“Por lo tanto, ya no hay judío ni pagano, esclavo ni hombre libre, varón ni mujer, porque todos ustedes no son más que uno en Cristo Jesús”. (Gal 3:28)
“La arquidiócesis de Denver dice en su misión que existe para que ‘en Jesucristo todos puedan ser rescatados y tener vida en abundancia para la gloria del Padre’. Amigos, tenemos que darnos cuenta de que, para bastantes personas, un obstáculo que impide experimentar esta vida en abundancia es el prejuicio racial”, aseguró Danielle Brown, directora asociada del Comité Ad Hoc sobre el Racismo para la Conferencia de Obispos de los Estados Unidos (USCCB por sus siglas en inglés), durante el webinario en inglés sobre el pecado del racismo.
Danielle, invitada por el Comité Arquidiocesano para la Igualdad Racial y la Justicia (ACREJ por sus siglas en inglés), exhortó a los asistentes a examinar su conciencia y luchar por “derribar las barreras que bloquean la libertad y el florecimiento humanos, así como el acceso a la verdad, bondad, y belleza; todo esto encuentra su origen y sobreabundancia en Jesucristo”.
Experiencias de racismo y vergüenza
La exhortación llegó al final del webinario, después de que tres miembros del ACREJ compartieran sus experiencias y reflexiones sobre el racismo.
“Con frecuencia, mis padres y amigos veíamos que varias personas nos seguían cuando íbamos a la tienda. Era obvio que no confiaban en nosotros en esos lugares”, dijo K. C. Matthews, parroquiano del Cura de Ars en Denver. Originario de St. Louis, Missouri, K. C. compartió sus experiencias de prejuicio y racismo que se hicieron manifiestas a través de ideas preconcebidas e incluso violencia.
“Mis padres querían que entendiéramos que no todas las personas blancas estaban en nuestra contra”, dijo K. C. “Pero también nos enseñaron que el racismo ya no se manifiesta con personas llevando una antorcha, encendiendo una cruz en nuestro césped o llevando una capucha blanca. Podría llevar un traje con un maletín y esconderse en la oficina o cubículo de al lado. Tiende a ser más encubierto. Teníamos que mantener los ojos y los oídos abiertos, y prestar atención. Naturalmente nos convertimos en personas más sospechosas y desconfiadas”.
Compartiendo su propia experiencia, la hispana Marie Ramos Beeler, feligrés de la parroquia del Espíritu de Cristo en Arvada, dijo: “Fui muy afortunada de tener una familia que me dio tanto amor y amabilidad, que me trató como la persona más importante en el mundo. De niña, no tenía idea de que habría veces en mi vida en que me sentiría como una persona de segunda clase, indigna de oportunidades para mejorarme a mí misma”.
El hecho de sentirse menos e indigna la llevó a esforzarse por probarse a sí misma. “Puse mucha presión en mí misma solo para comprobar que los mexicanos somos capaces y dignos de promociones laborales e igualdad en el lugar de trabajo. Me convertí en una adicta al trabajo”.
Un cierto sentido de vergüenza apareció como un tema común entre los que compartieron sus experiencias.
“[Había veces] en que sentía un tipo de vergüenza por ser vietnamita, por mi herencia, de donde viene mi familia”, aseguró John Pham, parroquiano de Reina de los Mártires Vietnamitas en Wheat Ridge.
“Mis padres, sin poder hacer nada ante la guerra, perdieron su casa y tuvieron que emigrar a los Estados Unidos,” continuó. “Mi padre me ha contado historias muy, muy terribles de la época después de su llegada a los EE. UU., porque había bastante ira por causa de la guerra. En Colorado se dice: ‘Somos tolerantes. Los recibimos y aceptamos por quién eran’. Pero eso no es la verdad. Nos damos cuenta de que el hecho de aceptar quienes somos, de aceptar nuestra cultura, hace que algunas personas se sientan incómodas y se vuelvan parciales en el sentido de que ellos no quieren sentirse incómodos; entonces nos ignoran”.
Mirada hacia el futuro
Las conmovedoras historias de los participantes dejar al comité conmovido e impresionado por su franqueza.
“Pensamos que el webinario fue un éxito y tuvo una reacción positiva,” dijo Wanda y el diácono Clarence McDavid. “Recibimos mensajes después del webinario, todos muy positivos, diciendo que el webinario estuvo muy bien hecho. Otros comentarios también nos contaron que el panel fue muy impactante y las experiencias compartidas fueron muy tristes.”
“Algunos comentarios que recibí,” compartió Marie, “decían: ‘Ya era hora de que se tocaran estos temas en la Iglesia’, ‘Estos testimonios son un testamento muy triste del estado de los asuntos raciales en este país’ y ‘Esperamos con ansias los próximos webinarios’”.
Algunos asistentes también preguntaron sobre el futuro de este webinario y sobre cómo pueden vivir las lecciones aprendidas. Como escribió el papa Francisco en Fratelli Tutti: “Nunca se dirá que no son humanos, pero en la práctica, con las decisiones y el modo de tratarlos, se expresa que se los considera menos valiosos, menos importantes, menos humanos” (Fratelli Tutti, 39). Entonces, preguntaron los asistentes, cómo pueden comportarse para que evitar enviar un mensaje que es impropio de un cristiano.
“Pueden ponerse en ambientes que les permitan experimentar otras culturas y hablar con esas personas, incluso en la liturgia”, sugirió la hermana Marion Weinzapfel, CSJ.
Otras sugerencias incluyeron discutir el tema con personas de color, examinar nuestros prejuicios para después afrontarlos y mejorar, y leer y tomar en serio la carta pastoral de la USCCB, “Abramos nuestros corazones.”
El comité planea tener más webinarios que hablen sobre las muchas facetas del pecado insidioso de racismo.
Para más información sobre los próximos webinarios, puedes contactar a al comité: ACREJ@archden.org. Para ver el webinario “Reconociendo el pecado de racismo” en inglés, haz clic aquí.