerda siempre cómo en su pueblo natal, Durango – México la presencia de la congregación de las carmelitas le influyó en su vida de fe. “En un momento quise ser religiosa”, confiesa Carmen.

“De ellas me llamó la atención su devoción, su entrega y su humildad hacia las cosas que hacían. Gracias a ellas yo soy más más sensible, trato de ser una mejor cristiana, madre y esposa. Trato de ayudar dentro de la Iglesia y también a enseñarle a mis hijos eso que aprendí de ellas”, comenta.

Así, muchos consagrados, de manera silenciosa trabajan en los corazones de aquellas personas que están sedientas de Dios y abiertas a escucharlo. Con su testimonio, hacen vida las palabras del Papa Francisco quien les dice: “Encontraréis la vida dando la vida, la esperanza dando esperanza, el amor amando”.

Y esto lo reconocen y agradecen, personas como Carlos Miranda quien al compartir su testimonio aseguró: “Los consagrados han dejado un patrimonio para servir a Jesús. Es bonito ver que son personas que lloran, que se hacen uno con el pueblo. Somos sus hijos espirituales porque ellos llevan consigo nuestras cargas”.

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