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viernes, abril 26, 2024
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Mayo, mes de la Virgen

Cuando me tocó irme a vivir a México al principio de la adolescencia, tuve que adaptarme a bastantes cambios culturales. Una de las cosas que me daba curiosidad, era la forma en que se trataban los amigos: con insultos; a veces incluso de manera bastante fuerte. Todos parecían conocer los límites invisibles de dicho juego, y sin ni siquiera mencionarlo, sabían que había una raya en particular que no se cruzaba: a la mamá se le respetaba. Ya cuando alguien tocaba ese tema “sagrado”, ahora sí que “hagan sus apuestas” porque los gallitos se ponían bravos en el palenque.

Claro que esta particularidad de nuestra cultura hispana nos ha llevado a muchos problemas, pero a su vez puede servir a nuestro favor ¿Qué hispano no se toma un rato para recordar con cariño a nuestra Virgencita Morena, Emperatriz de las Américas, Nuestra Señora de Guadalupe, el 12 de diciembre? El amor natural hacia la madre biológica con el que nacemos permanece y va creciendo toda la vida a pesar de que cortan nuestro cordón umbilical, en parte por nuestra tendencia cultural, como ya venía diciendo. Esto facilita que el amor brote y crezca más naturalmente hacia nuestra Madre espiritual.

Aparte del amor natural hacia María, Dios nos auxilia con la caridad sobrenatural. Una manera en que podemos asistir en este proceso es reflexionando acerca del papel que ella jugó en nuestra salvación. Eva, al escuchar la voz de un ángel (caído) le creyó y se apartó y, con ello a toda la humanidad, del plan de Dios. María, la nueva Eva, viene a ser la clave, al escuchar la voz de otro ángel y aceptar el plan de Dios para su vida y, la de toda la humanidad. Por eso celebramos en el primer día del año la Solemnidad de María en su rol como Theotokos (portadora o Madre de Dios). Así pasa a ser la nueva Arca de la Alianza, que al igual que la antigua arca que no se veneraba tanto por estar hecha de madera de acacia recubierta de oro puro (lo cual a su vez simboliza la pureza de la Virgen), sino por contener la Palabra escrita; a María la veneramos, pero más que por la pureza de su Inmaculada Concepción y Virginidad Perpetua, la honramos por la Palabra encarnada que concibió, formó dentro de ella y trajo al mundo.

Es por todo lo anterior, que María es reconocida como la primera cristiana, lo cual la hace un modelo perfecto a seguir. Al fin y al cabo, esta es precisamente nuestra misión: que Jesús se encarne, crezca dentro de nosotros y que lleguemos a traerlo al mundo, un mundo lleno de tinieblas y que tiene sed de la Luz. Más que convincentes discursos humanos de parte de los Apóstoles, lo que atrajo al mundo hacia Jesús fue la manera en que se llenos del Espíritu Santo hablaban del Amor Encarnado, Jesús, y se amaban sus seguidores; y no solamente se amaban entre ellos, sino incluso a quien los perseguía y entregaba a las autoridades para ser triturados como trigo por las bestias.

En este momento puedes pensar que suena bien la idea, que tú también quisieras tener esta valentía – el coraje y amor necesario para ser santo – después de todo, el mundo de hoy en día los necesita más, no menos que antes – pero por más que te esfuerzas sigues cayendo en los mismos pecados, sin vistas a un próximo cambio. Pero precisamente la Madre puede ser la clave para llegar al Hijo. ¿Por qué por medio de María? Pongamos un ejemplo: si voy al banco a pedir un préstamo, no se me niega porque el banquero sea malo o le falten fondos al banco; se me niega porque yo tengo un crédito pésimo al faltar a mis promesas de pagar deudas pasadas. De manera similar, acudir a María es necesario no porque Dios sea malo o le falte nada, sino porque hemos desperdiciado la gracia de Dios a través de nuestras malas acciones. María, siendo la “siempre llena de gracia” (Kecharitomene) viene a abogar por nosotros siendo nuestra “co-signer”, nuestro aval, por así decirlo. Esto no es nada nuevo: sabemos que el primer milagro que Jesús realizó fue precisamente por intercesión de María (cf. Jn 2). Y al final de su vida terrenal Jesús nos dijo, siendo cada uno de nosotros “el discípulo amado”: “He ahí a tu Madre”. Seamos como Juan, quien desde aquella hora la recibió en su casa (cf. Jn 19,26-27).

Hay muchas maneras de incrementar tu devoción hacia María en este mes de mayo en que la Iglesia la recuerda de manera especial, y en que celebramos el Día de las Madres, por ejemplo:

  • Muchas parroquias tienen una coronación de María en este mes: asiste.
  • Reza el Rosario en familia o en tu grupo, comunidad o movimiento.
  • Lee meditaciones acerca de la vida de la Virgen o la Letanía de Loreto.

*Luis es el director del Ministerio Hispano de la Arquidiócesis de Denver y del Centro San Juan Diego.

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