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viernes, abril 26, 2024
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Papás diáconos y sus hijos sacerdotes comparten la alegría de servir juntos en el altar

El lazo que se forma entre un padre y un hijo es uno de los signos más grandes del amor de Dios. Sin embargo, cuando Dios decide llamar tanto al padre como al hijo a servir en el altar, ese lazo adquiere un significado especial. Así lo describen estos dos padres diáconos y sus hijos sacerdotes de la arquidiócesis de Denver.
El diácono Michael Magee sirve en la parroquia de Nuestra Señora de Loreto en Denver mientras que su hijo, el padre Matthew Magee, conocido como el “padre Mateo” entre los hispanohablantes, sirve en la Oficina del Arzobispo y pronto asumirá su nueva responsabilidad como vicario en la parroquia de Santo Tomás de Aquino en Boulder. Por su lado, el diácono Darell Nepil sirve en la parroquia de Nuestra Señor de Lourdes en Denver y su hijo, el padre John Nepil, es profesor en el Seminario San Juan Vianney de Denver.
Por muy diferente que el camino de estos cuatro clérigos haya sido, todos tienen algo en común: no consideran su vocación como una recompensa por parte de Dios, sino que la han recibido como un don de gracia que ha colmado a sus familias de bendiciones.

Caminos entrelazados

El diácono Michael Magee fue ordenado al diaconado en mayo del 2009, al final del primer año de formación sacerdotal de su hijo seminarista. A pesar de coincidir por un periodo de tiempo en el discernimiento vocacional, ninguno se imaginaba que Dios usaría sus respectivos llamados para motivarlos a seguir adelante.
El camino vocacional del diácono Michael comenzó cuando vio que un hombre de su parroquia se había ordenado diácono.
“Sentí que Dios me estaba llamando a algo más de lo que estaba haciendo entonces”, dijo el diácono Michael. “Llevaba tiempo como voluntario en diferentes ministerios de la parroquia y con los Caballeros de Colón, y pensé que ser diácono era simplemente otra actividad más de voluntariado”.
Pronto se dio cuenta de que era algo más serio: requeriría cinco años de estudios y discernimiento. Mas tanto le atraía aquella idea que decidió continuar. Sin embargo, entre más aprendía sobre el significado del diaconado, más inseguro se volvía sobre el plan de Dios para su vida, pues era algo que no podía tomarse a la ligera.
Si bien las dudas no se esfumaron hasta el momento de su ordenación, el diácono decidió ser fiel a sus estudios y confiar en que Dios lo guiaría por el camino correcto.
Y Dios así lo hizo… a través del llamado de su hijo Matthew al sacerdocio.
El diácono Michael no se había percatado de que su hijo había seguido atentamente su camino de fe y que había encontrado en él una luz que la había dado valor para discernir la voluntad de Dios en su vida.
“Ver cómo mi padre crecía en relación con el Señor fue algo muy influyente para mí y aumentó mi deseo de seguir a Cristo”, aseguró el padre Mattew. “El valor con el que decidió seguir el plan de Dios en su vida me dio la fortaleza que necesitaba para hacer lo mismo en mi vida. Jugó un papel muy importante, lo supiera en ese momento o no”.
Por su lado, la respuesta al llamado de Dios del padre Mattew sirvió de inspiración para su padre.
“Mientras yo luchaba con todas esas dudas, observaba atentamente el camino de Matthew en el seminario y me fijaba en la manera en que él afrontaba las mismas dudas. Lo irónico es que yo veía en él las cualidades que él veía en mí”, dijo el diácono. “El simple hecho de ver a un joven de unos veinte años plantearse seguir a Dios por el resto de su vida me daba valor para seguir adelante con mi camino”.
Al recordar su camino vocacional, padre e hijo ven sobre todo la mano de la Divina Providencia, que tiene un plan para todos.
“Todos tenemos una vocación, aunque no sepamos qué es ahora mismo”, concluyó el diácono. “Puede que sientas ansiedad o preocupación porque no sabes qué esperar, pero confía en Dios. Él se encargará de todo como siempre lo hace”.

Un trato por Cristo

El camino vocacional del diácono Darell y su hijo, el padre John Nepil, fue distinto, mas no menos providente.
Aunque se crio en una familia católica, al padre John no le interesaba en absoluto ir a la iglesia durante su juventud. Pero todo cambió cuando sus papás aprovecharon una situación particular para hacer un trato con él y obligarlo a asistir a un retiro.
“Su madre y yo básicamente lo ‘sobornamos’ para que fuera a la conferencia Steubenville of the Rockies”, dijo el diácono entre risas. “No quería ir, pero habíamos oído cosas tan buenas del retiro que dijimos que haríamos todo lo posible para que fuera”.
Fue entonces que aprovecharon que John, que era entonces un estudiante de preparatoria y quería ser más independiente, les debía dinero para hacerlo ir.
“Le dije a John: ‘Mira, si vas a la conferencia, te perdono la deuda’. Solo así aceptó”, recordó el diácono Darell. “Y cuando volvió de la conferencia, ya no era el mismo joven. Tuvo una conversión y se transformó de la noche a la mañana”.
El padre John recuerda con afecto esa conferencia, que se realizó un año antes de ingresar a la universidad, pues fue el momento en que encontró a Cristo.
“Fue una muy buena inversión”, bromeó el cura.
Además de este momento importante, el padre John asegura que su papá fue un gran ejemplo por la manera en que ejerció su rol de padre.
“Mi papá es un gran ejemplo de un hombre que siempre ha sido fiel y que ha vivido una vida moral excepcional, que al crecer en su relación con Cristo ha decidido entregarse más en el servicio”, dijo el sacerdote. “Su fe y su carácter fueron una roca para mí durante los años difíciles de la adolescencia”.
La vocación del diácono Darell nació cuando un compañero de trabajo que también era católico le dijo que debería ser diácono.
“Yo me reí y le dije: ‘No tengo tiempo para eso. Estoy demasiado ocupado’”, dijo el diácono. “Pero a partir de ese momento, no me podía sacar la idea de la mente, y así Dios me fue empujando poco a poco hasta que decidí que sí quería hacerlo”.
Poder servir juntos en el altar es algo que ha dilatado su relación como padre e hijo. Y fue lo que le ayudó al diácono Darell a seguir adelante después de sufrir un derrame cerebral en el 2018.
Este acontecimiento lamentable les brindó la oportunidad de unirse como padre e hijo, como sacerdote y diácono. El padre John, que estaba trabajando en su tesis doctoral y había regresado de Roma, tuvo la oportunidad de celebrar Misa todos los días al lado de la cama de su padre enfermo y rezar el rosario con él.
“Ese tiempo es el más íntimo y extraordinario que he tenido con mi papá”, dijo el padre John. “Al final, fue un don que acrecentó nuestra relación”.
“Creo que es una de las mayores razones por las que he podido sanar y seguir activo en mi ministerio”, dijo su padre.
“Es un verdadero don que mi padre sea también diácono y de alguna manera hermano mío. Es un gran honor. Es una de las alegrías más grandes de mi vida”, concluyó el padre John. “Es eso lo que ha hecho crecer nuestra relación: el gran deseo de servir a Jesús, especialmente en las órdenes sagradas”.

Vladimir Mauricio-Pérez
Vladimir Mauricio-Pérez
Vladimir Mauricio-Pérez fue el editor de El Pueblo Católico y el gerente de comunicaciones y medios de habla hispana de la arquidiócesis de Denver.
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